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Mostrando entradas de 2022

Intuición lectora

Soy «gamer», los videojuegos me fascinan. Hace un mes, la profe me pilló con la consola y me la quitó. Dijo que para devolvérmela tenía que leer un libro y después contarle la historia. Se titulaba:  Pedida de mano en Nochevieja .  Iba de una familia que celebraba la cena de Nochevieja. Con el papeo y buen vino se les iba soltando la lengua. La joven Nerea era la más excitada, no dejaba de mirarse en el gran espejo del salón y a la vez cuestionaba a su madre con la mirada. Sí, estaba preciosa. Al llegar a los postres se les veía nerviosos. Cuando la tía Alejandra susurraba a los de su alrededor que Nerea se casaba de penalti, apareció él. Y con él llegó el acontecimiento de peso que estaban esperando.  —Hola, Andrew —dijeron todos.  Con aquel sombrero de copa y el abrigo negro hasta los tobillos, me pareció un ser siniestro. Ni para saludar se lo quitó. Ellos no lo tomaron como un gesto de desdén, más bien lo achacaron al aturdimiento momentáneo. A mí no me engañaba, me lo decía mi

No me cuentes cuentos

#CuentosdeNavidad Una mañana de frío invierno, durante el tiempo que tardó en hacer la ronda, el soldado descubrió que la lavandera había desaparecido. Sí, la joven de ojos negros de mirar profundo y pómulos arrebolados. A la que un mechón de pelo se le salía del pañuelo y le caía en un lado de la cara. La que no quería vivir la vida de las princesas de los cuentos porque le gustaba comer las manzanas a mordiscos, dormir a pierna suelta y mirarse cada mañana en el espejo claro de las aguas del río que le susurraban un futuro que ella iría construyendo día a día.  «¡Qué extraño!», pensó el soldado confuso. No podía haberse ido por su propia voluntad porque ella nunca dejaría la ropa allí tirada. El barreño estaba volcado y las prendas recién lavadas se mezclaban entre el barro de la orilla. Dejó la vigilancia a un compañero, bajó corriendo del torreón, cruzó el puente y se acercó al río. Revisó con detenimiento el lugar. Severas arrugas de preocupación le surcaban la frente. Había sid

Desmontando mitos

En una imagen etrusca, el minotauro bebé está en brazos de su madre antes de que el mito lo convirtiera en monstruo.  Pasífae lo acuna en su regazo. Ha terminado de amamantarlo, se ha ajustado la saya para cubrir sus pechos y espera que el niño eructe. Parece querer darle, suavemente, golpecitos en la espalda para ayudarlo, pero la mano se detiene en el aire y le está diciendo adiós. La entrega no le deja pensar. El bebé, mientras, está tranquilo en sus brazos, como nunca más lo estará en su vida. Y, aunque la noche es oscura, no llora. Todavía no.  La madre siente en las losas las pisadas que se acercan. Los hombres de su marido vienen a buscarlo. Por lo demás, el palacio está mudo. Las paredes no opinan. Aunque en el ambiente se respira una gran preocupación. Ocurrirá esa noche. En ese momento. Así lo ha dicho Minos, y así se cumplirá. Madre e hijo, por última vez juntos, bañados en soledad.  Dedos como garras se lo arrancarán de los brazos. Ni las ropas del bebé querrán llevarse. El

La casa de arena

En formato papel y en ebook. Para comprar clica aquí: Amazon Estas fiestas navideñas regálate un libro, regálate tiempo para leer, para disfrutar viviendo sus aventuras, conociendo otros lugares, saludando a sus gentes. Regálate La casa de arena.  Un libro en el que el mundo rural cobra el protagonismo, en especial un pueblo muy pequeño que define el universo de los personajes. Con ellos vivirás historias de distintos géneros en las que destaca el realismo mágico, donde encontramos elementos fantásticos formando parte de lo cotidiano.  Pone el punto de mira en la España vaciada, pero si os adentráis en su lectura, veréis que de vacío nada, hay mucha vida, desconocida y olvidada. Para comprar clica aquí:

