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Mostrando entradas de febrero, 2010

Amanecer deslumbrante

Salimos de casa con aspecto somnoliento. Al subir al remolque, ayudados por los dos hermanos mayores, percibimos el viento gélido de la madrugada. No era normal que nos llevaran con ellos; pero ese día, así padre lo había decidido. La calle en la que vivíamos aparecía oculta en la penumbra, se nos hacía extraña. Dejamos el pueblo solitario y silencioso envuelto en la neblina matinal. En el remolque nos encogimos como pudimos para evitar el frío que nos hacía castañetear los dientes y nos provocaba pequeñas chimeneas de vaho que se fundían con la niebla; esfuerzo inútil, pues el traqueteo descomponía nuestras figuras y nos lanzaba a la una contra la otra. No así los hermanos mayores que, apoyados en las cartolas, se dejaban acunar por el movimiento y se hacían los dormidos. El tractor reptaba ruidoso por la subida del Carramonte. Al llegar al alto del páramo por la zona de Valdesalce, amanecía. Nos apeamos de un salto. Impresionaba el mundo que se abría ante nosotros. Miré a mi a

La esperanza también se pierde

¡Qué pesada es la losa que nos aplasta! Hoy se ha inclinado un poco más, Nos asfixia, nos atenaza, nos ahoga. ¿Hasta cuándo la podremos soportar? Han segado los pies del que la quería frenar, Han cortado las manos del que la podía sujetar, Han disparado sobre la nuca del que no pensaba igual, Han sellado, para siempre, la voz del que clamaba: ¡LIBERTAD! ¿Qué nos espera en esta tierra donde el mal triunfa con tanta impunidad? - En Memoria de Fernando Buesa - 22 – 2 -2000 © María Pilar

El abuelo cumple 89 años

El abuelo sigue firme, agarrado a esos terruños que domina con los ojos cerrados. «Aquí vamos tirando», responde cuando le preguntan qué tal está. Nuestras visitas se producen en fechas señaladas: Navidad, cumpleaños, fiestas de agosto, aniversario de la abuela…  Tiene salud, se ocupa de la huerta y da largos paseos al atardecer. Parece sentirse a gusto rodeado del paisaje y el paisanaje de su pueblo.  Cumple los 89 como si le cayeran de golpe y empieza a hablar de que se siente viejo. El mover enormes piedras, limpiar el arroyo, trabajar en la huerta y pasar horas ayudando en la reconstrucción del muro de la casa, han hecho que se sienta algo más cansado de lo habitual. Con el buen tiempo volverá a su actividad cotidiana.   Cuerpo proporcionado y ojos azules, pequeños de curioso observador sin descanso, a la sombra de unas pobladas cejas blancas, como blanco es el pelo, abundante para su edad; la boca, muchas veces seca de incansable hablar, con el vaso de agua y azúcar siempre cer

La sombra del viento

La sombra del viento, con su ambiente gris, húmedo y triste, me ha tenido en un puño por saber cómo iba a resolverse el misterio y el suspense, la intriga y la venganza, el dolor y la desesperación que a lo largo del mismo se van sembrando en torno a los cuatro malditos. Al final el puzzle difícil y complicado queda ensamblado perfectamente. Es un libro que te deja huella tanto por su trama, contada con esa técnica de meter una novela en otra para hacer ver que la tragedia en las historias de amor se repite y que Daniel está a punto de correr ese peligroso final, como por su narrativa plástica y visual. A veces recuerda la técnica de la cámara de video, gracias a la generosidad de recursos literarios los olores te revuelven el estómago, el frío te hiela, la lluvia te llega a empapar y tienes que frotarte los ojos para poder entrever en esa atmósfera gris a los que se esconde en las sombras. Si algo le falta a la ciudad de este libro es la luz. Con todo, los personajes brillan

No más violencia

¡Qué pesada es la losa que nos aplasta!  Hoy se ha inclinado un poco más Nos asfixia, nos atenaza, nos ahoga.  ¿Hasta cuándo la podremos soportar?  Han segado los pies del que la quería frenar Han cortado las manos del que la podía sujetar Han disparado en la nuca del que no pensaba igual Han sellado la boca del que clamaba LIBERTAD ¿Qué nos espera en esta tierra  Donde el mal triunfa con tanta impunidad?  Cara de niña, piercing de joven, voz de mujer  Relevo de la antorcha al frente, tras pistolas humeantes  Del Guernica débil flor picasiana , instante fugaz  Manos blancas, nuevos caminos ¿Generación de la esperanza?

