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Mostrando entradas de mayo, 2011

Tus palabras

Tzviatko Kinchev Tus palabras en mis oídos danzaban Al ritmo de cuerdas de guitarra Tus palabras en mis oídos dejaban Fragancias de aventuras De horas errantes embriagadas De tus ojos negros los destellos Con sus artes me embrujaban De la magia de tu baile encandilada  A tus pies caí rendida En el juego de tus palabras e nredada . Del rasgar de la guitarra un lamento Del engaño me habló tu mirada Susurraban aventuras los vientos La verdad en mí derramaba El canto de l herrerillo en su rama . © María Pilar

Vitoria-Gasteiz - Ciudad Verde Europea

Donde las Cuatro Torres son Me encanta perderme a ciegas Por las calles sinuosas Que El Campillo serpentean. De verde se pinta tu sonrisa Pujando están luna y sol Las palomas revolotean Ante tu gran esplendor. Del Zadorra pies de agua Caricia de raíces profundas Cabello que ondea al viento Tras los guiños del balcón. Tus ojos de la tierra verde Nos invitan a soñar Manos que escuchan y ríen Nuestro destino han de forjar. De tu vuelo depende nuestro vuelo De tu aire nuestro aire. Brindo, brindo por el instante En que te vea encumbrada Mientras velas por los tuyos Que nadie va a cambiar tu alma. © María Pilar

El festival de las palabras y Lorca

Mientras rastreo noticias de actualidad desvía mi atención el titular: “Comienza el festival de las palabras”.  El eslogan luce sus mejores galas y tiene un atractivo tan irresistible que yo, un simple nombre, no puedo evitar seguirlo. De reojo me siento observada por todas las palabras participantes. Saben de su poder mágico y se engrandecen envolviéndome cada vez más con su aura irresistible. Así me veo en un lugar donde las palabras se recitan, se cantan,  con ellas se cuentan cuentos de hoy y de siempre, serios discursos, carcajadas de chistes hilarantes, fórmulas mágicas que cumplen deseos. Puedes dejar la palabras que quieras, puedes unirte a las que más te gusten, el intercambio es libre, son las reglas del festival. Surge un alboroto. Se discute sobre el maltrato que algunas están sufriendo, no muy lejos; otras susurran palabras extrañas, también las hay familiares, infantiles y adultas, para poetas y para borrachos, palabras canallas y palabras grandiosas. Es

Días grises amenazantes

Día gris amenazante. Se siente la presencia del Sr. Clima Invernal que hoy se ha despertado tras un periodo primaveral y deambula por el entorno. Desde el amanecer, está preparando sus brochas para pintar la ciudad. Hoy ha elegido su color favorito, el gris; la neblina se pega a los cristales y parece querer inundarnos la casa. El mal tiempo exterior acompañado de un gran silencio en esta destemplada mañana, nos invita a permanecer en casa. Afortunadamente es sábado y podemos quedarnos. De niña no recuerdo días grises.  Allá donde vivía juraría que no había. Frío sí y mucho, pero siempre teníamos ganas de salir a la calle, sobre todo cuando el cielo se desplomaba y lo uniformaba todo cubriéndolo de nieve. Los caminos los hacía la gente a base de pisadas. Fuera de estas veredas las huellas de algún gorrión sobre la nieve quedaban borradas por la silueta de un niño que divertido se tumbaba en la nieve.  Aquí y allá se oía el rasgar de las palas con las que los vecinos limpiaban las

Los años se le escapaban por la sonrisa

Caras Inut —Te estás sonriendo. —¡Ah! eres tú. No te había visto. —Claro, estabas tan atenta mirando a tus nietos por la ventana. Es bonito verlos a todos juntos ¿verdad? Lo que tú siempre hiciste con nosotros ahora el mayor ha cogido el testigo y lo ha logrado con ellos. - ... La relación con ella siempre era fácil porque era inteligente, intuitiva y conciliadora. Y sobre todo fue una buena madre. Le gustaba verse rodeada de familia y estar al servicio de los demás. Viendo con qué entusiasmo nos contaba historias de cuando vivió en Burgos de joven, creo que fue el tiempo más feliz de su vida. Sabía escuchar y tenía una sonrisa preciosa que le iluminaba la cara. Cuando alguna cosa le sorprendía gratamente o le hacía gracia se reía hasta brotarle las lágrimas y no podía parar de reír cuando quería contárnoslo. Como esa vez que iba con Román en el coche por la calle principal de la ciudad y de repente él paró el coche y le dijo: "Espera un momento". Por la ventanilla d