Puso sus manos en la cara para cubrir la rotura del llanto e impedir que
esa zona oscura y oculta, que llevaba en su interior durante los últimos días, aflorase. El ahogamiento ante el reclamo de una voz que machacona le surgía de lo más profundo y no lo dejaba en
paz. Todo desde que había oído el rumor que era un clamor aquellos días. La residencia se cerraba.
La idea de volver a su casa se le presentaba imposible. Por eso, a la angustia se le añadió el desconcierto de no saber a dónde ir cuando una mano
le abrió la puerta para que saliera a la
calle.
Su mente estuvo vagando en medio de la nada. Se dio la vuelta y entró de nuevo sintiéndose un intruso, con el temor a ser descubierto vive oculto.