Hay personas que se convierten en personajes al dejar tras ellos una historia que abarca a todo un pueblo. La historia de Felipe es la de la voz de la memoria. Un repertorio de versos que aprendió de joven y no olvidará nunca. A través de sus palabras, la tradición se perpetúa cada año en la celebración de la fiesta de Santo Tomás de Aquino, en Villamediana.
En la iglesia, frente al altar del santo, con la seguridad que le da su prodigiosa memoria, Felipe proyecta la voz de manera fluida, sin titubeos. Por momentos, la emoción pende en la lágrima que brilla en el borde del párpado, sin llegar a caer, porque sabe el significado profundo que encierra cada palabra. No son simples versos, se necesitan cinco o seis páginas para escribirlos. Las sostiene enrolladas en la mano derecha, la que dirige al santo para enfatizar, y es al que mira en todo momento porque es con el que conversa. Los demás somos invitados, emocionados y agradecidos. A Felipe se le ve profundamente concentrado y resplandece en su sencillez, como si se encontraran solo el santo y él. Le habla con respeto y admiración, lo felicita por su sabiduría y se presenta como una persona humilde del campo.
Quisiera con alegría publicar mis memorias.
Pero ¿qué publico yo si ya todo nos lo ha dicho el sabio predicador?
Si, para recoger mi cuento, para buscar belleza,
Solo busco tu pureza, solo busco tus encantos.
Con la musicalidad que le brinda la rima, va haciendo los papeles que en otro tiempo se turnaban entre varios. A veces, es un labriego; otras, un militar; también, aquel que tuvo que salir del pueblo, y el que celebra la quinta del veinticinco. Contagia con su fervor a todos los vecinos que escuchan atentos el recital. Nadie quiere perderse ni una sola palabra de las que va desgranando. Y todos quedan fascinados con el poder mágico de su voz que relata vivencias familiares, tradiciones, formas de vida y creencias que conforman la idiosincrasia del pueblo.
Las fiestas de Santo Tomás desaparecieron para poner en su lugar las del Beato Francisco, el último fin de semana de agosto. En esas fechas, el pueblo se llenaba de gente con aquellos que volvían a pasar las vacaciones de verano, mientras que en marzo estaba casi vacío desde que perdió población con la emigración de la segunda mitad del siglo XX. A medida que transcurrieron los años, la nostalgia que quedaba en algunos hizo que los más jóvenes les preguntaran: «¿Cómo celebrabais las fiestas en vuestra época?» Por suerte, no había pasado tanto tiempo, y en el recuerdo de muchos estaban los sones de los festejos con el jolgorio y colorido que llenaban el pueblo esos días. Se trataba de una festividad que contenía la salida de los danzantes, la procesión del santo, la ceremonia de la prisión y los versos que se le lanzaban una vez liberado. Versos que venían de muy atrás y en ellos, nuestros antepasados habían volcado la identidad del pueblo en aquella particular ceremonia litúrgica. Sin embargo, en los tiempos modernos, todo se había abandonado al olvido. Un grupo formado por jóvenes entusiastas y mayores nostálgicos se propuso recuperarlas. Fue tanto el ardor con el que emprendieron la tarea, que todos los vecinos se unieron. Al fin y al cabo, esas celebraciones formaban parte de las vivencias que todos tenían de las fiestas del pueblo.
Afortunadamente, estaba Felipe que sabía de memoria los versos en toda su extensión. El pueblo tenía un tesoro escondido y lo desconocía.
Él no es consciente de la admirable proeza de que, a través de su voz, permanezcan vivos estos versos. «Cosas sin importancia», parece decir con el gesto cuando le preguntas cómo lo consigue a sus casi noventa años. Así de humilde es. Siempre ha sido un amante de la cultura y tradiciones del pueblo. Ya desde joven, cuando escuchaba los versos, los iba memorizando con gran facilidad y luego los repetía para no olvidarlos. Cada siete de marzo lo da todo, después, se va tranquilo a su casa, satisfecho de haber tenido la fortuna de lanzar, un año más, los versos al santo.
Me ha encantado 😘😘
ResponderEliminarGracias, Towanda, por pasarte y dejarme tu comentario.
EliminarUn abrazo.
Felipe es el vestigio de otro tiempo. Supongo que ya tiene atado un relevo para cuando a él se le apague la luz.
ResponderEliminarY supones bien. El relevo no solo será generacional, sino de género también. Lo hará una mujer.
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