07 mayo 2010

Homenaje a Miguel Hernández


Me uno a la iniciativa homenaje al poeta Miguel Hernández cuando se cumplen, durante el presente 2010, los cien años de su nacimiento. Qué puedo decir yo de Miguel Hernández que no se haya dicho ya. Me Basta cerrar los ojos para percibirlo en su Orihuela natal pastoreando cabras a la vez que crea versos. ¡Cuánto entusiasmo adolescente con los autores clásicos a los que empieza a imitar! Visitante absorbido por la ciudad de Madrid, en las inolvidables tertulias en las que se impregna como una esponja para pulir su estilo, que no su creación. El ingenio forma parte de su equipaje, unido al pueblo y a su compromiso social y político. Amante de la República, ¿qué otra opción podía elegir en la guerra un hombre tan leal como él?
 
Por las gestiones que Neruda hizo ante un cardenal fue puesto en libertad en el 1939. En su pueblo, fue delatado y detenido nuevamente para morir en la cárcel en 1942.
Tratándose de un poeta, el mejor homenaje que podemos rendirle es recuperar su palabra para rescatar su memoria más allá de los discursos y las biografías.

Yo elijo 
«Las Nanas de la Cebolla». Estas nanas las escribió Miguel estando en la cárcel. Su esposa, Josefina, le mandó una carta diciéndole que no tenía para comer más que pan y cebolla, por lo que no podía amamantar a su hijo, entonces un bebé. Miguel se deprimió mucho al saberlo, y escribió las «Nanas de la cebolla» para ella y para el niño. Después se las envió junto con esta carta:

Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros o desesperarme

Manuel Miguel, su hijo, sobrevivió a la guerra y falleció en Elche, a los 45 años, en mayo de 1984. Casado con Lucía Izquierdo, tuvo una hija, Mª José y un hijo, Miguel, ambos viven con su madre en Elche. El hermano de Manuel Miguel se llamó Manuel Ramón. Miguel Hernández puso siempre Manuel a sus hijos, como su suegro, el padre de Josefina, guardia civil asesinado en Elda al comienzo de la guerra. 

La familia no podía visitar al poeta en la cárcel, pues él y Josefina no estaban casados por la iglesia y Manuel Miguel no estaba bautizado. A pesar de todo, Miguel Hernández pudo ver algunas veces a su hijo en brazos de una señora de su pueblo que iba a visitar a su marido con su hija. Los vigilantes de la cárcel no descubrieron el cambiazo. La boda religiosa se celebró el 4 de marzo de 1942, veinticuatro días antes del fallecimiento del poeta. Su firma aparece temblorosa en el acta de esponsales por lo enfermo que estaba.

Miguel Hernández fue dibujado por su compañero de celda A. Buero Vallejo (dramaturgo). Miguel le comentó que temía que su hijo, un bebé, no le recordara cuando lo viera, así que le pidió que le hiciera un retrato para mandárselo a su mujer. A esta le dijo que se lo enseñara al niño cada día y le hablara de su padre.

© María Pilar

06 mayo 2010

Soy una auténtica ilusionista

Soy una auténtica ilusionista
Sin bola de cristal
Con una caja mágica
Que no me ha de abandonar.

Tengo una muñeca de trapo
Una peseta que no gasté
El olor a calor de trébede
El barro que a los zapatos quité.

Risas y llantos familiares
Alegre sol y miedo al desván
Repique de campanas a fiesta
A muerto suena su tantán.

Unas pinturas de colores
En su cajita de cartón
Para colorear las nubes
Que atrapadas tengo yo.

La escuela soleada
Con niñas sobre el pupitre
Aprietan los labios
Perfilan lo que escriben.

Una puerta de una casa
Por la que un día me escapé
No la cerré de golpe
Para otro día volver.

04 mayo 2010

Cuatro días en Londres

Londres tiene tanto que ver que se necesitan varios días para disfrutarla plenamente. Si como la mayoría de los mortales solo vamos cuatro días, los tenemos que llevar programados para aprovecharlos. 

Salimos desde Loiu (Bilbao) con Iberia hasta Heathrow (Londres) y volvimos con la misma línea. El idioma preferente en el avión y facturación de equipaje en castellano. Al llegar a Heathrow cogimos el Heathrow Connect que sale cada media hora y tarda 25 min. en llegar a Paddington Station. Cuesta ₤7.90, mucho más barato que el Heathrow Express que cuesta ₤15,5. 

Desenvolverse en el aeropuerto de Heathrow, aunque es el más transitado del mundo, es fácil si sigues las indicaciones. A nosotros nos llevaron, fácilmente, a las oficinas de la estación para comprar los billetes de Heathrow Connect, a las que accedimos en ascensor, pues están debajo de la terminal 3.

