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En manos del destino

Hoy hace un año me dejaron tetrapléjico en esta cama del hospital de Toledo. Había llamado a la mejor amiga de mi mujer: —Hola, Isabel, ¿puede ponerse Blanca? —¿Blanca? ¿Pasa algo? —No, nada. Quería ponerme la americana gris marengo y tal vez la ha llevado a la tintorería. Como me dijo que iba a pasar la noche contigo… por lo de tu madre. A propósito, ¿qué tal está? —Mi madre…, ya sabes…, achaques de la edad. Bueno…, Blanca se ha quedado dormida. Estaba muy cansada. En cuanto se despierte le digo que has llamado. Era noche de sábado. Salí a tomarme una copa. Caminaba entre el tumulto por las estrechas calles del Casco Viejo de mi ciudad cuando creí reconocer a mi mujer en una de las parejas que se hacían arrumacos. Me apresuré, pero le perdí la pista entre la aglomeración de gente que inunda esas calles los fines de semana. «Cosas de la imaginación», me dije. De regreso a casa, en la solitaria zona del ensanche donde había dejado mi automóvil aparcado, aceleré el paso porq