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Mostrando entradas de diciembre, 2019

Nunca me abandones

La adolescencia de María es un tren con el traqueteo de los del pasado. Un tren que, con sus silbidos envueltos en hollín, deja atrás los ondulados campos castellanos y serpentea por las montañas inabarcables del País Vasco. De mañana, su padre la lleva a la estación. Le coloca la maleta en el estante superior del compartimento y, mirando el billete, le indica el sitio donde tiene que sentarse; junto a la ventana. —No me dejes —le dice ella. —Nunca. Ya sabes lo mucho que te quiero —le contesta revolviéndole el pelo. La atrae hacia sí y la abraza a la vez que le pregunta: «¿Lista para tu aventura?» María hace un gesto afirmativo con la cabeza gacha. La gente se arremolina en el andén para despedir a los que se van; raudos cargan bultos y maletas, los últimos abrazos y besos, otros dicen adiós con la mano. Con el sonido estridente del pitido, el tren se pone en marcha y la figura del padre se empequeñece hasta quedar reducida a un punto inexistente. A ella le invade una sensación ex

Hubo un tiempo

Hubo un tiempo, en el que creí que Dios era un ojo atrapado en un triángulo equilátero. En ese tiempo pasado, pensaba que el ratoncito Pérez vendría con nocturnidad, a llevarse mi recién caído diente de leche, como el mío no se lo llevó dejé de creer en él. Llegaron después los años de catecismo, para hacer la primera comunión, durante los que supuse que había un cielo diáfano y feliz para los buenos y un infierno ardiendo en un fuego perpetuo para los malos.  Durante mi infancia estuve convencida de que los Reyes Magos de Oriente dejaban regalos a los niños buenos por Navidad, a mí no me traían nada, ni siquiera carbón. ¡Qué descarados! También me contaban que las cigüeñas traían a los bebés, pero en mi casa, mamá se acostaba y después nacía un hermano sin que cigüeña alguna intermediase. Los mayores mentían mucho, lo que era un pecado venial, tal vez por eso se acercaban al confesonario donde el cura los escuchaba a través de una rejilla y los perdonaba si cumplían una penitencia.