Ficha Técnica
Título: Cuentos de amor, de locura y de muerte
Autor: Horacio Quiroga
Género: Cuento
Editorial: Sociedad Cooperativa Editorial Limitada
Año de edición: 1917
País: Uruguay
Resumen
El protagonista del cuento, Paulino, pisa una serpiente venenosa que le muerde en el pie. A causa de este incidente, inicia un viaje por el río Paraná hacia un pueblo vecino donde espera que le salven la vida.
Valoración personal
Horacio Quiroga mantiene en este cuento las tres constantes que le caracterizan como el gran cuentista que es: brevedad, intensidad y tensión constante.
Lo que más impresiona es la lucha por sobrevivir del protagonista al que, a veces, lo llama por su nombre y otras no dice nada más que “el hombre”. Como si a cualquiera de nosotros nos pudiera ocurrir lo mismo. Una lucha desesperada, por ganarle la batalla a la muerte, por no rendirse, aunque todo se le ponga en contra.
A la deriva es navegar a merced de la corriente y también el devenir sin rumbo en la vida, sometido a las circunstancias. Estas, en Quiroga, siempre son los peligros de la naturaleza tropical latinoamericana a los que se enfrenta el hombre en la soledad de la selva. Paulino ya vivía a la deriva antes de la mordedura. Ese modus vivendi en la selva, aislado y sin comunicación alguna con sus semejantes, tendrá graves consecuencias en el desenlace de la historia. A lo largo del cuento vamos a ver que no tiene dónde agarrarse para sostenerse en pie. La relación con su mujer está marcada por la incomunicación; y la amistad con el compadre Alves hace tiempo que ha terminado. Esa falta de relación y comunicación es una característica de los personajes de Quiroga y, por supuesto, su constante obsesión por la muerte.
El cuento puede dividirse claramente en tres partes que podrían coincidir con introducción, nudo y desenlace final de acuerdo a la introducción.
1.ª La mordedura, efectos del veneno y vuelta al rancho.
2.ª Encuentro con su mujer y visita al compadre Alves.
3.ª De nuevo por el Paraná y recuerdos de vida
Primera parte
El autor cumple con el “Decálogo del perfecto cuentista” que él mismo escribió para los escritores del futuro: “Las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas”. Con la primera frase nos mete de lleno en la acción. “El hombre pisó algo blanduzco, y enseguida sintió la mordedura en el pie”. No sabemos quién es ese hombre ni lo que está haciendo. Solo la situación tan trágica en la que se encuentra. Lo iremos conociendo a medida que avance la historia. Aunque en este cuento el autor juega con la línea temporal. El narrador y el personaje van hacia atrás buscando a alguien que lo ayude mientras el tiempo de la muerte avanza inexorable.
Los tres primeros párrafos empiezan con “El hombre…” que, leyéndolo en voz alta, suena como un aldabonazo, una amenaza para ese hombre frágil e indefenso. Doblegado por las circunstancias. ¡Qué lejos queda el hombre que se creía poderoso e inmortal, viviendo aislado en la selva!
Nos dice que “echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre…” Contrasta ese diminutivo de “gotitas” como algo insignificante frente a la poderosa actuación del veneno. “Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas…” Otra vez el diminutivo que nos sorprende. ¡Cómo algo tan pequeño puede llegar a matar! Paulino lo sabe. Por eso, apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y tomó el camino de su rancho.
Una comparación del dolor con los relámpagos nos hace caer en la cuenta de lo rápido que se extiende el veneno y cómo puede llegar a inmovilizar al personaje. “Sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla”. Después el narrador pasa a materializar el dolor con una antítesis entre el metal frío y la sed quemante. “Una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante”. Una contradicción que será una constante en la vida de Paulino a partir de este momento.