Las lealtades de Delphine de Vigan

Título : Las lealtades  Autora:  Delphine de Vigan  Traductor: Javier Albiñana Serraín  Editorial: Anagrama  Año de publicación: 2019  Nº de páginas: 208 Descubrí a Delphine de Vigan con su novela corta Los días sin hambre . Ahora constato en Las lealtades que las historias que nos cuenta esta autora son dramas intensos muy pegados a los problemas de la realidad actual.  Más que la historia, que también, me ha gustado mucho esa manera de contar tan singular, hace que no puedas dejar el libro hasta el final. De lectura fácil y rápida, nos atrapa con el ritmo ágil de su prosa directa, y clara, sin artificios, con la que nos va metiendo en la cruda realidad que viven los personajes. Sin esconder el dolor, la culpa o la soledad, porque no juzga, ni entra en lo moral o inmoral de los actos. Los presenta, sin más, desde su observación, para que el lector los conozca.  Son cuatro los personajes que nos van contando la historia. Cuatro voces que se van intercalando en capítulos cortos. D

Mañana, un nuevo día amanecerá

Dicen que los monstruos no existen. Mienten. Tú me estás mirando desde el espejo. Estás loco, y caprichoso, el que más. A veces pasas en un pispás para acortar el disfrute del momento y otras te eternizas para hacer morder el polvo hasta el final. Cada día acortas las alas de la vida y tienes declarada la guerra a la memoria, produciéndole lapsus que quedan perdidos en la bruma de los acontecimientos de la existencia. Implacable, te carcajeas de la retahíla inconexa o del atasco que termina uniformado en paisaje lunar. Te escurres cuando se te quiere atrapar dejando horas empantanadas con imágenes sin posibilidad de ubicar. Da igual que no se sepa si son las tres o las seis, tienes tus rendijas por las que te cuelas poniendo cara al miedo. Impasible observas la impotencia para desenredar la madeja y te mantienes indiferente ante los nubarrones de agua amarga que empiezan a descargar. Solo sabes repetir: «Mañana, un nuevo día amanecerá». Sí, eres el villano más reconocible, un persona

La perorata del apestado

Perorata de un apestado es un libro de Gesualdo Bufalino que lo leí porque nos lo propusieron en un club de lectura en el que participo. No, no es el libro que yo hubiera elegido por mí misma, pero parece que nos encontramos, él y yo, en el momento adecuado porque lo leí con mucho interés sin poder dejarlo hasta el final.  Me impresionó por la calidad literaria y lo fuerte que es la historia que nos narra. En 1946, en un sanatorio para tuberculosos de la Conca d’Oro, unos singulares personajes, supervivientes de la guerra, pelean consigo mismos y con los otros, en espera de la muerte.  El tema dominante es la muerte que se propaga sutilmente por el lugar. De tintes autobiográficos, destacan dos figuras memorables: el Gran Flaco, el impresionante médico del sanatorio, al mismo tiempo director y actor del espectáculo de la muerte, y Marta, la bailarina, una belleza de mujer, todo misterio, sufrimiento e impostura. Es la enferma con la que el joven protagonista, del que desconocem

A Román, el mago de la Chistera

Mientras escribo, en el umbral de la noche, me recuerdo como una adolescente cuando apareció él, Román, en nuestra casa. Era un cazador de sueños y Marilé, su talismán.  Escuchad un momento que están hablando.  —Madre, te estás sonriendo.  —¡Ah! Eres tú, Román. No te había visto.  —Claro, estabas tan atenta mirandolos a todos. Es bonito verlos juntos, ¿verdad? Lo que tú siempre hiciste con nosotros, mantener la familia unida, tomamos el testigo y lo quisimos continuar. Si es que la relación contigo siempre fue fácil porque nos acogiste a todos los que íbamos llegando. Y sobre todo, porque fuiste una buena madre. Te gustaba verte rodeada de familia y siempre estabas al servicio de los demás. Sabías escuchar y tenías una sonrisa que te iluminaba la cara.  —Mira, Román, ahora que dices lo de mi sonrisa. Cuando alguna cosa me sorprendía gratamente o me hacía gracia, quería contarla y no podía parar de reír, hasta me brotaban las lágrimas. Algunos de esos momentos te los debo a ti. Com

