29 diciembre 2012

Navidad es volver a casa

Todos volvemos a casa por Navidad.
No es una casa cualquiera, vive y late con los que la habitan, desprende olor a calor y sabor a hogar.
La casa de los abuelos en la que nosotros hemos cogido el testigo para un día pasárselo a los más pequeños. Presencias que son ausencias también ocupan su lugar. Es lo que le hace única y especial y está por encima de cualquier comparación.
Pertenece a nuestro ciclo vital desde el principio y tenemos que cerrar los ojos para verla en toda su dimensión porque la realidad la ha ido trasformando.
Pero ni la más mínima pátina de polvo la cubre porque pertenece al ámbito de la infancia y está entrelazando el mundo de los afectos con los que construimos nuestros propios recuerdos.
Es nuestra casa una de esas palabras con contexto porque significa mucho más que la definición fría del diccionario. Está cargada de olor, de sabor, de compañía y de espacios vitales.
Es la luz del sol perfilando un precioso paisaje castellano con un cielo azul diáfano aunque las temperaturas estén bajo cero. Noches estrelladas con una Luna grandiosa coronada como una diosa protectora y el ojo avizor de Júpiter ejerciendo de vigilante.
Blacky, el pastor mallorquín, nos recibe con saltos de alegría porque sabe de nuestra pertenencia aunque hayamos tardado en volver.
Apenas unas horas por la noche la sella el silencio para recuperar fuerzas. Por la mañana ya hay jaleo y bullicio por doquier.
Un cálido mundo familiar en el que se discute, se ríe, se canta y se juega en equipos donde todos quieren ganar.
La mesa con su mantel de fiesta ya luce preparada.
© María Pilar

23 diciembre 2012

El bastón de caramelo


Se hizo la luz y el abeto lució engalanado envolviéndolo todo en la magia de la Navidad. Fluían las emociones y entre la gente se daban momentos de la más bella estampa navideña. Él era el único que desentonaba, tal vez ni eso, porque nadie se fijaba en su presencia y es que no desprendía las notas de un alegre villancico ni era un muñequito de nieve, tampoco el sonido de la campanita del trineo o el delicado susurro de una burbuja dorada en la copa del abuelo. 

Había salido de las manos mágicas de un joven maestro pastelero que, en vez de los clásicos rojos y blancos de Papá Noel, le había dado la forma y color del bastón de su abuelo dotándole de un corazón cargado de buenos sentimientos. Sin libro de instrucciones le había embarcado en la aventura de la vida para que cumpliera sus deseos.  Y allí estaba, colgado como un adorno más, pero qué apagada quedaba su imagen confuncida entre las ramas del abeto. Desde su rinconcito, deslumbrado por tanta luz y color, tanta música envuelta en felices sueños, su pena iba aumentando a medida que pasaban los días y crecían sus desvelos. Ante el bello christmas que tanta ilusión hizo a todos los de la familia, el bastón de caramelo sintió una punzada en su corazoncito cuando la mamá, disimulando una lágrima, lo había dado un beso antes de colgarlo en un lugar destacado del gran abeto. Si al menos él fuera el lacito de ese christmas le habrían rozado sus acogedores dedos. 

Cuando la magia navideña desapareció, el árbol fue desmontado de su pedestal  y despojado de sus complementos. Yacía en la entrada de la casa a la espera de los peones del ayuntamiento que operaban en el reciclaje de abetos navideños. Compartía su misma suerte el bastón que desolado se deshacía en lágrimas de azúcar que empapaban su envoltorio al ver tan cerca su final sin haber recibido en su corta vida una sonrisa, un chupetón o un te quiero. 

De repente, Nico, el más pequeño de la casa que se arrastraba por el suelo con su tren nuevo, lo descubrió. Con una picarona mirada, lo agarró con sus manos regordetas y, sin quitar el papel de celofán, empezó a lamerlo. Chupetones amorosos de una boquita a rebosar derretían al pequeño bastón que terminó su vida sonriendo. 

 © María Pilar 
 
Este cuento ha sido Cuento publicado interpretado por Juan Izquierdo en: https://www.eloquenze.com/stations/ayuntamiento-de-poblete/posts/el-baston-de-caramelo?fbclid=IwAR0lST3kUJuzhSv02PDnNwqM-6pFA4tWg6baZUAqyNFxXzhgHniP2fKkVWc
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14 diciembre 2012

¡Ronaldo, vente a Aspace! Premio Internacional

El 23 de septiembre de 2012 los de Aspace contestando al jugador de fútbol Ronaldo, que había manifestado estar triste, dejaron este mensaje:
En Aspace nos gusta que la gente esté contenta y feliz. Por eso, le hemos invitado a Cristiano Ronaldo a que se haga voluntario en Aspace-Álava. El chico parece que está triste últimamente, así que nada, le hemos grabado este vídeo para contarle lo bien que se lo pasaría con nosotros.
Si tú también quieres ser voluntario, ¡contacta con nosotros!
Noe, de 16 años y socia de Aspace, colectivo muy querido en nuestra ciudad de Vitoria, dirige al futbolista una carta para que busque otras alternativas como la de hacerse socio de Aspace y le asegura que se le olvidará la tristeza.
El vídeo que protagonizan los propios afectados y que ya triunfó en su momento, ahora nos da una doble alegría. La campaña de captación de voluntarios realizada por una agencia vitoriana con muy poco presupuesto, ha desbancado a firmas internacionales de conocido prestigio. En el Festival de Promociones y Eventos, celebrado en Buenos Aires, se ha llevado el premio a la mejor campaña promocional Europea, además de otros seis galardones en diferentes categorías.
Les felicito por los premios porque se lo han ganado con ingenio, naturalidad y encanto. Les felicito por esos cien socios nuevos que han conseguido que se impliquen en sus actividades y, sobre todo,por contar en el vídeo con los protagonistas principales de Aspace que lo vivieron con una ilusión tremenda y por ofrecer una imagen tan positiva de la parálisis cerebral.
© María Pilar

01 diciembre 2012

Había una vez un circo

En el circo todos los espectadores éramos enanos. Salió el director a la pista con una barba que tenía tres pelos y nos preguntó
—¿Cómo están ustedes?
Todos respondimos a voz en grito
—¡Biiiieeeeeeeeeeeen!
Hacía gestos llevando su mano a una de las orejas para indicar que no oía  y volvía a decir:
—Más alto que no se oye nada ¿cómo están ustedes?
Con un griterío que nos desgañitábamos contestábamos:
—¡Biiiieeeeeeeeeeeen!
Y con cada grito crecíamos y crecíamos y así al director del circo le crecieron los enanos. Pero él, que era un tipo casi divino, siguió desplegando sus números de fantasía y magia y nos metió a todos en el coche de papá y nos dio una vuelta fantástica. Recibiendo la brisa del aire en la cara saludábamos con una gran sonrisa a los que pasaban: ¡Hola don Pepito! ¡Hola don José! A veces nos llevaba en un auto nuevo, si nos mareábamos lo cambiaba por un barquito de cáscara de nuez y en ese sí que hicimos cruceros maravillosos. Todo nos alegraba el corazón y nos inundaban las sonrisas cuando no las carcajadas con la gallina turuleca que parecía una sardina enlatada. El grupo iba aumentando, más y más y nos íbamos haciendo amigos. Susanita nos dejó dar chocolate y turrón a su ratón ¡Ah! y bolitas de anís que también le gustaban.
De repente, Emilio Aragón, que así se llamaba el director, nos dijo adiós; las risas se apagaron y se nos pusieron las patas de alambre porque estábamos desolados. El sol se escondió tras una nube negra y de ella descendió la cruel dama oscura y sombría que odiaba la ilusión y los sueños. Con su guadaña golpeó al circo para destruirlo. Pero cuando se dio cuenta que el circo ya estaba en los corazones de todos los niños y ahí ella no podía llegar, se enfureció tanto que su propia congestión la ahogó y se convirtió en humo negruzco azotado por las garras del viento. Fue cuando nos dimos cuenta que habíamos crecido y ya nada era igual, pero nos bastará cerrar los ojos para encontrarnos con el circo y las vivencias que nos dio.
© María Pilar

