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Había una vez un circo

En el circo todos los espectadores éramos enanos. Salió el director a la pista con una barba que tenía tres pelos y nos preguntó —¿Cómo están ustedes? Todos respondimos a voz en grito —¡Biiiieeeeeeeeeeeen! Hacía gestos llevando su mano a una de las orejas para indicar que no oía  y volvía a decir: —Más alto que no se oye nada, ¿cómo están ustedes? Con un griterío que nos desgañitábamos contestábamos: —¡Biiiieeeeeeeeeeeen! Y con cada grito crecíamos y crecíamos y así al director del circo le crecieron los enanos. Pero él, que era un tipo casi divino, siguió desplegando sus números de fantasía y magia y nos metió a todos en el coche de papá y nos dio una vuelta fantástica. Recibiendo la brisa del aire en la cara saludábamos con una gran sonrisa a los que pasaban: ¡Hola, don Pepito! ¡Hola, don José! A veces nos llevaba en un auto nuevo, si nos mareábamos lo cambiaba por un barquito de cáscara de nuez y en ese sí que hicimos cruceros maravillosos. Todo nos alegraba el corazón y n