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Dulces cantos de sirena

Me encontré entonces, en medio de aquel océano amarrada a tu sombra para acallar mi rebeldía. Me ataste a ti con las cadenas de tu amor posesivo. Era lo que más querías y me esclavizabas, ponías el mundo a mis pies y solo me permitías esta jaula. Yo quería ser feliz, con derecho a equivocarme, pero ser feliz. El día que me creíste segura y me diste la espalda, fue mi día; bueno, mi gran noche.  Alegre zarpaste a recorrer las profundidades del mundo oceánico que tanto te gustaba y yo a los brazos del marinero de ojos azules que me estaba esperando. Aprendí a vivir esquivando tu mano férrea y todas las noches, transformada en una mujer nueva, desaparecía para volver antes del amanecer. Hasta que una noche, el alba se vislumbraba en el horizonte. Con los zapatos de tacón en la mano, la blusa verde de seda desabrochada, las finas medias con agujeros y el recogido de mi peinado cayendo en guedejas, corría y corría pero las piernas me flaqueaban. Si la luz me iluminaba estaba perdida