25 noviembre 2012

María y la quema de libros en la plaza de Bergara


“Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres.” 
(Heinrich Heine)
Es difícil reprimir un escalofrío ante las durísimas imágenes de guerra o revoluciones con las que nos bombardean los diferentes medios de información. El ensañamiento para destruir toda ideología o vestigio de cultura diferente a la dominante no debiera dejar a nadie indiferente, pero es tal el vértigo que produce la fluidez informativa que un acontecimiento social o deportivo puede taparnos la noticia más cruel sin que lleguemos a digerirla.

Esta entrada se la debo a María. Ya había cumplido los setenta cuando yo la conocí, trabajaba de maestra porque necesitaba años de cotización a la Seguridad Social para poder jubilarse. Era fuerte y enérgica, las vicisitudes que había vivido no le habían doblegado su carácter, más bien se había afirmado en sus posiciones. 

En la clase era donde se sentía perdida, confusa y fuera de lugar, no encontraba ni las gafas que llevaba puestas. Tenía el cabello gris, corto y ondulado, el rostro cansado y arrugado y el cuerpo pesado de las señoras que no se han dedicado a ellas mismas, sino que han sido otras las preocupaciones de la vida que les ha tocado vivir. Su mirada tras las gafas de gruesos cristales… ¡Hay su mirada! El fuego que María tenía en los ojos cuando te contaba cómo en la plaza de Bergara los falangistas hicieron una pira con todos los libros y la obligaron a presenciarlo, provocaba un silencio helador.

Cuando unos camisas azules aparecieron por su casa de madrugada supo lo que era el miedo. Unos días más tarde, un joven falangista dio la antorcha a su jefe en cuanto bajó del estrado de la plaza del pueblo al término del discurso. Al tomarla parecía empequeñecerse ante la magnitud de su culpabilidad. El olor y el humo obligó a la gente a expandirse. Se oyó un rumor generalizado. Las llamas comenzaron a chisporrotear mientras las páginas escritas se consumían en su interior. Era la queja de los libros al sentir cómo les arrancaban las palabras que albergaban. Y estas, en su intento de huida del infierno que las devoraba, volaban hacia un cielo que no quiso ver tal monstruosidad y se oscureció. El fuego las deshacía y terminaban cayendo como pavesas. 

María deseaba que la llevasen con ellas, sin embargo, solo podía permanecer allí con los pies pegados a una losa de la plaza y los ojos transformados en llamas. El sabor a ceniza que se le pegó a la garganta, el calor que le quemaba por dentro y, lo peor, el estruendo devorador del fuego que la acompañaría siempre, le producía tal impotencia que un torrente de lágrimas estaba a punto de derrumbarla. También ella miró al cielo que seguía agazapado. 

Mientras ellos disfrutaban con la destrucción, removían los libros, los volvían a rociar soltando risotadas y palabras soeces, se dijo que no debía mostrarles ni un segundo su debilidad. Las palabras vinieron en su ayuda y se dedicó a recitar silenciosamente versos que le surgían a raudales de memoria y le sorbían las lágrimas.
   
A fuerza de tragar sus emociones y su sensibilidad, se convirtió en la mujer dura y fría que yo conocí. Ya antes de la quema de los libros, debido a que dominaba un perfecto francés, había sido la responsable de un barco cargado de niños en dirección a Bélgica para entregarlos a familias de acogida y librarlos de los horrores de la guerra de aquí (1936-1939). Por poco tiempo les había dicho, era lo que ella creía; pero vivía con el dolor de no haber cumplido su promesa de volver a recogerlos. Estaba segura que los niños sentirían que los había traicionado.

© María Pilar

18 noviembre 2012

La adopción de un nuevo perro

Estos días son numerosas las campañas y las páginas web que nos hablan del cuidado que hay que tener si regalamos un perro por Navidad, puede ser el mejor regalo que podemos hacer, pero si no se ajusta al perfil del nuevo propietario  o no puede responsabilizarse del mismo, tal vez aparezca en el contenedor de basura.También nos recomiendan adoptar un perro en vez de comprarlo por lo que supone de acción solidaria  aparte de la cuestión económica. Nos dicen que hay inmensidad de cachorros esperando una oportunidad y perros grandes que se adaptan a cualquier circunstancia.Todos hablan de educar al propietario para que sepa a su vez educar al perro, de cómo elegirlo, dónde adoptar, direcciones,… Ni una palabra sobre el personal de estos centros de adopción, se da por hecho que es el más idóneo y el mejor preparado para desempeñar esa labor. Entiendo que en la mayoría de los casos será así. Lo que escribo a continuación es un es un hecho real.
Después de la muerte de Moro, quedó tan vacía la casa que parecía que faltaba el estímulo para seguir viviendo y es que cada rincón del jardín y en cada momento del día se notaba su ausencia. 
Llegó el día que nos habían señalado para ir a adoptar al nuevo perro. Toda la familia preparada con el tiempo suficiente para no llegar tarde a la cita. Ya en el coche se nos acerca el abuelo nervioso por las horas de espera y nos dice: "Os acompaño también yo, así lo veo enseguida". 
Se lo habíamos descrito con todo detalle después de la visita anterior al centro de adopción. Cachorro de unos tres meses, con una oreja puntiaguda y la otra completamente caída, vivo, gracioso, juguetón, lleno de energía y necesitado de cariño; sí, seguramente iban a congeniar. 
En cuanto se asomó para vernos, supo que era él. 
El abuelo, hombre vigoroso y muy hábil en saber cómo tratar a los perros, pronto lo encandila. Se le acercó y le habló con cariño. El perro se dejó acariciar, al principio temblaba; pero pronto, una luz radiante iluminó sus ojos y nos contagió con su alegría. 
Le hacía carantoñas y él lo seguía con saltos y piruetas. Sacó de una bolsa una flamante correa, se la puso y el pequeño cachorro zalamero y juguetón no paraba de subirse con sus patas delanteras por el pantalón del que ya consideraba su dueño. Parecía estar empezando una bonita historia. 
Nos manifiestó con orgullo la aceptación mutua y lo catalogó como muy listo y vivaz, al que tendría que cuidar con toda clase de precauciones para que no se le escapase, sobre todo al principio. 
La crueldad se hizo presente en la entrevista con la directora del centro de adopción. 
—¿Adónde va a ir este cachorro? 
—A una finca 
—¿A una finca? Ni hablar, para que se muera de frío. 
—Pero si es donde vivimos nosotros, porque lo llevamos con nosotros. 
—¿Quién es el que va a estar más tiempo con el perro? —Mientras nosotros trabajamos y las niñas están en el colegio, el abuelo. 
—¡Pero si es un señor mayor! 
—Sí, pero siempre ha tenido perro en casa y sabe como tratarlos. 
—Yo quiero que me aseguren quién se va a hacer cargo de este perro dentro de 15 años. 
—Señora, dentro de 15 años no sabemos lo que nos puede pasar. 
—¿Y qué lugar de la casa va a ocupar? 
—Ya tiene preparada su caseta en el jardín. 
—¡En una caseta!¡Un miembro más de la familia! Eso sí que no lo consiento. 
—Es que va a vivir con nosotros. 
—Sí, pero luego que se muera de frío. Aquí no hay cultura de cómo tratar a los animales. Ustedes tienen que aprender mucho de las personas extranjeras, ellas vienen hasta aquí para adoptar a su perro y saben como tratarlo. 
—Sobre todo los que les ponen vestiditos y zapatos. 
—Yo no digo que ustedes le tengan que poner zapatos, pero que tienen mucho que aprender de cómo tratan ellos a los animales y bla, bla, bla… 
El abuelo durante todo el tiempo se mantuvo en silencio y ya sin ninguna esperanza de conseguir lo que más deseaba, tan sólo empujado por el deseo de que no lo siguieran humillando se me acercó y dijo: "Vámonos". 
Mientras yo me despedía, lo ví alejarse con la bolsa en la que había vuelto a guardar la correa sin estrenar a la vez que una lágrima furtiva se le escapaba. 
Lo más duro fue soportar cómo unos ojos tristes y silenciosos a nuestra espalda se sentían abandonados una vez más. 

