En aquel pueblo los sucesos no se catalogaban entre normales y paranormales.
Los hechos ocurrían y punto.
Las arpías de la vecindad decían que la bruja salía de noche en época de luna llena, que espiaba por las ventanas y que se las pasaba preparando brebajes para sus maleficios. Contaban los vecinos que se oían golpes en su casa hasta el amanecer y que siempre había luz de velas en las ventanas. Que los perros aullaban y los gatos se erizaban a su paso. Circulaban muchas historias, dimes y diretes y nadie se preocupaba de poner alguna lógica en todo aquello.
El reloj de la iglesia daba las 12 campanadas cuando la luna llena paralizada allá arriba congelaba la noche.
¡La hora de las brujas!
A Teresa este pensamiento le hizo temblar. Se quedó sin aliento cuando notó cómo alguien empujaba suavemente la ventana de su cocina. Un sudor frío le recorrió la espalda. La ventana se abrió y saltó un enorme gato negro. Fijó en ella sus pupilas verdes que la dejaron petrificada. Con la piel erizada maulló con furia y le cayó encima clavándole sus puntiagudos dientes en la mano con la que intentó protegerse a la vez que sintió el zarpazo de sus largas y afiladas uñas arrancándole la piel de la cara.
El grito prolongado que salió de su garganta huyó del lugar como un poseso y chocó contra puertas y ventanas de otras casas que cobardes permanecieron cerradas.
El dolor la exasperó y con coraje cogió el atizador y corrió enloquecida tras aquella bruja metamorfoseada, lo que provocó un estropicio en la cacharrería de la cocina.
En lo alto de un armario, el astuto gat, con la línea de sus pupilas que brillaban como luceros rasgados en la penumbra, se encrespaba y maullaba con furia y rabia. Temblando, no tanto por el dolor físico como por el espanto que aquel animal le inspiraba, lanzó por los aires el atizador y logró asestarle un golpe en la pata derecha. Al marcharse bufando por donde había venido dejó un halo con fuerte olor a podrido.
Entre el grupo de mujeres que se habían encontrado en la panadería de María esa mañana reinaba la excitación. Teresa contaba el insólito acontecimiento del que había sido víctima la noche anterior y como prueba mostraba las lesiones. Con los ojos brillantes desgranaba la información, insinuando sin decir, callando porque ya me entendéis y con voz más baja, entre gestos de espanto y terror supersticioso, añadió: Por la noche se transforma en un terrible gato negro. Pero ella, que no tuvieran ninguna duda, ahí donde la veían débil y sola, se crecía ante las dificultades. Le había atizado un buen golpe en la pata derecha delantera.
La llamada bruja se acercaba sigilosa. Al oír parte de la conversación un rictus le cambió la cara. Estaba harta de que siempre hablaran de lo mismo. Tosió de manera fingida para hacerse notar. Llevaba vendada la mano derecha.
Los hechos ocurrían y punto.
Las arpías de la vecindad decían que la bruja salía de noche en época de luna llena, que espiaba por las ventanas y que se las pasaba preparando brebajes para sus maleficios. Contaban los vecinos que se oían golpes en su casa hasta el amanecer y que siempre había luz de velas en las ventanas. Que los perros aullaban y los gatos se erizaban a su paso. Circulaban muchas historias, dimes y diretes y nadie se preocupaba de poner alguna lógica en todo aquello.
El reloj de la iglesia daba las 12 campanadas cuando la luna llena paralizada allá arriba congelaba la noche.
¡La hora de las brujas!
A Teresa este pensamiento le hizo temblar. Se quedó sin aliento cuando notó cómo alguien empujaba suavemente la ventana de su cocina. Un sudor frío le recorrió la espalda. La ventana se abrió y saltó un enorme gato negro. Fijó en ella sus pupilas verdes que la dejaron petrificada. Con la piel erizada maulló con furia y le cayó encima clavándole sus puntiagudos dientes en la mano con la que intentó protegerse a la vez que sintió el zarpazo de sus largas y afiladas uñas arrancándole la piel de la cara.
El grito prolongado que salió de su garganta huyó del lugar como un poseso y chocó contra puertas y ventanas de otras casas que cobardes permanecieron cerradas.
El dolor la exasperó y con coraje cogió el atizador y corrió enloquecida tras aquella bruja metamorfoseada, lo que provocó un estropicio en la cacharrería de la cocina.
En lo alto de un armario, el astuto gat, con la línea de sus pupilas que brillaban como luceros rasgados en la penumbra, se encrespaba y maullaba con furia y rabia. Temblando, no tanto por el dolor físico como por el espanto que aquel animal le inspiraba, lanzó por los aires el atizador y logró asestarle un golpe en la pata derecha. Al marcharse bufando por donde había venido dejó un halo con fuerte olor a podrido.