Llevábamos contratado por internet un hotel de 3 estrellas (equivale a una de aquí), con desayuno. Nos sorprendió gratamente. Está muy bien situado en Norfolk Square. Es una plaza muy tranquila y ajardinada, todos los edificios en torno a la misma son hoteles. Está en el distrito de Bayswater, en la zona 1. No se escucha ningún ruido, aunque Paddington está a cuatro pasos. Los alrededores, llenos de restaurantes, pubs y pequeños supermercados. Nos tocó una habitación grande, muy limpia y reformada.

Nuestra primera visita era incuestionable, estando al lado de Hyde Park y con un sol londinense que no nos ha abandonado en los cuatro días, aunque por ratos descansaba un poco entre nubes, qué otra cosa mejor podríamos hacer. El parque estaba precioso tanto en las zonas verdes como los espacios dedicados a flores. Impresionante por su tamaño y por la cantidad de personas que en ese momento paseaban en bici, practicaban atletismo o simplemente disfrutaban solos o en grupo en un ambiente natural al aire libre. Hasta las ardillas se dejaban fotografiar siendo cómplices de ese momento mágico. Sorprende su limpieza y esto lo amplío a toda la ciudad. Aunque por motivos de seguridad han retirado las papeleras, los londinenses colaboran y no tiran nada al suelo, con lo que están invitando a los turistas a hacer lo mismo. 

De regreso al hotel, cuando lo cruzamos por la noche, había cambiado por completo. Su escasa iluminación y la total ausencia de personas le daban un aspecto misterioso, aunque no nos sentimos inseguros. Solamente nos asustamos cuando una persona salió de entre unos arbustos y vino a nuestro encuentro. Al acercarse, comprobamos que era del cuerpo de la seguridad del parque. Él, simplemente, nos observó y pasó de largo.

En Londres hay que tener cuidado por dónde se cruza la calle. Los coches conducen por la izquierda y en los cruces siempre nos señalan look at the left o look at the right. Este primer día nos interesaba patearnos la ciudad para ver el ambiente de sus calles. En los siguientes, ya utilizamos el metro. Con un plano del metro y la travel card nos fue de maravilla. Cogíamos un bono diario en la estación de tren Paddington por ₤5.60, no necesita foto; off peak, o sea después de las 9.30 de la mañana y para la zona 1 que es la central y la que a nosotros nos interesaba. (Un solo viaje en metro cuesta ₤4). Así nuestra travel tenía el símbolo de ferrocarriles ingleses y con los vales que llevamos desde España entramos en todos los sitios que quisimos al 2 por 1. Solo nos dimos de alta en esta página http://www.daysoutguide.co.uk/ antes de ir, e imprimimos todos los vales de los sitios que deseábamos conocer. 

En Londres, al comprar el ticket del lugar que queríamos visitar, enseñábamos la travel  de ferrocarriles ingleses y nos daban el dos por uno sin ningún problema.

1° día. Vemos el Marble Arch de donde arranca la famosa Oxford Street, la dejamos para el día de compras, y a través de Hyde Park Corner llegamos a Buckingham Palace, (a las 11.30 es el cambio de guardia en días alternos porque estamos en abril. Nosotros pasamos de ese fenómeno tan turístico, porque el tiempo que tenemos lo queremos emplear en otras cosas) Desde ahí, cruzamos Saint Jame’s Park y pasando por the Cabinet War Rooms, nos encaminamos al Big Ben, Casas del Parlamento, Abadía de Westminster, haciéndonos en el camino las típicas fotos de recuerdo. Descansamos un poco en esta zona viendo cómo las tenues luces se iban encendiendo al atardecer, contemplando el London Eye y su reflejo en el Támesis. No es que Londres sea una ciudad muy iluminada, su luz nocturna recuerda a una tela fina de niebla que aparece en muchas de sus novelas. En ese entorno de Westminster el tiempo se nos pasó volando. Cruzando el puente de Westminster hay una zona ajardinada con comida italiana, Mac Donald… A nosotros nos vino muy bien.
2° día. Salimos en la estación de Westminster y nos encontramos con los edificios de Norman Shaw y con el Big Ben, el reloj más emblemático del mundo. Queremos entrar en las Casas del Parlamento, no se puede porque están en elecciones. Vemos la Abadía, impresionante, ₤17.80, no entra en el dos por uno. Es curioso, en este país los museos son gratis, las visitas a lugares civiles tienen descuento, incluso cervecerías, pubs, teas, restaurantes, los hay con el 2 por 1, pero la iglesia anglicana ha abandonado este sistema y solo admite dos maneras de entrar: o pagas o vas a los oficios religiosos. 
Visitamos St. Margaret Church y el Central Hall y nos vamos por la calle Whitehall hacia Trafalgar Square. Como curiosidad nos detenemos en el N.10 Down Street donde vive el presidente y un poco más allá a la derecha la Banqueting House, desde aquí ya vemos la Horse Guards. En ese momento están celebrando el cambio de guardia con todo esplendor. En Trafalgar Square, la Nacional Gallery nos reclama, pero lo dejamos para la tarde y nos vamos a Leicester Square a comer en uno de los muchos pubs que hay por allí, tipical english food. Después, nos acercamos a Seven Dials, al Cambridge Theatre, para sacar las entradas de Chicago, el musical. ¡Agradable sorpresa! Para ese día tienen una oferta, pero solo si eliges platea preferente, así lo hicimos y quedamos encantados.
«Ambientada en medio de la extravagante decadencia de los años 20, Chicago cuenta la historia de Roxie Hart y Velma Kelly, dos mujeres ambiciosas, encerradas por crímenes pasionales, luchan por ganarse el favor de Billy Flynn, un famoso abogado que utiliza a la prensa sensacionalista para conseguir la libertad de sus clientes. Ambas se enfrentarán por obtener la fama a toda costa». 