© María Pilar

08 noviembre 2012

¿Quién ha vivido por encima de sus posibilidades?

Carlos Jacanamijoy
Antes había en los hogares peleas por el mando de la televisión ahora la niña pasa horas muertas con el whatsapp, el padre con el portátil, la madre con su tableta y la abuelita, que es la que ve la tele, no necesita el mando porque dice que para lo que hay que ver... Aprovechando este despiste generacional, alguien que se encuentra muy lejos, se ha hecho con el mando a distancia de este país y es desde el que nos dicta severas órdenes de obligado cumplimiento.
¿Cómo es posible que nos dejáramos robar el mando? Dejamos de vigilar confiados en que otros lo hicieran y a esos otros la avaricia les rompió el saco. Ahora nos hablan de bancos malos ¡Vaya eufemismo! Como si fueran niños traviesos y no sinvergüenzas corruptos (no insulto, solo defino) que provocan desahucios de familias pisoteando recuerdos y vivencias sin ningún pudor. Sacan a las familias de sus casas y se llevan por delante todo el trabajo y la ilusión por levantar un hogar donde vivir con los suyos. Su crueldad es tal que les marcan a fuego de por vida con la deuda que tendrán que seguir pagando. ¿Entiende alguien eso? ¿Acaso no hay responsabilidad bancaria en la concesión de créditos tan alegremente con los que obtenían grandes beneficios? 


Bancos malos sí, porque los buenos todos los conocemos. Esta ciudad que cuenta con la mayor superficie verde por habitante de toda la península conserva muchos de ellos. Son los de cuatro patas que repartidos por la localidad dan lo que los otros niegan: colchón en el que pasar la noche, compañía, consuelo y paño de lágrimas ante tanta desgracia.

Pero papá, que sabe que el niño de sus ojos es el niño malo, le va a tapar todas sus trampas, los millones saldrán de donde salen siempre. Los otros hijos, los que lloran sus penas en los bancos buenos, se harán cargo y pagarán hasta el último céntimo que para eso han vivido por encima de sus posibilidades.
© María Pilar

01 noviembre 2012

Tiempo de nostalgia

Fuimos un tándem perfecto, la pareja ideal, la suavidad de su trato, la caricia de sus manos y su dulce atractivo sacaron lo mejor de mí. 
Lo nuestro era un baile acompasado, ningún ritmo se nos resistía; nuestras vueltas, piruetas, saltos y vainica doble causaban furor y eso que siempre andaba muy ocupada, pero la noche, la noche cuando todos los demás dormían, esa era nuestra.
Solo había que ver las miradas que me echaba, el mimo con el que me trataba, los susurros que yo le entendía perfectamente con el simple movimiento de sus labios. Sentir sus manos y verla recostada sobre mí me ponía a cien por hora. ¿Cómo resistir su belleza mediterránea y su sonrisa cautivadora? Era delicioso ver su cara tersa y esa sonrisa de satisfacción cada vez que entrelazados terminábamos lo que con tanta pasión empezábamos. 

Tenía una capacidad extraordinaria para hacer conmigo mil virguerías sin sacar nunca una nota discordante, su ingenio y creatividad hicieron que lo nuestro nunca cayera en la rutina. No se quedó observando la vida sin más, era pura actividad con entrega total en lo que hacía y en todo dejó parte de su alma
Ahora ya no soy joven. El otoño con sus días brumosos y plomizos extiende su manto sobre mí y me envuelve en un abrazo de melancolía. De vez en cuando, alguien quita el polvo que se me va posando en este rincón donde estoy y con ello levanta esa tela nostálgica. Con la bayeta repasa las letras de mi nombre: SINGER. Yo bien sé que no son sus manos, pero con este gesto me abre a la luz de lo mejor de mis días.
© María Pilar

26 octubre 2012

Encuentro en el tren



Con los primeros albores del día, el tren sale escrupulosamente puntual. Aquí y allá asientos vacíos y los que van ocupados parecen robots inclinados sobre sus tabletas o sus móviles de alta gama. ¡Cómo ha cambiado el tren en este país! piensa la todavía joven señora.
En su recuerdo quedan los trenes cubiertos de hollín serpenteando pesadamente con su ruido de traqueteo y fuertes silbidos cuyo eco se propagaba por los montes cercanos. Se asumían las largas paradas sin pedir información y los grandes retrasos eran algo habitual. Iban cargados de gente sin sitio para sentarse. Había bullicio y conversaciones cruzadas en voz alta entre conocidos y desconocidos. En cada parada se reubicaban de nuevo excepto los que ya habían pillado asiento que no se movían por aquello de que quién fue a Sevilla perdió su silla aunque los listones de los mugrientos bancos de madera les dejaran marcadas sus descansadas posaderas.
Por las ventanillas se apelotonaba la gente para despedir a los suyos como si nunca más se fueran a ver, los de abajo corrían cuando ya el tren estaba en marcha y se quedaba en el aire la mano levantada con toda la nostalgia del adiós. Cada nueva incorporación se encontraba con un tufo que flotaba en el ambiente mezcla de comidas atrasadas, orines azufrados, condensación de humo del tabaco y calor humano. Los bultos, maletas, gallinas enjauladas y demás equipaje se colocaban debajo de los asientos o por los pasillos, siempre era excesivo y como consecuencia un estorbo.
Las comidas se llevaban preparadas en cestos de mimbre o bolsas que sabían mucho de trotes y viajes. A la hora, se sacaba la fiambrera con la tortilla de patatas o comidas cuyo pringue dejaba un brillo por doquier, la hogaza de pan envuelta en papel de periódico atrasado y la bota de vino. Todo se compartía, era un auténtico arte ver como la bota hacía una rueda y maldita la gota que se perdía. Se comía a dos carrillos a la vez que se hablaba y todo se rebañaba.
Así rumia sus pensamientos sentada en solitario y a él no le pasa desapercibida, pero la “distancia” se le hace infranqueable. Ella, que ha captado sus insistentes miradas, está dispuesta a echarle una mano. Sale al pasillo para estirar las piernas y se entretiene mirando por la ventana. Pronto la puerta se abre. Aparece él. Puede verlo reflejado en el cristal. Su aspecto muy pero que muy interesante, se palpa el nudo de la corbata, parece nervioso y ya lo tiene tan cerca que puede sentir su respirar en el cogote. Se da la vuelta para provocar el choque intentando que parezca casual.
© María Pilar