Segunda parte
Llega, por fin, al rancho donde se encuentra con su mujer. La trata como una sirvienta, no confía en que ella pueda ayudarle ni le cuenta lo que le ocurre, algo que podría cambiar el desenlace del cuento. Una aliteración de la letra r, que nos enreda la lengua por la sequedad que sentimos, nos indica hasta qué punto la cosa se complica. “La voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca”. Y más cuando la personificación de la sed nos hace pensar en que el veneno se está cobrando la vida de Paulino. “La sed lo devoraba”. Paulino grita a su mujer para que le traiga caña, ella corre con el vaso lleno. Al no sentir el sabor fuerte de la bebida se da cuenta de que el dolor le ha embotado los sentidos y al mirarse la pierna ve que “la carne desbordaba como una monstruosa morcilla”.
A partir de ese momento, el relato realista va a cobrar tintes de delirio.
Todos los síntomas a causa del veneno se agudizan. Ya no son puntadas como relámpagos, ahora la tormenta de la muerte lo envuelve. No es solo el tobillo, los dolores han llegado a la ingle y suben por el cuerpo. No puede tenerse en pie, vomita. “Pero el hombre no quería morir”. Por tanto, seguirá plantándole cara a la muerte, lo que elevará el nivel de tensión del cuento. En la búsqueda por salvarse, va en su canoa por el río Paraná para llegar a la localidad de Tacurú Pucú, a cinco horas de distancia, donde podrían socorrerlo. Esto nos da una idea del aislamiento en el que vive. Tal vez una elección tomada hace mucho tiempo lo llevó a dar la espalda al mundo. La importancia de este momento es que Paulino comprende que no puede salvarse solo. En la canoa los síntomas del envenenamiento se intensifican. “Allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito, de sangre, esta vez, dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte”. Paulino descubre que el día se está acabando como su vida. Este recurso literario llamado paralelismo psicocósmico muestra la identificación del día con la vida. La vida se acaba, el día muere. Pero con una diferencia sustancial. El día volverá a nacer, el sol volverá a salir, el hombre no volverá a vivir. Así, la naturaleza termina siendo infinitamente superior a la vida del hombre.
Desesperado porque no va a llegar a Tacurú Pucú busca la ayuda de su compadre Alves, “aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados”. Lo llama a gritos, pero no obtiene respuesta. No sabemos si lo escuchó o no. Nos hace pensar que el resentimiento pudo ser la causa para no atenderlo. Algo que, una vez más, influye directamente en el final del cuento.
“El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva”.
Tercera parte
La naturaleza empieza a ser el personaje principal por el papel fundamental que toma. Acompaña al hombre solitario y será el único testigo de su lucha, también su tumba.
Las anticipaciones son premonitorias “cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río”. La metáfora muestra a una naturaleza que se prepara para ser la tumba de Paulino. Todo el paisaje se tiñe de negro: “desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también”. El negro, símbolo del misterio y la muerte. El narrador nos describe un paisaje agresivo en el que reina un silencio de muerte.
De repente, los síntomas físicos como el dolor y la sed empiezan a ceder, y Paulino siente un nuevo aire que le abre el pecho. Es la mejoría de la muerte. Comienza el delirio que se mezcla con una vida que tuvo anterior a la de la selva. Una vida social que le trae buenos recuerdos.
El narrador omnisciente deja que la voz narrativa se identifique con el personaje en estilo indirecto libre. “El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú Pucú? Acaso viera también a su ex patrón, mister Dougald, y al recibidor del obraje. ¿Llegaría pronto?”
“El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también”. Una metáfora de la vida de un hombre que pasa como en una pantalla dorada sus mejores momentos vividos.
Como una traca de fuegos de artificio, todo se llena de sensaciones visuales, olfativas, auditivas y táctiles. “Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre”. “Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay”. El hombre se estaba preguntando cuándo conoció a Lorenzo Cubilla, “y cesó de respirar”. https://bloguers.net/votar/Maria_Pilar
Gracias por la reseña. Tengo pendiente a ese autor. Te mando un beso.
ResponderEliminarGracias a ti, Citu, por estar siempre. Otro beso va de vuelta.
