Mientras escribo, en el umbral de la noche, me recuerdo como una adolescente cuando apareció él, Román, en nuestra casa. Era un cazador de sueños y Marilé, su talismán.
Escuchad un momento que están hablando.
—Madre, te estás sonriendo.
—¡Ah! Eres tú, Román. No te había visto.
—Claro, estabas tan atenta mirandolos a todos. Es bonito verlos juntos, ¿verdad? Lo que tú siempre hiciste con nosotros, mantener la familia unida, tomamos el testigo y lo quisimos continuar.
Si es que la relación contigo siempre fue fácil porque nos acogiste a todos los que íbamos llegando. Y sobre todo, porque fuiste una buena madre. Te gustaba verte rodeada de familia y siempre estabas al servicio de los demás. Sabías escuchar y tenías una sonrisa que te iluminaba la cara.
—Mira, Román, ahora que dices lo de mi sonrisa. Cuando alguna cosa me sorprendía gratamente o me hacía gracia, quería contarla y no podía parar de reír, hasta me brotaban las lágrimas. Algunos de esos momentos te los debo a ti. Como esa vez que me llevaste en el coche a Palencia. Íbamos por la calle Mayor, cuando, de repente, paraste el coche y me dijiste: «Madre, espera un momento». Por el cristal del parabrisas te vi recogiendo billetes de dinero que el viento zarandeaba de un lado a otro, como si fueran hojas secas de otoño o pájaros aturullados que volaban a merced del viento. Yo me ahogaba de la risa. Pronto otros peatones se te unieron para ayudarte y cuando te daban los billetes les decías: «Gracias, muchas gracias».
Los años se me escapaban por la sonrisa cuando me decía: «Verlo para creerlo».
Era una de esas cosas mágicas, que solo te ocurrían a ti, con las que tejías historias que nos maravillaban. Incansable, sacabas de la chistera sueños no cumplidos para verlos florecer. «Verlo para creerlo».
Eras mago sin saberlo. Y en las fiestas del pueblo lo volviste a hacer. Hasta estos cielos llegó tu hermosa voz cantando la ranchera mexicana con el grupo de músicos profesionales en el escenario de las fiestas del pueblo. Los cautivaste a todos. Te estabas despidiendo, lo sé. Hasta en eso fuiste elegante. A mí también me emocionaste.
¡Cómo olvidar a alguien que nos dio tanto para recordar!
Creo que me lo salto, tengo lectura pendiente pero ademas es lo que quiero leer ahora, pero apunto los datos. Abrazos
ResponderEliminarGracias, Ester. Un abrazo.
EliminarGracias por tan hermoso recuerdo, seguro que ahora se están riendo juntos😘😘
Eliminar¡Gracias! Son tantos los recuerdos... Siempre lo vamos a tener presente.
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