18 octubre 2012

En busca de trabajo y de futuro. Emigración

En este país de vaivenes pendulares rápidamente cambiamos el chip, preparamos la maleta y nos vestimos el traje de emigrante. Tal vez el péndulo esté insertado en el corazón de la naturaleza de este pueblo como  algo que se lleva grabado a sangre y fuego en la cadena genética. Cuando vienen mal dadas, para regresar al punto de partida, se abre en nuestra mente social la puerta de la emigración como única salida en la vida. Quizá sólo así se logre encontrar el camino de vuelta a casa. 
Nació en primavera al comienzo de la posguerra española. Era un momento de ilusión y de esperanza en el porvenir una vez terminada la guerra. Desconocían lo larga y brutal que les sería esa etapa. 

Manuel a los 12 años empezó a ir al campo con su padre. Así aprendió la dureza de este trabajo cuando, soportando las inclemencias del tiempo, no se contaba con más recursos que la fuerza física y un par de mulas.
 
La escuela pasó a un segundo plano y acudía cuando las faenas del campo se lo permitían. En su memoria no hay recuerdos de haber sido hijo solo alguna vez, por muy atrás que vuele buscando sus recuerdos, siempre se ve rodeado de hermanos más pequeños a los que había que atender.

Vivían en una casa de pueblo que unida a las demás se apretaban en hilera marcando la línea de la carretera. Comparada con los pisos de hoy en día, era enorme, pero nunca fue lo suficiente grande para dar cobijo a toda la familia y los espacios se tenían que compartir. 


Lo único que conservó fue su pequeña alcoba, sin ventana a la calle, por la que nunca tuvo que pelear, derechos adquiridos de hermano mayor.

De joven, más bien adolescente prematuro, aprendió a cortar leña en el monte y a formar la barda para el invierno, a elaborar con los hombres del pueblo el vino de la bodega tras la vendimia, esquivar a la guardia civil tras el robo de alguna gallina para merendar con los amigos, bailar con las chicas del pueblo y disputar por alguna ante el forastero. Uno más entre los de su grupo de amigos, integrado, fuerte, querido y por momentos temido cuando de pelear se trataba.


Más tarde, solo en su alcoba, sentía un grito interior que le desgarraba el alma: «¡Qué estás haciendo con tu vida!». Otras tierras lo requerían más allá del horizonte de su pueblo, un porvenir liberador. Cuando se levantaba de la cama, la realidad se le imponía cargada de oscuridades, sentimientos de culpa y miedo a plantar cara a los suyos, aquí se le necesitaba. En esa dualidad se sentía atrapado.


Sólo una orden le obligó a reaccionar, debía incorporarse al servicio militar. «Ahora o nunca», se dijo. Y con el corazón que se le salía del pecho, se atrevó a pronunciar las palabras pensadas durante tanto tiempo. 

El día antes, no quiso festejar su marcha con los amigos, necesitaba rumiar su soledad empezando a sentir la distancia. De vez en cuando, unos ladridos quejumbrosos, que él conocía muy bien, lo reclamaban. Se mantuvo con el corazón encogido. Vagó por los alrededores del pueblo, espacios que conocía al dedillo, hasta que sus pasos lo llevaron al alto del Cerrillo. Subiendo la ladera aturdido por el olor de las plantas aromáticas, se encontró en la cima con el árbol solitario. Apoyado en su tronco contempló el último y sobrecogedor atardecer de su pueblo. Era lo que tantas veces había visto, pero al apreciarlo con nuevos ojos, la instantánea se le quedó grabada como un pálpito congelado. El espacio que hasta ese día había sido su casa empezaba a dejar de serlo.

El sueño no quiso sobrevenirle aquella noche para espantar el miedo a lo desconocido. Las esquilas de las ovejas traspasaban el silencio de la noche y el ladrido de algún perro se oía en la lejanía. La presión en el estómago se hacía cada vez más fuerte y los recuerdos se le agolpaban. Cuando presintió las primeras luces del alba, ojeroso y con su abundante cabello peinado hacia atrás que le prestaba un aire de adulto, en compañía de una maleta de cartón llena de ilusiones y esperanzas, abandonó la casa sin mirar atrás. Embargado por la emoción, temía encontrarse con los ojos llorosos de la madre que desde la puerta de casa lo seguían apesadumbrados, en silencio. 

© María Pilar

09 octubre 2012

El Afilador

La crisis agudiza el ingenio y está haciendo aflorar oficios que creíamos desparecidos. Por la zona donde vivo unas amas de casa han bajado la máquina de coser que tenían en casa a una lonja y hacen todo tipo de arreglos, la ropa ya no se tira como antes, se reutiliza. Un zapatero remendón se ha colocado en un pequeño bajo de un portal y desde fuera, a través del cristal, se le puede ver encorvado sustituyendo las viejas tapas y suelas de los zapatos. Estos días ha recorrido las calles de la zona un silbido característico que desempolvaba recuerdos de infancia, era el chiflo de un afilador. 
Al despertar aquellos días, el sol incidía en la tapia de enfrente y un sonido repetitivo y machacón que enfilaba la calle se iba acercando hasta parar bajo mi ventana. Era el inconfundible sonido de la “chiflita” del afilador con la que no paraba de dibujar en el aire en ambas direcciones su tonalidad. A esto le seguía su incansable voz: “el afilaooooor” “se afilan cuchillos, navajas, tijeras,…” “señora el afilaooooooor”. 

Algo mágico producía ese sonido en las mujeres del pueblo porque todas rebuscaban en los cajones de sus casas algún objeto digno de ser afilado.

El afilador, hombre curtido por su trabajo y por las inclemencias del tiempo que tenía que soportar, aparecía en su vieja motocicleta con la que se trasladaba de pueblo en pueblo. Enseguida preparaba su artilugio y empezaba dale que dale a la rueda de afilar, mientras iba saludando a las señoras con su acento gallego y un surtido de piropos que había ido adquiriendo al rodar por esos mundos.

Entonces empezaba lo peor, el sonido infernal que producía el metal al pasar por la rueda de piedra hacía que hasta los perros corrieran a buscar un lugar seguro. También las mujeres se alejaban formando un corro asustadas por las chispas que producía el metal al pasar por el esmeril. En cambio, él, sabiéndose admirado, recibía en su cuerpo, sin ninguna protección, el chorro de fuego con una ancha sonrisa; parecía inmune al calor que el metal iba adquiriendo y a aquel haz de rayos que por momentos devoraba sus manos.

Siempre tardaba un poco más en afilar el cuchillo o las tijeras de la agraciada Dolores, los mimaba, los acariciaba como si de una joya se tratase y se los entregaba con novelescos requiebros que a ella le hacían enrojecer.

Un día la ilusa Dolores lo esperaba con un simple hatillo de ropa a las afueras del pueblo, atrás dejaba marido e hijos por unos sueños de ver mundo junto al dueño de las hermosas palabras que habían calado en su corazón. Al verla, a él se le mudó el color y se le tragó la voz. Ella, que no estaba dispuesta a hacer ascos a detalles tan simples, se colocó como pudo en la parte de atrás de la motocicleta y juntos salieron a recorrer pueblos.

