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Mostrando entradas de julio, 2011

La primera vez que vi la muerte de cara

Valdimir Fedotko Debía ser media tarde de un día de setiembre soleado y espléndido porque la sombra de los corrales cubría parte de la carretera. Llegó la vecina con cara de circunstancias y, con insinuaciones y frases entrecortadas, informó a mi madre de algo que era evidente no querían que yo me enterara. Yo las seguí hasta la casa donde habían entrado.  Estaba abierta —era habitual en esa época—, atravesé el portal y en vez de ir a la sala donde hablaban ellas en susurros, subí la crujiente escalera peldaño a peldaño intentando no hacer ruido, sin apoyarme en el pasamano que me quedaba alto para mi pequeña estatura.  Parecía una casa sumida en el tiempo, como dormida; pero sin que una mota de polvo o telaraña se hubiera atrevido a hacer acto de presencia. Arriba varias puertas cerradas, solo una permanecía abierta y aunque el interior estaba en penumbra, allí me colé. A través de la persiana entraban unas rendijas de luz que facilitaron mi visión del lugar. Percibí cierto

Grito de mujer: mutilación genital femenina

Perdóname mi niña herida Para que puedas dejar al lado el rencor No perdón del que olvida Porque nunca se supera tanto dolor. El grito de tu mutilación enrojece al cielo Y no puedo ayudarte El grito de tu mutilación taladra mis oídos Y no puedo liberarte. El aire me trajo el olor de tu lecho En la tierra ensangrentada La noche lloró lágrimas dolientes Mi impotencia, la piel me arrancaba. Ocho terribles días postrada a tu lado Envuelta en tu dolor Ocho terribles días espantando a la muerte Maldiciendo esta tradición. Ahora muerta para siempre tu sonrisa Quiero decírtelo mi niña, tu padre habló: “Si se muere hazte idea que el muerto soy yo” Así no se habla a una madre, Pero su palabra fue mi valor Que me ignoren, que me rechacen todos Que los miedos se los lleve el río Que a tus hermanas, las libraré yo. © María Pilar A Amina, madre, coraje donde las haya, que confió en mí y me contó sin una lágrima, pero con un dolor inmenso, esta historia tan dura como re

El traje nuevo de Francisco Camps

Dicen que el hombre es el animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y el caso de los trajes de Francisco Camps viene a confirmarlo. ¿Quién no recuerda la historia del rey vanidoso que se dejó comprar por unos trajes a cambio de una suma de dinero y una condición inconfesable? Dejar que te hagan trajes de esa manera siempre es una apuesta arriesgada; pero era todo tan perfecto, fluía de una manera tan natural que… ¿Por qué no? Si su ego crecía con las expresiones de admiración y los elogios "forever". Trajes y más trajes que seguramente todos hemos visto moviéndose con elegancia a través de las pantallas del televisor, quedaban tan bien ajustados a la medida del que los llevaba que nos impedían ver el defecto.  Solamente un entendido en los entresijos de la confección pudo señalar con el dedo que el valor de los trajes se encontraba precisamente en lo que ocultaban y al presentar la prueba del delito, el defecto se hizo visible a los ojos de la mayoría.  Impli

Vacaciones de verano

Me conmueven los apasionantes compases de tango entre las encrespadas olas y los vertiginosos acantilados. Siento los besos de espuma que se lanzan y me dejo envolver por su vaporosa cola perlada. Me pregunto si tales asaltos de romanticismo afloran por influencia del verano en esta bellísima zona turística o más bien porque añoro ser yo la protagonista de tales encuentros. Cierro los ojos para imaginar largas piruetas de baile descalza sobre esas aguas cuando escucho: ̶ ¿Me concede este baile, Mademoiselle? En sus brazos mi velero suelta amarras y se desliza como el viento. © María Pilar