La Nacional Gallery responde a nuestras expectativas con creces, nos detenemos en los 16 cuadros que llevamos marcados y que no nos queremos perder, lo demás, lo vemos de paso.
Nos quedamos por la zona de Covent Garden llena de vida. En torno a la Piazza y Central Market, vemos la pequeña iglesia de St. Paul’s Church (que no hay que confundir con St. Paul’s Cathedral). Aunque lleno de gente, no sentimos agobio y nos compramos comida para llevar en uno de los bares. Nos sentamos en la plaza para comer viendo el espectáculo y escuchando español a nuestro alrededor. Por la noche, nos fuimos al musical.



3° día. El British Museum, es impresionante y no nos lo podíamos perder. Llevamos marcado lo que queremos ver con detenimiento: la Piedra Rosetta, las esculturas del Partenón, las momias y sarcófagos egipcios y la vasija romana de Portland.
Después, contemplamos Londres desde el London Eye, va tan despacio que no da vértigo, tarda media hora y nos ofrece espectaculares vistas de Londres. Precio ₤17.80 con el 2 por 1.
Aprovechamos que estamos en este lugar para hacer un crucero por el Támesis en el City Cruises y ver la ciudad desde el río, impresiona cuando llega el barco a Tower Bridge. Nos costó ₤10.50 con el 2 por 1. Comemos por la zona, yo pruebo los fish and chips famosos. Hay un paseo muy bonito siguiendo el río desde Westminster hasta la City. 


Dedicamos la tarde a la City, que es la parte más antigua de la ciudad, aunque su aspecto actual puede llevar a pensar lo contrario. Hay una columna conmemorativa del gran incendio que sufrió la ciudad en 1666, a la que se puede subir mediante sus 311 escalones para disfrutar de una maravillosa vista. Este hecho, más los intensos bombardeos sufridos en la Segunda Guerra Mundial, han transformado por completo este barrio, que hoy en día es el centro financiero de Londres, y uno de los más importantes del mundo. No se puede pasar de largo ante la torre de Londres, con toda su carga de misterio histórico relacionado con la realeza londinense, escenario de pasiones, traiciones y muertes. ₤17 la entrada con el dos por uno. Tower Bridge es una maravilla, llevábamos el vale para subir, pero no lo utilizamos y nos conformamos con contemplarlo que creemos que es lo que merece la pena.

A las cinco estamos sentados en un banco de la St. Paul’s Cathedral oyendo cantar las vísperas a los anglicanos de la catedral y descansando un rato, cuando terminaron visitamos detenidamente la catedral.(no entra en el dos por uno y tampoco sacamos la entrada). Cruzamos el puente del Millerium hasta el Tate Modern.


Al atardecer nos vamos a Piccadilly Circus para conocer la zona y hacer algunas compras. Al llegar a la plaza la imagen nos resulta familiar, los carteles se van iluminando, en la fuente de Eros no hay ni un sitio libre donde sentarse, es el lugar más animado que hemos visto en Londres. En la misma plaza está el Trocadero que invita a entrar. Por Street Regent y Oxford Street las tiendas están abiertas hasta las nueve, aprovechamos para comprar. Cenamos en Heddon Street, una calle muy pequeña que más bien parecía un patio lleno de pubs y restaurantes, por detrás de Regent Street, me encantó. Por la noche dimos una vuelta por Soho y China Town, tiene una gran vida nocturna, merece la pena.

4° día. Ya nos levantamos con la idea de que a la tarde tenemos que volver. En la recepción del hotel podemos dejar el equipaje para aprovechar este último día. Un nuevo paseo por Hyde Park que te hace olvidar que estás en medio de una gran metrópoli. Si se cruza por el lago Serpentine se llega a la zona de los museos de Historia Natural, inolvidable; el de Victoria y Alberto, interesante, y el de Ciencia lo vimos de paso. Paseo por la Brompton Road donde está Harrods y otras tiendas carísimas, de las que el recuerdo que hemos traído ha sido alguna foto. Las únicas mujeres que compraban vestían de negro como los petrodólares que llevaban y solo les podíamos ver los ojos. Al final, entro en otra tienda y gasto en productos como Walter Ginger Royals, peanut biscuits… las monedas que nos quedan y damos por finalizado nuestro viaje.
Muchas otras cosas hicimos, pero creo que lo importante ya lo he contado.
Un viaje para repetir
© María Pilar