Hacía tiempo que en la cabeza del afilador revoloteaba la intrépida Dolores, pero también estaba su mujer, la dulce gallega madre de sus hijos a la que no estaba dispuesto a dejar. Ninguna de las dos sabría que compartían marido hasta que pasados los años, él falleció. 

29 septiembre 2012

A las mujeres marroquíes de Vitoria

Temblaba como una hoja, estaba asustada, sus grandes ojos negros comunicaban lo que sus palabras no podían aclarar. Con la túnica granate que vestía y la cabeza cubierta con el hiyab parecía mayor, pero era muy joven. Su juventud contrastaba con una gran dignidad y un no querer ahogarse en el fondo de su propia angustia. Esta fuerza interior era lo que le había llevado a desobedecer por primera vez a su marido, a abrir la puerta de su casa y salir a la calle sola. Nos sentamos en un banco del pasillo, nos miramos y entablamos una “conversación”, si así puede llamarse, porque ella solo hablaba árabe y yo solo español. Sonó su voz en mis oídos, pero fueron sus ojos y sus manos los que me hicieron comprender y todo su mundo cobró vida.
Su vida era una existencia de silencio y soledad dentro de las cuatro paredes de su casa en el Casco Viejo de Vitoria y sus negros pensamientos la oprimen más cada día pues los problemas se le acumulan y no entiende nada. Por eso se ha atrevido a llegar al Centro de Adultos Paulo Freire para solicitar alfabetización en español. Tenía miedo, mucho miedo. Cuando las cartas llegaron no sabía qué hacer con ellas y un día unos señores le cortaron la luz. ¿Qué va a pasar cuando regrese su marido que lleva meses fuera? Quería estudiar con mujeres, solo mujeres porque el Dios de las alturas prohíbe que esté con hombres. Ante mi gesto contrariado, me enseñó el dedo con el anillo de casada y me dijo que su marido tampoco quiere. Me lo suplica con sus grandes ojos que proyectan una mirada triste. Entiende por mi gesto que no es posible. Se levanta, se traga su profunda tristeza y se desvanece de la misma forma que ha llegado.
Este curso, la mujeres marroquíes han aparecido por primera vez en el Centro de Adultos Paulo Freire para alfabetizarse en español. Comparten aula con mujeres y hombres de diferentes nacionalidades. Ha sido una gran noticia aunque no lo refleje ningún medio informativo contagiados como están por el clima de ansiedad global producido por la crisis. Estas mujeres han hecho un largo recorrido mental, familiar y social. Han tenido que conciliar el drama privado y la crítica social con sus ansias de superación y de hacerse visibles desde esa discreción que les caracteriza. “Necesitan entender a sus hijos, se han hecho mayores y solo hablan español entre ellos”. Sólo falta una, ¿volverá algún día?
© María Pilar

24 septiembre 2012

Víctimas del terrorismo ante el final de ETA

Escribimos estas líneas impulsados por el deseo de compartir nuestras reflexiones personales respecto al momento crucial que estamos viviendo. Ahora que se está gestionando el final del terrorismo y que existe un notable bullicio social en torno a las víctimas, sentimos que no podemos permanecer en la pasividad. Lejos de alimentar polémicas, queremos simplemente hacer una aportación serena y constructiva a cuanto está sucediendo.
Las víctimas del terrorismo tenemos muchas cosas en común: todas hemos sufrido una vivencia muy dura de sufrimiento, dolor y pérdida irreparable que nos ha marcado para toda la vida.
No hemos elegido ser víctimas. Todo lo contrario, esta condición nos ha sido impuesta de forma brutal, injusta, gratuita y arbitraria. Desde nuestra experiencia, ser víctimas no ha supuesto ningún beneficio. En muchos casos supone un estigma y un obstáculo añadido a la pérdida sufrida.
Tampoco hemos pedido tener una relevancia pública. Hubiéramos preferido mil veces vivir en el anonimato y en el disfrute tranquilo de una vida en paz y libertad con nuestros seres queridos. Sin embargo, no ha podido ser así. Hemos tenido que hacernos fuertes y rehacer nuestras vidas. Nuestra mayor aspiración es conseguir que nuestras heridas puedan cicatrizar y volver a vivir felices y en paz, en la normalidad de una vida cotidiana. Para ello, todas necesitamos justicia, memoria y reparación.
Por otro lado, detrás de la etiqueta de víctimas existe un colectivo muy plural. Cada una de nosotras somos personas diferentes, con ideología, vivencias, sueños y aspiraciones particulares y diversas. Incluso la forma de entender nuestra experiencia traumática y de afrontar nuestros procesos de duelo es algo muy íntimo y personal, que cada uno vivimos a nuestra manera.
En la situación actual en la que se está gestionando el final de ETA todos los sentimientos que nos inundan a las víctimas pueden ser comprensibles, desde la rabia, el miedo, la desconfianza o la indignación, hasta el alivio o la esperanza. Son tiempos de incertidumbre en los que todas estamos preocupadas porque se produzca un cierre adecuado: sin impunidad, desde una profunda deslegitimación social y política de la violencia, y con memoria y reparación para las víctimas. No obstante, nuestra visión de todo cuanto está aconteciendo y nuestra postura frente a aspectos tan delicados como el perdón, la reconciliación o la reinserción, puede ser muy diversa.
Consideramos que los distintos sentimientos y las diversas posturas son respetables, y a su vez han de ser respetuosas con las demás y entenderse desde la conciencia de la diversidad que nos caracteriza. No hay una única voz de las víctimas ni un discurso que nos represente a todas. Esto es importante que se tenga en cuenta; tanto por parte de la clase política, para no utilizarnos, como por parte de los medios de comunicación, para no caer en el morbo y el titular grueso.
A nuestro parecer, también nosotras mismas hemos de ser cuidadosas a la hora de expresar nuestras opiniones. Últimamente estamos asistiendo con una enorme tristeza al enfrentamiento entre unas víctimas y otras. La solidaridad y el apoyo mutuo es un gran valor que no debemos perder. Las fuertes vivencias que nos unen son mucho más importantes que nuestra disparidad de opiniones. Además, las víctimas hemos sido durante muchos años ejemplos de dignidad. Hemos luchado mucho hasta conseguir que se nos visibilice y nos hemos constituido en un referente moral. Ahora, corremos el riesgo de perder el patrimonio que hemos conseguido a lo largo de muchos años.
Observamos con preocupación cómo se está deteriorando la confianza en el Estado de Derecho, que ha sido nuestra mejor y única arma, gracias a la cuál se ha derrotado a ETA. Por nuestra parte, mantenemos el respeto hacia las instituciones democráticas y hacia el ordenamiento jurídico vigente, independientemente de que algunas decisiones nos gustan y otras no. Pensamos que debemos confiar en las instituciones y en las actuaciones que se pongan en marcha al objeto de afianzar la convivencia. Al mismo tiempo, debemos hacer una labor de vigilancia y exigencia de que siempre se ajusten a la legalidad y no supongan apear en el camino ninguno de los principios éticos y políticos en los que se basa la convivencia democrática en libertad.
(MARTA, CARLOS Y SARA BUESA RODRÍGUEZ) 