Mario Benedetti "No te rindas"

No te rindas, aún estás a tiempo  De alcanzar y comenzar de nuevo,  Aceptar tus sombras,  Enterrar tus miedos,  Liberar el lastre,  Retomar el vuelo.  No te rindas que la vida es eso,  Continuar el viaje,  Perseguir tus sueños,  Destrabar el tiempo,  Correr los escombros,  Y destapar el cielo.  No te rindas, por favor no cedas,  Aunque el frío queme,  Aunque el miedo muerda,  Aunque el sol se esconda,  Y se calle el viento,  Aún hay fuego en tu alma  Aún hay vida en tus sueños.  Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo  Porque lo has querido y porque te quiero  Porque existe el vino y el amor, es cierto.  Porque no hay heridas que no cure el tiempo.  Abrir las puertas,  Quitar los cerrojos,  Abandonar las murallas que te protegieron,  Vivir la vida y aceptar el reto,  Recuperar la risa,  Ensayar un canto,  Bajar la guardia y extender las manos  Desplegar las alas  E intentar de nuevo,  Celebrar la vida y retomar los cielos.  Porque cada día es un comienzo nuevo,  Porque esta

Bernardo Atxaga en el pueblo de Villamediana

En nuestro pequeño pueblo, Villamediana, nos conocemos todos. Por eso, cuando llega algún forastero con la intención de quedarse y, tal vez, la de pasar desapercibido, más le valiera perderse en una gran urbe. En el pueblo nos enteramos enseguida, el boca a boca funciona como correa de transmisión de las noticias. Es el motivo de conversación del grupo de personas mayores que se reúnen todas las mañana en un banco de la plaza, a la sombra de los plataneros. También en la tienda o la panadería, mientras las mujeres esperan la cola de la compra.  Sabían que vivía de alquiler, nunca cerraba la puerta de su casa, daba largos paseos por las afueras del pueblo, educado saludaba a las personas que se encontraba, y alternaba en los dos bares del pueblo. Aunque les parecía un tipo raro por el hecho de encerrarse en un pueblo tan pequeño para dedicarse a emborronar cuartillas, poco a poco se fue ganando el aprecio de los vecinos. Empezaron a hablar sin recelo en su presencia y dejó de ser noti

Lágrimas de lluvia caen sobre Vitoria

Con un pálpito vuelo al teléfono, las 3 del día 5  Del corazón caballo desbocado    El abuelo se va sin hacer ruido  Se oscurece la noche, aparecen los recuerdos  De repente, encuentra el camino, callado y solitario,  96, 01, 07, 10, números trágicos  Muescas sangrantes en el árbol familiar  Un pálido rayo de sol vislumbra una sonrisa  Nubes negras lo devoran sin piedad  Flores blancas, rojas y amarillas  Con su aroma lo quieren abrazar  Prefiere ese grupo silencioso y gris  Desvalido y absorto lo contempla al pasar  Arrecian lágrimas de lluvia sobre Vitoria

El pequeño y gran sofá

Acabábamos de comprar el piso, a estrenar por una pareja joven, nosotros, y era tal el entusiasmo que teníamos por la que ya era nuestra casa, que la queríamos amueblar despacio; bueno, más que nada, porque nuestro presupuesto no nos daba para mucho.  El rincón más agradable de toda la casa y el preferido por todos lo ocupaba el sofá. Era un sofá pequeño, biplaza, hecho a medida para el espacio que teníamos; cómodo, moderno, de alto respaldo y tapizado en verde con rayas negras haciendo grandes cuadros.  Ha sido testigo de nuestras peleas de pareja, el centro de operaciones de largas discusiones domésticas, no grandes problemas sino esos que hacen saltar chispas entre la pareja con el roce diario que lleva consigo la convivencia. También ha sido reposacabezas de agradables siestas, lugar de lectura, el sitio escogido para algún escarceo amoroso y el que más les gustaba a las niñas para ver la tele o jugar a la Play. Nos ha oído reír y llorar.  Testigo de la evolución de nuestra histori

Puesta de sol camino de Villamediana

El viernes por la tarde dejamos la ciudad de Vitoria fría, gris y lluviosa y nos encaminamos al pueblo de Villamediana, Palencia. Pasada La Brújula, un derroche de luz y color parece incendiar el ambiente. Nos dirigimos hacia esa luz de poniente, deslumbrante y espléndida que tanto agradecemos. El cielo está teñido de rojo y fuego, y algunas nubes algodonosas que a esta misma hora pasean, lucen sus mejores galas entre rosas y violetas. Los pueblos, con sus tejados rojos y jaspeados, se arropan en torno a la iglesia de piedra de sillería y campanario. Al abrigo de los vientos fríos de esta época, complacientes, se dejan acariciar por el cálido sol del atardecer. Los campos cubiertos de un manto verde transmiten un olor a humedad y frescor que nos renueva. La silueta de las altas sierras se recorta perfectamente con los rastros de nieve aún sin deshacer y por su cima, los molinos de viento trabajan airosos y competitivos a la vez que nos saludan levantando los brazos.  Los ríos A