Ir al contenido principal

Entradas

El síndrome de inmunodeficiencia adquirida

Al salir del trabajo me paró en la calle. Su juventud, su melena al viento y sus grandes ojos me miraron con una gran franqueza para decirme:  —Tengo que hablar contigo.    Le hice un gesto para que me acompañara a una cafetería.   —No, no; aquí mismo. Será breve. No quiero que pienses que soy una cobarde. Cuando nos hemos presentado en la reunión, me hubiera gustado decir que soy portadora del VIH, pero me lo he callado. Al principio, cuando lo supe, se lo comenté a mi mejor amiga. No he vuelto a saber de ella. Lo mismo me ha pasado cuando he empezado nuevas relaciones. Ahora ya no se lo digo a nadie. He tenido que empezar a vivir de nuevo conmigo misma y a hacer nuevas amistades, pero lo del VIH lo mantengo en silencio. Para mí es angustiante llevarlo dentro, porque es muy difícil vivir con esto, pero mucho más sentir que te miran como a una apestada. No puedo evitarlo, ¡joder! El rechazo me afecta. En terapia nos dicen que el problema lo tienen los que se alejan de ti. ¡Qué fác