EliminarMuchas gracias, una reseña intensa que nos da idea de lo que nos espera si leemos el libro. Abrazos
ResponderEliminarGracias, Ester, por pasarte por aquí y comentar. Abrazos.
EliminarGracias por la reseña.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Chema, gracias a ti por estar siempre y comentar. Un abrazo.
Eliminar¡Hola, María Pilar! Maravilloso análisis el que te has marcado. Diría que es una lección de narrativa dado que más allá de la valoración personal lo que has hecho es una clase práctica del arte de narrar, algo muy distinto al simple escribir bonito. Nos muestras la teoría y el ejemplo de cómo Horacio ejecuta la misma lo que seguro nos servirá de aprendizaje a quienes vamos emborronando negro sobre blanco. Me ha encantado.
ResponderEliminarA Horacio lo descubrí nada menos que con La gallina degollada. Me bastó ese solo relato para añadirlo a mi lista de referentes de cómo se cuenta un relato. Impresionante.
Un abrazo!
Hola, David, este cuento lo he leído varías veces en distintos momentos. Analizando los recursos estilísticos, me puse a escribirlos por lo significativos que son en el desarrollo de la trama del cuento. Después pensé que menudo rollo había publicado. Me alegro de que te haya gustado.
Eliminar¡Un abrazo!
Interesante reseña.
ResponderEliminarUn análisis de primera.
Un beso.
Gracias, Alfred.
EliminarUn beso.
¡Un gusto verte María! Y con una propuesta diferente. Extraordinaria narración de este cuento de Quiroga. Siempre me he preguntado qué tendría este hombre para escribir de esta manera. Tu análisis es magnífico. Quiroga te lo diría, seguro. Te dejo un gran abrazo.
ResponderEliminarHola, Maty. Un placer leer tus comentarios. De los que animan a seguir escribiendo. Desde que descubrí a Quiroga con su cuento "El almohadón de plumas" me impresionó tanto que de, vez en cuando, siempre vuelvo para encontrarme con el cuentista perfecto. El misterio. La convivencia del horror con la vida cotidiana. Siempre te hace reflexionar.
EliminarUn fuerte abrazo, Maty.
El río de la vida nos arrastra. Es lo que llamamos “destino”, quizá, no estoy seguro. Pero a la vista está que la lucha desesperada del protagonista contra la muerte es la constante de este hombre, como en ocasiones puede suceder en la vida corriente de cada uno. En la soledad de la selva con más probabilidad, estoy seguro.
ResponderEliminarMe atrae mucho la lectura de esta historia y la incluyo en mi lista de pendientes.
Gracias por compartirla.
Un abrazo.
Hola, Marcos, muy acertado tu resumen sobre el cuento de Quiroga. Todos los cuentos de este autor están por internet. Se pueden leer por separado. Todos impactan, impresionan por la temática y por lo bien escritos que están.Por algo es el mejor cuentista de Latinoamérica.
EliminarUn abrazo.
Brevedad, intensidad y tensión constante son tres constantes que hacen de Quiroga un autor excelente. Como excelente es también tu análisis de Cuentos de amor, de locura y de muerte .
ResponderEliminarUn abrazo, María Pilar.
Hola, Carmen, estoy contigo en que es un autor extraordinario. Gracias por comentar.
Eliminar¡Un abrazo!
Pues ya hemos quedado intrigados con tu entrada, no conocíamos este autor, pero tu análisis de la obra nos ha encantado por lo que pronto caerá. 😉 Saludos!! 🙋♂️🙋♀️
ResponderEliminarHoracio Quiroga es un autor de cuentos extraordinario. Gracias por comentar.
EliminarSaludos.
Gran regalo María Pilar, mi cuentista preferido desde que era una niña, leí casi toda su obra incluida sus novelas, tuve la gran alegría cuando era adolescente que en la Biblioteca Nacional de Uruguay uno de los bibliotecarios me mostrara sus manuscritos, cuando lo investigaba, al igual que ya mayor conocer su casa en Misiones y el espacio donde muchos de sus cuentos se desarrollaron.