Matando monstruos

Cuando cumplí los 65 años, pensé que ya iba siendo hora de dormir con la luz apagada. Esa noche, al abrir el armario, el monstruo que lo habitaba se horrorizó al verme. Las rodillas se le doblaron y cayó de bruces contra la caja de pandora de mis propios miedos. Cuando nació, había depositado en él toda mi energía para hacerlo a mi imagen y semejanza. ¡Y vaya si lo había conseguido! Era mi vivo retrato.  —¡¿Qué haces aquí?! Deberías estar visitando a los niños. Muertos de miedo se esconden entre las sábanas para evitar verte.  —Son unos asesinos —pudo decir mi pequeño monstruo con un hilo de voz.  —Los niños… ¡Ja, ja, ja! Si tan solo saber de tu presencia en la oscuridad les causa dolores de barriga.  —Eso era en tus tiempos. Ahora son sádicos. Tienen unas máquinas con las que se dedican a matar monstruos con una violencia extrema. Cuando voy por los pasillos oscuros y aparecen con sus artefactos, acompañados con efectos de sonidos horripilantes, me persiguen para matarme. Por eso, c

La habitación de las llaves antiguas

La habitación de las llaves antiguas (fragmento)  de Elena Mikhalkova  Mi abuela una vez me dio este consejo:  Cuando los tiempos sean difíciles, avanza en pequeños pasos.  Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo lentamente.  No pienses en el futuro ni en lo que pueda pasar mañana.  Limpia los platos.  Limpia el polvo.  Escribe una carta.  Cocina sopa.  ¿Ves eso?  Sigue adelante, paso a paso.  Da un paso y luego haz una pausa. Toma un descanso.  Valórate a ti mismo.  Da el siguiente paso.   Luego otro.   Apenas lo notarás, pero tus pasos se harán más largos.  Hasta que llegue el momento en que puedas volver a pensar en el futuro sin llorar. (Elena Mikhalkova, escritora Rusa, nació el 1 de abril de 1974).

La cigarra y la hormiga

Nada anunciaba algo diferente.    Por la noche, cuando se iluminaban las calles de manera que la ciudad se teñía de un gris ceniciento, Carlos, de cuarenta años, salía de casa para divertirse con sus amigos. Todos desocupados, con demasiado tiempo libre para regodearse en sus inmaduras diatribas tabernarias.  Olas humanas hormigueaban por las calles estrechas del Casco Viejo de la ciudad. El viento intercambiaba franjas de músicas, a todo volumen, entre voces humanas. Los camareros sudaban haciendo equilibrios con las bandejas cargadas de bebidas, y los jóvenes desinhibidos se entregaban al disfrute de la vida.  Nada anunciaba algo diferente.  Al regresar a casa y abrir la puerta, Carlos, en estado ebrio, se dio un susto de muerte. Allí estaba su madre, como una momia. La mujer, a punto de jubilarse, con los maxilares apretados, contenía la rabia a punto de explotar, mientras lo interrogaba con ojos lacerantes e intensos, como si sondeara las profundidades de su alma. Él se puso torvo

Un paseo por el cementerio

El turismo de cementerios está cada vez más en boga. Cuando viajamos, visitamos los más grandiosos para encontrarnos con auténticos parques, museos donde reposan celebridades de siglos pasados y, sobre todo, para descubrir la cultura del lugar respecto a la muerte.  Un ejemplo de ello son los cementerios parisinos. Mausoleos suntuosos ante los que te sientes observada por el mutismo de sus estatuas. Parecen competir con el afán de perpetuar en el recuerdo lo que su dueño o dueña fue en vida. Lo apacible del paraje te invita a recorrerlo. Las tumbas históricas, el encontrarnos con nombres muy conocidos y las anécdotas junto con los epitafios más sonados hacen que los recorramos con un espíritu muy lejano al de la muerte, el dolor o las lágrimas.  Como contraposición, yo pondría al viejo cementerio de Praga donde nos encontramos cientos de sencillas lápidas amontonadas sin orden ni concierto en un estado de asfixia total.  En todo caso, los cementerios siempre marcan una realidad difere

Un fantasma en mi IPad

Era un día gris de noviembre y los relojes daban las trece. La cálida luz de la lámpara sobre mi rincón de lectura me aportaba intimidad. Apenas me sumergí en la historia del libro que estaba leyendo, cuando algo me sacó de mi quietud y me puso nerviosa. No era el viento que zumbaba en los cristales del balcón y zarandeaba con fuerza los árboles de la plaza, doblegándolos y partiendo sus ramas. Se hizo el silencio. El silencio angustioso del miedo a algo que se presiente, sin verlo. Como cuando en un sueño quieres huir y el barrizal que pisan tus zapatos te impide avanzar. Un eco de pasos y un crujir de ropas que se arrastraban trajo a la pantalla del iPad una imagen siniestra, vinculada al mundo de los muertos. Encapuchada y cubierta con una capa negra, sus ojos oscuros brillaban iluminados de maldad. Aterrada por el miedo, mis pupilas no podían dejar de seguir la luz brillante que irradiaban sus cuencas, me tenía atrapada en su red de araña. Temerosa, giré la cabeza por encima d

