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Mostrando entradas de septiembre, 2012

A las mujeres marroquíes de Vitoria

Temblaba como una hoja, estaba asustada, sus grandes ojos negros comunicaban lo que sus palabras no podían aclarar. Con la túnica granate que vestía y la cabeza cubierta con el hiyab parecía mayor, pero era muy joven. Su juventud contrastaba con una gran dignidad y un no querer ahogarse en el fondo de su propia angustia. Esta fuerza interior era lo que le había llevado a desobedecer por primera vez a su marido, a abrir la puerta de su casa y salir a la calle sola. Nos sentamos en un banco del pasillo, nos miramos y entablamos una “conversación”, si así puede llamarse, porque ella solo hablaba árabe y yo solo español. Sonó su voz en mis oídos, pero fueron sus ojos y sus manos los que me hicieron comprender y todo su mundo cobró vida. Su vida era una existencia de silencio y soledad dentro de las cuatro paredes de su casa en el Casco Viejo de Vitoria y sus negros pensamientos la oprimen más cada día pues los problemas se le acumulan y no entiende nada. Por eso se ha atrevido a llegar

Víctimas del terrorismo ante el final de ETA

Escribimos estas líneas impulsados por el deseo de compartir nuestras reflexiones personales respecto al momento crucial que estamos viviendo. Ahora que se está gestionando el final del terrorismo y que existe un notable bullicio social en torno a las víctimas, sentimos que no podemos permanecer en la pasividad. Lejos de alimentar polémicas, queremos simplemente hacer una aportación serena y constructiva a cuanto está sucediendo. Las víctimas del terrorismo tenemos muchas cosas en común: todas hemos sufrido una vivencia muy dura de sufrimiento, dolor y pérdida irreparable que nos ha marcado para toda la vida. No hemos elegido ser víctimas. Todo lo contrario, esta condición nos ha sido impuesta de forma brutal, injusta, gratuita y arbitraria. Desde nuestra experiencia, ser víctimas no ha supuesto ningún beneficio. En muchos casos supone un estigma y un obstáculo añadido a la pérdida sufrida. Tampoco hemos pedido tener una relevancia pública. Hubiéramos preferido mil veces vivir en

La soledad de los mayores

Me encontré de frente con una aglomeración silenciosa que picó mi curiosidad y de súbito lo vi. Era un pie lo que provocó mi inquietud, un pie descalzo, cansado de las muchas patadas que había dado a la vida, marcado por las durezas a las que había tenido que hacer frente y al final, envejecido.  Fue un flash, un segundo que se quedó colgado en mi mente creándome un gran desasosiego. Ese pie desnudo, que en la caída de su dueño desde el octavo piso había perdido su zapatilla, se liberaba del silencio al que seguramente durante largo tiempo había estado sometido.  ¿Y la zapatilla? Tal vez en un momento dado alguien se encuentre con ella. Pocas cosas hay tan inquietantes como encontrarse una zapatilla usada. Como esos zapatos que jalonan la orilla del Danubio. Cientos de judíos húngaros los dejaron en la orilla del río antes de que se les disparara un tiro en la nuca y fueran arrojados al agua.  En este caso, de haber encontrado yo la zapatilla, se la hubiera puesto para cubrir esa

El robo de bicicletas preocupa en Vitoria

Era un día como otro cualquiera de aquellas felices vacaciones cuando entró en casa. No se acercó a darme un beso, no me susurró:me enamoras cada día más ni vi en su mirada un atisbo de deseo ni escuché su corazón desbocado. Su cara estaba descompuesta, miraba como ido, algo muy grave le había pasado para presentarse así. Apesadumbrado, cayó derrotado en un sillón y se cubrió la cara con las manos. —No me lo puedo creer, me la han robado. Un minuto, solo un minuto y me la han levantado. Fuimos a poner la denuncia correspondiente. El policía nos dijo que pintaba mal, que en la ciudad se denuncian cuatro robos de bicis diarios y casi ninguno se llega a resolver. Creí que esto no le ayudaría en absoluto y para consolarlo le prometí una bici nueva para su próximo cumpleaños. —No, no y no. Ninguna otra podrá sustituir a la mía. Que el ciclismo le gustaba no era ninguna novedad, la novedad era descubrir que lo que de verdad le quitaba el sueño era el robo de su bici y esto, a una pers