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Muñeca rota

Nada es lo que parece y se acentúa más y más cada día. Me obliga a que, delante de la gente, le llame papá. Él, se hace el sorprendido y me dice con la más agradable de las sonrisas: — ¡Ah!, eres tú. ¿Qué quieres hija? Mamá asegura que tengo el papá más maravilloso de todos. Me quedo mirándola con un profundo silencio que ella interpreta: —Ves, es tan estupendo que al darnos cuenta nos quedamos sin palabras. Desde la oscuridad de mi rincón donde me escondo acurrucada, miro por la rendija de la destartalada puerta. Mi corazón me golpea ante el temblor de las telarañas, el crujir de las tablas y la inquietante atmósfera que proyecta la luz del ventanuco. Todo me habla de misterios que el viejo desván custodia. Hoy algo llama especialmente mi atención, es una muñeca ajada y sucia a la que le falta un brazo. Lo demás: cajas y baúles, sacos y materiales indescriptibles por el polvo que los cubre, la acompañan y callan. Aprieto los brazos contra mi pecho y una voz de mi interior le di