ResponderEliminarTe dejo un link de mi blog en donde escribí mucho sobre él, por si quieres visitarlo, el viaje rumbo a su casa y algo de su obra.
Gracias, abrazo grande Themis
https://blogdethemis.blog/category/uruguay/
Hola, Themis, qué alegría me das con todo lo que pudiste vivir en referencia a este autor. Yo le tengo en el número uno como cuentista y lo que sé de él es porque lo he leído. Ya me hubiera gustado ver sus manuscritos y conocer su casa de Misiones que solo la he visto en imágenes. El link que me mandas tiene mucha información y muy interesante. Lo iré leyendo poco a poco.
EliminarGracias. Un fuerte abrazo.
María Pilar te has lucido con este análisis, a la altura del cuento de Quiroga. He leído a este autor y sus cuentos siempre son interesantes e inquietantes a la vez. Sin duda un gran cuentista. Gracias por esta reseña, de lo mejor que he leído hoy. Abrazos.
ResponderEliminarHola, Ana. Quiroga es un autor de cuentos que a nadie que lo lea le deja indiferente. Yo lo conocí con "La almohada de plumas" y ya siempre lo he tenido como un referente.
EliminarAbrazos.
Hola, María Pilar.
ResponderEliminarUna gran reseña y una análisis detallado. No he leído nada del autor, así que lo tengo en cuenta. Gracias.
¡Un abrazo gigante!
Hola, Yolanda. Si lo lees no te va a dejar indiferente. Son cuentos escritos de una manera brillante, siempre muy duros en la temática, inquietantes.
EliminarUn fuerte abrazo.
No sé si tiene algo de autobiográfico,ñ este cuento. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Fede, pues sí tiene bastante de autobiográfico. El mismo autor se fue a vivir aislado a la selva de Misiones.
EliminarUn abrazo.
Tremendo análisis de un tremendo cuento. Quiroga es un escritor de alto nivel, sus cuentos están localizados en mi país, Argentina, por aquí lo tenemos en muy alta estima.
ResponderEliminarUn gusto visitarte.
NN
Yo lo descubrí hace años con “El almohadón de plumas” y ya no le pierdo la pista. El mejor cuentista. Gracias por comentar, NN.
EliminarHe leído algún cuento de Horacio Quiroga pero este no y me ha gustado muchísimo tu reseña.
ResponderEliminarLo apunto. Muchas gracias y abrazo grande.
No me gustaría que me mordiese una serpiente, Uuuuuyyy!!! Je je je
Hola, Amaia. ¡Qué gran narrador de cuentos es Horacio Quiroga! Breves, pero intensos; siempre en tensión constante. Yo tampoco quiero algo así. Solo pensarlo, me da algo.
EliminarUn abrazo grande!
Tú también eres una gran escritora, no es fácil enganchar al lector y tú lo has logrado con creces.
ResponderEliminarSiento no haber leído nada de este autor, pero buscaré sus cuentos.
Me quedo pensanso si en los últimos momentos de nuestra vida, veremos pasar como en un abanico de imágenes, las vivencias más importantes de ella.
Cariños y buen fin de semana.
Kasioles
¡Qué bonito mensaje me dejas! Mil gracias. Los cuentos de Horacio Quiroga son inquietantes, breves, pero intensos. Siempre la soledad del ser humano haciendo frente a situaciones límites, terroríficas.
ResponderEliminarFelices días, Kasioles.
Cariños.
Qué interesante, María Pilar.
ResponderEliminarTu reseña desmenuza con detalle este relato de Horacio Quiroga y muestras la gran cantidad de detalles que puso el escritor en el desarrollo de un cuento que expresa mucho más de lo que dice. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo :-)
Gracias, Miguel. La verdad es que Horacio Quiroga es un escritor de cuentos extraordinario.
EliminarUn abrazo!