La sombra del viento, con su ambiente gris, húmedo y triste, me ha tenido en un puño por saber cómo iba a resolverse el misterio y el suspense, la intriga y la venganza, el dolor y la desesperación que a lo largo del mismo se van sembrando en torno a los cuatro malditos. Al final el puzzle difícil y complicado queda ensamblado perfectamente.
Es un libro que te deja huella tanto por su trama, contada con esa técnica de meter una novela en otra para hacer ver que la tragedia en las historias de amor se repite y que Daniel está a punto de correr ese peligroso final, como por su narrativa plástica y visual. A veces recuerda la técnica de la cámara de video, gracias a la generosidad de recursos literarios los olores te revuelven el estómago, el frío te hiela, la lluvia te llega a empapar y tienes que frotarte los ojos para poder entrever en esa atmósfera gris a los que se esconde en las sombras.
Si algo le falta a la ciudad de este libro es la luz. Con todo, los personajes brillan con luz propia, hay tanto realismo en ellos que se te pegan al alma y parece que te los puedas encontrar en ese callejón o en aquella plaza haciendo un recorrido por Barcelona. Si solo con el nombre de Fumero intuyes la peor de las pesadillas, las intervenciones costumbristas de Fermín y la Bernarda aportan la nota colorista.
Para mí la novela termina cuando se resuelve el suspense, las páginas finales me sobran, como creo que sobran bastantes páginas del escrito de Nuria Monfort porque no aportan nada nuevo. Pero en conjunto me ha enganchado, he disfrutado leyéndolo y eso es lo que yo valoro cuando leo un libro.
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