Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2013

Basta ya de violencia machista

Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo. Eduardo Galeano El día estaba claro y soleado en aquel pequeño pueblo. La estrecha calle por la que pasaba ella, con soportales en las casas de ambos lados, remarcaba su silueta con todo su esplendor. El reloj de la torre de la iglesia, que hacía tiempo que no marcaba las horas, sobresalía por encima de los tejados como ojo curioso que no quería perder detalle. Su aspecto de alemana nos cautivó a todos. Alta, con media melena rubia, de ojos azules y piel transparente, llevaba un vestido ajustado que enmarcaba su figura. Andaba como una actriz

Aroma de Vainilla

Mercedes Ortega Abellán cuenta, de manera intimista, las vivencias de su familia a lo largo de tres generaciones en la Murcia de finales del XIX hasta los años sesenta del XX. Es de las novelas que se leen de manera relajada, para disfrutar. Se nota mimo y cuidado en los detalles, generosidad y abundancia cuando se ha creído necesario. La autora, Isabel Martínez Barquero, crea ambientes, atmósferas y situaciones con gran fluidez y es encomiable el esfuerzo que hace para acercarnos de manera tan detallada al mundo de las plantas, piedras y aromas. El título es muy revelador de lo que ocurre en el eje vertebrador de la novela. Tras el cálido y envolvente aroma de vainilla, está un hombre al que conocemos joven, hermoso y noble, con grandes y expresivos ojos, timbre grave de voz, ademanes cautivadores en sus manos, atractivo como ninguno y con esa fragancia de vainilla que… Ese aroma es algo distintivo de la familia, su hija y su nieta también lo heredan. Es el toque mágico que enlaz

La venganza de la bruja

Villamediana Cuando pasó el invierno, los vientos primaverales traían agradables susurros que todos los vecinos de aquel pueblo querían atrapar y abrían las ventanas y puertas de sus casas para recibir la suave caricia del sol. El sufrimiento de la vecina, que un día fue atacada por el gato, se puso en evidencia. Su casa seguía cerrada a cal y canto y si por alguna rendija entraba la luz, había clavado finas tablillas para evitarlo. Las noches de luna llena, los reflejos de luz que se filtraban entre las ramas de la higuera proyectaban figuras florales en la pared de su cuarto. A ella le parecían magia y creía sentirse observada por algún espíritu maligno que había hecho acto de presencia en su casa. Entre insomnios y duermevelas el disco de la luna se le acercaba y en él podía distinguir rasgos de su vecina-bruja con una mueca sarcástica y una risa de ultratumba. Con cada plenilunio de primavera, el desasosiego le aumentaba hasta que llegó a convertirse en obsesión. Durante el d

La bruja

En aquel pueblo los sucesos no se catalogaban entre normales y paranormales. Los hechos ocurrían y punto. Las arpías de la vecindad decían que la bruja salía de noche en época de luna llena, que espiaba por las ventanas y que se las pasaba preparando brebajes para sus maleficios. Contaban los vecinos que se oían golpes en su casa hasta el amanecer y que siempre había luz de velas en las ventanas. Que los perros aullaban y los gatos se erizaban a su paso. Circulaban muchas historias, dimes y diretes y nadie se preocupaba de poner alguna lógica en todo aquello. El reloj de la iglesia daba las 12 campanadas cuando la luna llena paralizada allá arriba congelaba la noche. ¡La hora de las brujas! A Teresa este pensamiento le hizo temblar. Se quedó sin aliento cuando notó cómo alguien empujaba suavemente la ventana de su cocina. Un sudor frío le recorrió la espalda. La ventana se abrió y saltó un enorme gato negro. Fijó en ella sus pupilas verdes que la dejaron petrificada. Con la piel

El agente 007 frente a Rubén Bevilacqua

El agente 007   Se presenta con el apellido antes que el nombre: Bond, James Bond. Representa la elegancia británica. Es un perfecto caballero inglés amigo de las cartas, las copas y las señoras. Toma dry martins con vodka y puede beber lo que quiera sin perder el pulso. Revienta en el asfalto un Aston Martin si así lo marca el guion. No ama, folla con las mujeres más bellas —Úrsula Andress en bikini—. Su carrera está llena de éxitos que marcan su brillante trayectoria. Es capaz de pegar un tiro sin despeinarse. Sale indemne de todas las batallas porque el barniz que lo protege le hace carecer de sentimientos, solo cumple con el papel para el que ha sido programado. Sabe que es el único que salva al mundo cada poco tiempo de un villano. Tiene cuerda para rato porque no cumple años. El brigada Rubén Bevilacqua La ironía es lo que le ha ayudado a sobrevivir en ese mundo carente de sentido del humor. Hace bromas hasta con su propio nombre: Rubén Bevilacqua, conocido como Vila. “Soy