14 septiembre 2012

La soledad de los mayores

Me encontré de frente con una aglomeración silenciosa que picó mi curiosidad y de súbito lo vi. Era un pie lo que provocó mi inquietud, un pie descalzo, cansado de las muchas patadas que había dado a la vida, marcado por las durezas a las que había tenido que hacer frente y al final, envejecido. 
Fue un flash, un segundo que se quedó colgado en mi mente creándome un gran desasosiego. Ese pie desnudo, que en la caída de su dueño desde el octavo piso había perdido su zapatilla, se liberaba del silencio al que seguramente durante largo tiempo había estado sometido. 
¿Y la zapatilla? Tal vez en un momento dado alguien se encuentre con ella. Pocas cosas hay tan inquietantes como encontrarse una zapatilla usada. Como esos zapatos que jalonan la orilla del Danubio. Cientos de judíos húngaros los dejaron en la orilla del río antes de que se les disparara un tiro en la nuca y fueran arrojados al agua. 
En este caso, de haber encontrado yo la zapatilla, se la hubiera puesto para cubrir esa desnudez que gritaba al mundo y así, hubiera metido ese pie en su propio ataúd para acallar tanta miseria y abandono al que sometemos a nuestros mayores.
O tal vez no. 
Tal vez sea mejor que la terrible realidad se manifieste, al igual que la proclaman esos zapatos usados al lado del Danubio aunque guardemos un silencio vergonzante. La zapatilla nos haría sentir culpables a la vez que nos avisaría de la triste soledad que nos espera.
© María Pilar

05 septiembre 2012

El robo de bicicletas preocupa en Vitoria

Era un día como otro cualquiera de aquellas felices vacaciones cuando entró en casa. No se acercó a darme un beso, no me susurró:me enamoras cada día más ni vi en su mirada un atisbo de deseo ni escuché su corazón desbocado. Su cara estaba descompuesta, miraba como ido, algo muy grave le había pasado para presentarse así. Apesadumbrado, cayó derrotado en un sillón y se cubrió la cara con las manos.
—No me lo puedo creer, me la han robado. Un minuto, solo un minuto y me la han levantado.
Fuimos a poner la denuncia correspondiente. El policía nos dijo que pintaba mal, que en la ciudad se denuncian cuatro robos de bicis diarios y casi ninguno se llega a resolver. Creí que esto no le ayudaría en absoluto y para consolarlo le prometí una bici nueva para su próximo cumpleaños.
—No, no y no. Ninguna otra podrá sustituir a la mía.
Que el ciclismo le gustaba no era ninguna novedad, la novedad era descubrir que lo que de verdad le quitaba el sueño era el robo de su bici y esto, a una persona como él tan ecuánime y equilibrado era difícil de entender. Cierro los ojos y en mi recuerdo lo veo limpiándola cuidadosamente para que brillara como el primer día, cabalgarla diariamente cortando el viento con una expresión de satisfacción infinita, contarme con una sonrisa el recorrido del día y lo bien que le respondía...Ahora lo veo con una nueva dimensión a la vista de las circunstancias actuales y me pregunto: ¿Cuándo me ha acariciado a mí con el mimo y la delicadeza que lo hacía a su bicicleta? .
Nuestras rutas ya no fueron las habituales. Nos movíamos por sitios de bicis. Preguntamos a conocidos y ajenos. En cuanto veía bicis las observaba bien y me decía: yo la conozco, la conozco perfectamente y verás como un día agarre al ladrón... Así empezó a formar parte de nuestra relación y se convirtió en la amante ausente. Éramos un trío y los tríos a la larga nunca acaban bien.
Su obsesión fue en aumento a medida que mi paciencia se iba agotando. Hice un esfuerzo por desbaratar esa idea que lo corroía, pero fue una batalla perdida. La sombra de una bici se ha convertido en la gran usurpadora de nuestro tiempo, nuestro espacio y nuestra relación. 

La vida nos ha ido cambiando y la relación se ha ido distanciando hasta el punto de no ser capaces de superar el embrollo en el que estamos metidos por una maldita bicicleta.
© María Pilar

29 agosto 2012

Entre Culturas - Español para Inmigrantes -


Título: El emigrante
Texto completo: —¿Olvida usted algo?
     —Ojalá

El diablo es extranjero

El culpómetro indica que el inmigrante viene a robarnos el empleo. Y el peligrosímetro lo señala con la luz roja. Si el intruso, el venido de afuera, es joven y pobre y no es blanco, está condenado a primera vista por indigencia o inclinación al caos o portación de piel. Pero si no es joven ni pobre, ni oscuro, de todos modos merece la malvenida porque ha venido a trabajar el doble a cambio de la mitad. El pánico a la pérdida del empleo es uno de los miedos más poderosos en estos tiempos del mundo gobernado por el miedo.
Y la verdad es que el inmigrante está siempre situado a primera mano, ahí no más, a la vista, a la hora de encontrar culpables del desempleo, de la inseguridad y de otras muchas desgracias.
Antes Europa derramaba sobre el mundo, sobre el mundo entero: soldados, presos, campesinos muertos de hambre... que eran protagonistas de las aventuras coloniales y han pasado a la historia como mensajeros de Dios. Era la civilización lanzada al rescate de la barbarie.
Ahora el viaje ocurre al revés. Eso quiere ser la invasión de los invadidos. Los que llegan o intenta llegar desde el sur al norte son protagonistas de las desventuras coloniales que pasan a la historia como mensajeros del Diablo. Es la barbarie lanzada al asalto de la civilización.

de Eduardo galeano
©María Pilar

10 julio 2012

El valor del silencio

Me han bastado dos días de paso por mi pueblo para constatar que sigue meciéndose en amplios campos de cereales que ya secos, le susurran sus nanas características ante la suave caricia del viento. Es el acompañamiento a tanta explosión cantarina de grillos, cigarras y mirlos. El viento nos trae aromas de tomillo, romero y espliego y en casa brillan en el cesto las cerezas recién cogidas.
El caserío evoluciona lentamente, pero dando una vuelta nos encontramos con casas, rincones y restos de murallas que como un libro abierto te retrotraen al pasado histórico que con la modernidad no ha sucumbido sino que se ha hecho más visible. No ocurre lo mismo con otros elementos de un pasado no tan lejano, a los que las telarañas y el polvo los están acallando.
Sólo algunos ojos pueden contárnoslo tal como ellos lo ven y digo ojos porque el grupo de personas mayores que se sientan en los bancos de la plaza a la sombra de los frondosos plataneros, pasan las horas rumiando sus silencios cargados de ausencias. No han necesitado a J.C. Onetti para aprender que las palabras sólo se usan si mejoran el silencio. Aun siendo vasos llenos a rebosar de sabiduría y de experiencia, no les sacas más que monosílabos y eso al principio porque después, con su silencio te invitan a quedarte o marcharte.
Su silencio grita algo que no podemos oír porque estamos empeñados en la algarabía de nuestras voces, de nuestras palabras vacías, con la única pretensión de no afrontarlo. Es difícil poner en valor el silencio en esta nuestra sociedad que está caracterizada por la multiplicación de palabras hasta el infinito, aunque la mayor parte sean eco de lo que otros dicen; como loros nos estamos convirtiendo en correas de transmisión sin reflexionar, sin aportar nada nuevo, porque todo vale menos escuchar el silencio
© María Pilar

28 junio 2012

Sonámbula

Se levantaba por la noche. 
Deambulaba por la casa como alma sin dueño. 
Encendía las bombillas desnudas que colgaban del techo y con su pálida luz amarilla disipaban la oscuridad, aunque ella no las necesitaba porque caminaba con los pasos ciegos del que no ve el mundo exterior, sin voluntad ni decisión. 
Contestaba incoherencias cuando le preguntaban y todos así lo proclamaban: "Es sonámbula".
El recuerdo que tiene de sus paseos de nocturnos no responde a una experiencia vivida sino a algo que le han contado, porque su voz en esos momentos era la voz que proviene de los sueños y no de la garganta y sus ojos abiertos, hacia esos mundos oníricos miraban.
Tantas veces le han contado lo que hacía o decía que lo ha fijado en su memoria como una fotografía, de ahí que solo se ve a sí misma como una imagen que le devuelve el espejo de su adolescencia con cara de niña y expresión seria, ojos abiertos, camisón blanco y los pies descalzos a pesar del frío.
De su madre, que era la que siempre la reconducía a la cama, ni un recuerdo ni una imagen, nada; porque a pesar de sus grandes ojos abiertos nunca la llegó a ver, ni sus oídos escucharon sus palabras, ni captó su tacto, ni le llegó su aroma. 

