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El prestidigitador

Con más años vividos que los que le quedaban por vivir, los misterios se le desvelaron . Al principio, Nerea no entendía nada. ¿Qué hacía ella en el camerino del gran ilusionista Cardini en el Madison Square Garden? ¿Y las joyas? Lo del viaje a Nueva York fue cosa de su hijo Aitor. ¡Cómo se arrepentía! Fijó su vista en la puerta en ademán de espera. Al verlo entrar, ya sin maquillaje tuvo que ahogar un grito. Llevó las manos a la cabeza como si no pudiera creerlo. Pronto se rehízo y lo asaeteó a preguntas. Él hablaba amontonando las palabras como si temiera ser rechazado. —Al verte sentada en las gradas del pabellón he experimentado tal sacudida que me habría abalanzado para atraparte. En los metros que nos separaban estaban todos los kilómetros recorridos durante estos años. Me pareció que el tiempo daba marcha atrás. Tenía que retenerte. Por eso el truco de hacer desaparecer tus joyas. Aquí están, en mi maletín, como entonces. "Esmeraldas con brillantes", decían los p