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Mostrando las entradas etiquetadas como #madre

El nacimiento de mi hija

Anoche me preguntaste: «¿A qué hora nací?». Con esa pregunta despertaste los recuerdos imposibles de olvidar de hace 20 años. Era sábado cuando naciste, el 17 de marzo de 1990, pasadas las tres de la mañana.  Todo empezó el viernes por la tarde, yo sentía que tú querías salir. Con el recuerdo del primer parto en la memoria, no quería pasar de nuevo por la tortura de la oxitocina. Para hacer tiempo, me fui a la peluquería. De vuelta a casa pasaban las horas muy lentas. Anochecía cuando noté el líquido correr entre mis piernas. Aita me llevó a la clínica.  El parto fue espontáneo, lo que quiere decir que lo hicimos solamente las dos, sin intervención médico-quirúrgica ni administración de oxitocina ni anestesia. En la sala de partos estaba la matrona. Me dijo que ya se te veía la cabeza. Entró el ginecólogo como una exhalación antes de que nacieras. Lo habíamos sacado de la cama y tuvo que desplazarse desde su casa con urgencia. Comentó que la mayor parte de los niños nacen ...

La gastroenteritis de Amaia

Mi hermana mayor, Amaia, está ingresada en el hospital de Txagorrichu con gastroenteritis. El médico ha prescrito el uso de pañales, pero Amaia grita con su lengua de trapo que no es un bebé, que ella lleva bragas, ¡sus bragas! Ya no le quedan limpias y la enfermera le trae unas desechables. «Ni hablar», dice. Solo quiere las suyas y si no, pues nada. A mi hermana, desde que nació, le consentimos todos los caprichos porque mis padres opinan que bastante tiene la pobre con lo que le ha tocado en la vida.  —¿Por qué Amaia no es como las demás niñas? —les preguntaba de pequeña.  —Porque una mujer bizca se acercó al cochecito en el que la llevaba recién nacida y como no se la dejé coger le echó el mal de ojo —me contestaba mi madre. Me he pasado la vida cruzando los dedos y bajando la mirada atemorizada cada vez que me encontraba con un bizco por temor a su influjo maléfico. Ahora Amaia tiene 41 años, está oronda y el hechizo que le ocasionó aquella mujer cuando tan solo e...

Día de todos los Santos

Entre la gente que acudía al funeral de un vecino del pueblo, pasó la tapia del cementerio al que no había vuelto desde que su esposa se fue. Su andar, con los brazos caídos y un tanto apesadumbrado, le llevó hasta donde ella estaba. Se quedó de pie a su lado. Su mirada fija parecía repasar el nombre que el cincel había tallado en el mármol de la lápida. A un lateral, el grupo del nuevo entierro, flores frescas, sepulcro brillante, suspiros y algún llanto ahogado le pasaban desapercibidos. El enterramiento se alargaba porque se había fundido la losa de mármol junto a su base y los sepultureros se esforzaban para poderla abrir, pero para él todo quedaba anulado y seguía absorto recogiendo en los susurros del viento las voces lejanas de vivencias que les pertenecían solo a ellos dos. En aquella soledad, con tantas presencias silenciosas, el tiempo pasaba y ya se había quedado solo con su diálogo interior. Un rictus en la cara manifestaba que algo se le movía por dentro, algo que si a...