Vivía el sueño del sonámbulo.

23 junio 2012

La RAE "ratifica" el matrimonio gay




Las palabras del texto siguiente parecen sacadas del reino de Frikilandia, pero no; la mismísima Real Academia de la Lengua Española las ha dado por correctas. Las podremos seguir usando como hasta ahora, pero sabiendo que además de estar en la calle también están en el diccionario de la Lengua Española lo que las “santifica”,  pues han entrado en él por la puerta grande:


Una friki con gayumbos se ha colado de okupa sin ningún acojonamiento en mi canalillo. Mientras chateaba en spanglish con mis amigos blogueros estrenando mi nueva tableta, me ha pasado un lápiz y en cuanto he hecho la conexión USB he podido leer:
"Pasa de trifulcas entre peperos y sociatas porque son un peñazo, vamos a la fiesta isidril donde formaremos un matrimonio gay que, aunque para los euroescépticos sea un proceso de inculturación, es más globalizante que la actividad de los teletrabajadores y con nuestra actitud empática lo haremos más incluyente".
© María Pilar

16 junio 2012

Pobres pero honrados

No hace mucho tiempo la gente de este país decía con orgullo pobres pero honrados y era una norma de conducta que intentaban inculcar a sus descendientes.
Tiempos aquellos en los que el reclamo turístico era la pandereta, los toros y el sol y los de fuera le pusieron la música: que viva España, vaya como contrapunto, que también fueron los que nos enseñaron a leer la Historia de España, así con mayúsculas, la de verdad.
Después se metió todo en el mismo saco y se empezó a rechazar tanto la pandereta como la honradez que suponía esfuerzo y trabajo para alcanzar algún logro en la vida.
Se le dio la vuelta de tal manera que ser honrado vino a ser sinónimo de bueno y bueno de tonto, era normal decir: "De puro bueno parece tonto" y rápidamente se abrió la veda. En un país con la tradición picaresca que tiene éste, no les fue difícil a muchos exhibirse en toda su autenticidad. Lo que contaba era ser rico, los medios no importaban, al fin y al cabo casi nadie pasa de presunto y como mucho, si tienen que irse a casa se van con la bolsa a rebosar.
Empresarios, banqueros, políticos y jueces han vendido como seña de identidad del país el despilfarro, la falta de ética en la proyección política, escándalos de fraude, corrupción organizada y demás tropelías con las que han tejido la caja de Pandora de la que se desprende un olor nauseabundo.
Se impone un relevo generacional, que la generación mejor preparada de todos los tiempos, interrumpa su exilio a países extranjeros y se tome la revancha contra tanto falsificador, corruptor y amante del dinero público.
© María Pilar

10 junio 2012

Lágrimas silenciosas de un niño

Como todos los días la joven profesora saluda a los niños con una amplia sonrisa. Un grupo rodea a un niño de pelo castaño y piel transparente cuestionándole el porqué de su cara marcada.
—Me he caído en el parque con el monopatín —les contesta con una voz tímida y adorable, pero ausente de toda su gracia natural. 

A la profesora no se le escapa el leve rubor de sus mejillas y la falta de chispa en sus ojos. Pronto los otros niños vuelven con su inocencia a su bullicio habitual y él rápidamente aparta sus grandes ojos de la mirada de ella.
Sentado ya en su sitio, la profesora, en lo que dura un pestañeo, recoge la mirada cargada de pesadumbre que él le lanza. El niño aprieta los labios y unas lágrimas silenciosas, discretas y llenas de pudor corren por sus mejillas. Ni un hipo, ni un gesto que delate a los demás toda la angustia que le ahoga.

Ella sabe lo que tiene que hacer, y vaya que si lo va a hacer, pero ahora lo más inmediato es hacerle sentir su compañía, que sepa que no está solo, que ella lo va ayudar.
© María Pilar

02 junio 2012

La mosca cojonera y el Sr. Carlos Dívar

A Pepito grillo lo han sacado de este país camuflado en una maleta con destino a Suiza. Tenemos a la mosca cojonera, la única que nos dio una lección de saber estar ante las cámaras con naturalidad y alegría. Se coló en La noche en 24 horas de TVE y nos demostró con ágiles movimientos lo pertinaz que es para divertir y captar el interés de los telespectadores cuando es a otros a los que incordia.
Los tertulianos, petrificados como siempre, aguantaban estoicamente manteniendo su rígida postura sin descomponer el gesto; tan solo algún movimiento suave de una mano a ras de mesa para que la cámara no lo captase.
El debate económico languidecía con las voces sesudas y repetitivas de los comentaristas, cuando ya los telespectadores estábamos en otra película: La mosca en la nariz de un contertulio, de alfiler en la solapa, acariciando una mejilla, columpiándose en un pelo, revoloteando por las indescifrables cifras económicas…
Nos pusieron un vídeo y a la vuelta continuó la tertulia como si nada. Pero seguimos sonriendo buscando a la mosca que se había quedado grabada en nuestra imaginación y era la única que en medio de un debate económico, con la que está cayendo en este país, se había atrevido a hacer una cuchufleta atraída por el olor de la corrupción de los allí presentes que, ironías de la vida, hablaban del comportamiento ético en la economía.
Volví a verla actuar, pequeñita y revoltosa. De una manera vulgar y tan pesada como de costumbre, esta vez eligió la nariz del Sr. Carlos Divar, Presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, buen conocedor de los juzgados de este país y que se ha hecho famoso por "El escándalo de los viajes a Marbella". Con la seriedad de los que se creen intocables, apelaba a la tranquilidad de su conciencia como única justificación del gasto que ha hecho del dinero público para pagar sus cuentas privadas.
© María Pilar

29 mayo 2012

El cachorro del maltratador


Cuando, como cada tarde, regrese su padre a casa, tendrá la impresión de que reina una paz siniestra, el caos por doquier será testigo de una pelea anterior. Un rayo de sol incidirá en los cristales del ventanal descomponiéndose en mil pedazos para dibujar el perfil de ella yaciendo en el charco de su propia sangre. “¡Ya tienes tu merecido, zorra!” le gritará y entonces..., caerá en la cuenta. Como un loco lo buscará, pero hoy él tiene su pistola.
© María Pilar

26 mayo 2012

La vergüenza de Europa - GÜNTER GRASS –

Aunque próxima al caos, por no agradar al mercado,
Lejos estás de la tierra que tu cuna fue.
Lo que con el alma buscaste y creíste encontrar
Hoy lo desechas peor que chatarra valorado.
Desnuda en la picota del deudor, sufre una nación
A la que dar las gracias era antaño lo más natural.