La casa de arena

El placer de tener un libro en las manos es indescriptible. Si ese libro es tu ópera prima con la que has dado el paso a incursionar en el viaje por el mundo de las letras, ¿Qué os puedo decir?  ¡Qué nervios al abrir los paquetes! Como si fuera una niña ante el mejor de los regalos. El tamaño del libro, el número de páginas, el olor a nuevo..., de los que se dejan acariciar cuando los coges y ya no los puedes soltar.  El ritual de hojearlo, ver la portada y contraportada, abrirlo con mimo, sostenerlo en una mano mientras se abre y vas pasando las hojas... ¡Qué placer!  La cubierta tan original con ese diseño exclusivo de la ilustradora Celia Sendino Moreno: esa gran puerta de La Casa de Arena semiabierta, invita a pasar sin llamar y poder disfrutar de su fascinante travesía.  La Casa de Arena es un libro de relatos en los que el mundo rural cobra el protagonismo, en especial el pueblo de Villamediana, que define el universo de los personajes. Son historias de distintos géneros. Fragm

Las tres Marías

  Una de las ventajas de madrugar es la de disfrutar del amanecer, disponer de un momento de paz y calma durante ese tiempo, mientras todos duermen, y más cuando conseguir madrugar es una tarea sencilla para mí porque me la pide el cuerpo. Cada persona es un mundo y a mí no me cuesta madrugar.  Si he descansado bien las horas que necesito, me levanto pletórica de actividad, con la ilusión de afrontar el día. Además, cuento con ese momento extra para disfrutar de la mañana en soledad y silencio, para ser más consciente del presente y de todo lo que me rodea. Así, es un deleite pensar en el nuevo día que tengo por delante. Puedo empezar degustándolo. Sin prisas.   Siempre salgo a la terraza para observar el mundo que me rodea y respirar, profundamente, el aire fresco del amanecer. Contemplo la ciudad dormida. A la derecha, mirando al norte, está la mole oscura del monte Gorbea, como un tótem protector de todos nosotros. Él no duerme. Lo miro, sonrío y le doy los buenos días. Él siempre

Me gustaba mucho mi casa

Me gustaba mucho mi casa, era alegre y divertida, y yo la había ido perfilando a mi imagen y semejanza. En la puerta de entrada había colgado un letrero que decía: «Piensa en positivo», más que nada por los que venían a visitarla, para que supieran de su talante.  Con los años había adquirido vigor y energía renovada, justo lo contrario de esas casas modernas que sucumben al paso del tiempo. No era muy grande, pero sí acogedora, y podías desenvolverte en ella con confianza. Durante el día, tenía mucha actividad que atendía de manera entusiasta; después, siempre se lo premiaba cuando, por la noche, se hacía el silencio. Se cobijaba en su rincón preferido, tras la ventana, y contemplaba el cielo estrellado. Allí sentía cómo se revitalizaba al ver que formaba parte de aquella expansión cósmica.  No supe en qué momento un okupa se instaló en mi casa. Se filtró despacio, como un ladrón receloso. Tal vez entró por la trasera, con los zapatos en la mano para que no se oyera su pisar, y emp

Alzheimer

¡Qué árboles tan grandes!   ¿Te acuerdas?   Tú y yo los plantamos   ¡¿Pero qué dices, papá?!   No insistas tanto, hijo, no te alteres   Yo lo intento   Mi mente no quiere   Perdida en un limbo   No me pidas que recuerde   Quédate a mi lado   Nunca me dejes   No me grites porque lloro   Decepcionarte me duele   Sin recuerdos estoy perdido   Hazme sentir que estás presente   Con tu abrazo, con tu voz   Acompáñame siempre   Coge mis manos entre las tuyas   Tu calor me envuelve   Y tu presencia ilumina   Esta nebulosa de mi mente