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La caza del jabalí

Al final la curiosidad de aquella niña superó sus miedos y se acercó a la plaza. Tenía apenas seis años, dos largas trenzas, vestido estampado y calcetines cortos. Quería ver con sus propios ojos lo que constituía la gran noticia que como un rayo había irrumpido en la monotonía del discurrir de la vida del pueblo. Encogió su pequeña figura como un gazapo y logró ver entre las piernas de algunos señores, que formaban un corro, al enorme jabalí que habían cazado. Olía a animal salvaje y a caza.  A medida que iban llegando el corro se abría para hacer hueco a los nuevos. Observaban al animal con gestos sorprendidos, como la prueba de una gran proeza. Después se dirigían con admiración al héroe del día. Este sonreía y reconocía que cualquiera lo hubiera hecho si la suerte le hubiera venido de cara. A juicio de los entendidos era la mayor fiera que se había visto en la zona desde tiempos inmemoriales. La emoción estallaba en medio del silencio. El sol incidía sobre la mancha rojiza en e