País condenado a ser pobre,
Cuya riqueza adorna cuidados museos: botín por ti vigilado.
Los que invadieron con armas esa tierra bendita de islas
Llevaban, con su uniforme, a Hölderlin en la mochila.
País tolerado ya apenas, a cuyos coroneles
Toleraste un día en calidad de aliados.

País sin ley al que el poder, que siempre tiene razón,
Aprieta el cinturón más y más.
Desafiándote viste de negro Antígona
Y en el país entero hoy lleva luto el pueblo cuyo huésped eras.
Pero, fuera de ese país, el cortejo de parientes de Creso
Ha acumulado en tus cámaras cuanto brillaba dorado.

¡Bebe de una vez, bebe! Grita la clac de los comisarios,
Pero airado te devuelve Sócrates su copa a rebosar.
Maldecirán los dioses a coro lo que te pertenece,
Pero sin tu permiso no se podrá expropiar el Olimpo.
Sin ese país, te marchitarás, Europa,
Privada del espíritu que un día te concibió.

Autor: Günter Grass (Traducción de Miguel Sáenz)

19 mayo 2012

Indignados en la RAE

Yo también estoy indignada, indignada no practicante en plazas y calles, pero indignada y cada día con las noticias que nos bombardean mi indignación crece. Estamos en el epicentro de una espiral que nos está tragando y de la que no sabemos salir.
La indignación es lógica, pero los esfuerzos individuales no llevan a nada: si callas consientes. Toda esa gente, indignada como yo, se ha juntado porque la exigencia colectiva de responsabilidades es la única que se puede hacer oír. Este es su gran logro, ha sabido aunar el dinamismo de muchas mentalidades diferentes en una sola dirección.
¿Cómo es posible que tanto jefe, directivo o asesor no se hayan enterado de nada? No entendían o no querían entender, o más bien no querían que los demás entendiéramos. ¿Dónde está la transparencia, objetividad y eficacia de esa casta de gestores tan fabulosamente pagados?
La prima de riesgo atrevida y descarada es la única que engorda, —con primas así no necesitamos enemigos— se hace acompañar de tres agencias cacatúas que repiten a los cuatro vientos la mala situación económica de este país y todas ellas la ponen en números rojos. ¡Vaya circo! Si no fuera por lo terriblemente dramático de sus consecuencias: desayunamos con recortes, comemos cifras espeluznantes de parados, de cena el polvo de los depósitos que se volatilizan y a descansar si puedes con más déficit, más recesión y más subida de impuestos.
Ante panorama tan desolador, no me queda más que reivindicar a la RAE que introduzca en el Diccionario de la Lengua Española la nueva acepción de la palabra indignados como resultado de la erosión del estado de bienestar tanto a nivel jurídico como material.
© María Pilar

13 mayo 2012

Parque Nacional de Aigüestortes i Sant Maurici (2)

Otro mundo es posible y al menos durante unos días nos sumergimos en él. Por fin las fuertes y continuas borrascas han pasado y el sol que amanece tímido va cogiendo fuerza en su pelea con la nieve a la que va obligando a retirarse. Los duros hielos son más resistentes y graban nuestras pisadas firmes, a veces; inseguras por momentos; pero la marcha bien merece la pena disfrutando de las agradables vistas y de la atmósfera que luce sus transparencias sobre este precioso lugar de altas montañas. La nieve que lo había uniformado todo en los últimos días, va dejando paso al verde oscuro del bosque de abetos y pino negro que sostiene las altas cumbres nevadas intentando tocar el azul del cielo.
El emblemático lago Sant Maurici semeja una gran pista de hielo para hacer acrobacias al ritmo del run-run del agua que acompaña la melodía de tantos trinos que se oyen por doquier. Al lado del lago, Les Encantats se retuercen con un grito desgarrador sin poder evitar la maldición que los está convirtiendo en piedra.
Seguimos la empinada cuesta, podemos distinguir el caudal del agua del río Escrita por su sonido en los diferentes tramos. Ahora nos desconcierta un ruido ensordecedor, es la cascada de Ratera que se precipita al vacío con tal ímpetu y fuerza que arrastra todo lo que encuentra a su paso. Y es que el protagonista durante todo el recorrido es el agua que salta, corre y brinca juguetona y divertida, a veces se pone a nuestro nivel a veces juega al escondite y otras, te sobrecoge.
Aquí y allá saltan instantes poéticos donde el alma de la Naturaleza brilla en su plenitud, el reflejo del sol abrillantando el musgo del sotobosque, el contraste entre la grandiosidad del lugar y las pequeñas y delicadas flores de vivos colores, la musicalidad de fondo, el olor a naturaleza pura, en su esencia.
© María Pilar

08 mayo 2012

El Parque Nacional de Aigüestortes i Sant Maurici (1)

National Geographic
El sol que desde el amanecer ha asomado por los picos más altos ahora inunda el valle y una atmósfera limpia flota por doquier. El frío del alba ha ido cediendo el paso a una temperatura fresca, pero agradable.
¡Qué generosa ha sido la Naturaleza con esta parte del mundo! La ha situado en un entorno tan singular y bello que allá donde dirijas la mirada te encuentras con magníficos paisajes para disfrutar e intentar retenerlos en la memoria de vuelta a casa.
Nos cuentan en el lugar que Franco vino a inaugurar un pantano y se quedó tan prendado del entorno natural que, mediante decreto, lo declaró Parque Nacional de Aigüestortes i Sant Maurici el 21 de octubre de 1955. Los terrenos eran privados por la parte de Boí y comunales por la de Espot, pero él era el Generalísimo.
Pueblos con encanto de trazado montañés en los valles de acceso y rutas encantadoras las que recorren el parque. Vamos dejando nuestras huellas junto a las del jabalí que nos ha precedido, siguiendo el curso del río Sant Nicolau que serpentea juguetón escondiéndose a veces entre pinares para aparecer con nuevo ímpetu y fuerza en espectaculares cascadas como la de Sant Espirit. Antes nos habíamos deleitado con las transparentes aguas del estany LLebreta que nos devolvía el reflejo de los montes que en él se contemplan. Delicadas flores de vivos colores nos anuncian que la primavera ya ha llegado. ¡Cómo embellecen el paisaje en contraste con las altas cumbres!
El camino se va elevando envuelto en el rumor del río al que se unen alegres trinos de las aves que habitan el bosque. Dos rebecos pastan tranquilamente a gran altura, un astuto zorro al sentirse observado se oculta en una zona rocosa y una ardilla negra se columpia en una rama. La marmota nos cruza ¿no tenía que estar durmiendo? El quebrantahuesos nos sobrevuela y el pito negro ha dejado un gran trabajo de carpintería en los árboles muertos. No, con ella no nos encontramos: la víbora, el reptil más representativo del parque, dicen que es muy tímida.
Al llegar al llano de Aigüestortes la impresión te sobrecoge, los característicos meandros de alta montaña más parecen pequeños lagos entre pinos y praderas, el silencio apacible me lleva a pensar en el origen de la vida. La vista al valle es espectacular rodeado por las altas montañas nevadas cuyo perfil se dibuja perfectamente sobre un cielo azul.
Más adelante el estany Llong al pie del Portarró de Espot cargado de nieve nos indica el fin de nuestro recorrido.
© María Pilar