Entre el grupo de mujeres que se habían encontrado en la panadería de María esa mañana reinaba la excitación. Teresa contaba el insólito acontecimiento del que había sido víctima la noche anterior y como prueba mostraba las lesiones. Con los ojos brillantes desgranaba la información, insinuando sin decir, callando porque ya me entendéis y con voz más baja, entre gestos de espanto y terror supersticioso, añadió: Por la noche se transforma en un terrible gato negro. Pero ella, que no tuvieran ninguna duda, ahí donde la veían débil y sola, se crecía ante las dificultades. Le había atizado un buen golpe en la pata derecha delantera.
La llamada bruja se acercaba sigilosa. Al oír parte de la conversación un rictus le cambió la cara. Estaba harta de que siempre hablaran de lo mismo. Tosió de manera fingida para hacerse notar. Llevaba vendada la mano derecha.
Jajaja, me encantó el final...
ResponderEliminarY justo tengo ahora mismo un gato al lado, ¿me atacará? Ahora tengo miedo, no voy a poder dormir...
Un beso Pilar
Duerme tranquile Eva, que esa vecina es una chismosa y le encanta sacar la lengua a pasear.
ResponderEliminarBuenas noches Eva.
Besos
Muy bueno tu relato Pilar!!
ResponderEliminarjejjejeee!! Excelentemente narrado y un final extraordinario!!
Cariños para vos!!
Lau.
Oooooh el final me ha encantado. Muy bueno de verdad.
ResponderEliminarBesos
Kike
Conmigo lo va a tener mas difícil porque vivo en un quinto piso.
ResponderEliminarLo has contado perfectamente, pero con las prisas te has confundido, llevo vendada la mano izquierda, jeje.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué susto. Yo tengo un gato negro pero es un angelote. Un beso.
ResponderEliminarM e gusta y mucho. Te doy un 9
ResponderEliminarEl 10 lo reservo para el próximo.
El Relato me ha gustado porque es muy ameno de leer.
No cansa con detalles superfluos y algo muy bueno que no te extiende mucho y así te quedas con ganas de mas.
Me entra ganas de borrar el 9 y ponerte el 10. Pero no, vamos a dejarlo para ese próximo que todos quedamos esperando.
Saludos, manolo
¡Pobres gatos negros! se llevan siempre la mala fama.
ResponderEliminarMuy entretenido y simpático el relato.
Besos
Esperemos que la próxima le de con el atizador en todos los morros a la bruja.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato y su final.
Un abrazo,
Yo no creo en las brujas, pero haberlas...Haylas como dicen los gallegos.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Abrazos y besos.
Haberlas haylas... o no?
ResponderEliminarInteresante relato, me gusta.
Veo que me has incluído en tus "me acompañan"... me encanta, gracias, es un placer.
Un besazo y buen finde... feliz desconexión...
Hola mp, buenas tardes,
ResponderEliminarpinche bruja,
con lo que me gustan los gatitos les está haciendo mala fama,
pobres mininos y "mininas" =D
Este relato merece ser un corto de tv.
Te deseo un excelente fin de semana
besos y abrazos
Me pareció un texto muy tierno, donde la maldad se ve atenuada por la forma de contarlo.
ResponderEliminarUn beso enorme.
HD
Yo creo que son los gatos los que se convierten en brujas por la mañana. En condiciones normales disimulan bien, pero en situaciones un poco especiales se comportan como seres extraños. Como de otra galaxia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me gusta como escribes. Tu relato tiene un buen empiece y un sorprendente final, con un misterio sin resolver dejándolo para los lectores.
ResponderEliminarUn abrazo
Luz
Yo conocía un gato que era dos en uno, ya que el jodido era enorme. Si este pilla a la bruja cuando es gata, la deja hecha unos zorro. Me ha gustado el relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sabiendo como se las gasta es probable que cambie de táctica y al día siguiente quizá no pueda contarlo, no conozco brujas, pero los gatos son cabezones como ellos solos.
ResponderEliminarBesos.
Estupendo relato y muy bien narrado, la parte final me sorprendió.
ResponderEliminarGenial Pilar!!
A todos nos visita una bruja por las noches!!
Que pases un buen finde!
Besos.
A no ser que lleven escobas, no me las creo...
ResponderEliminarLos gatos negros me encantan, las vecinas chismosas para nada.
Buen micro.
Un besote Pilar, ¡buen finde!
qué entretenido relato PILI
ResponderEliminara propósito
todas las mujeres llevamos una bruja dentro
;)
besitos y feliz fin de semana
"Haberlas haylas" Son meigas o brujas. Por algo no me gustan los gatos negros con ojos verdes.
ResponderEliminarBuen relato que hace correr un escalofrío.
Bss y buen finde
Muy buen remate,abrazos buen finde.
ResponderEliminarYo lo que no sabia es que se transformaban en gatos, jeje...
ResponderEliminarUy gue original me encato la historia d e la bruja
ResponderEliminarUn relato escalofriante,que nos lleva a ese mundo oculto de brujas y supersticiones...Tu maestría le aporta realismo,cercanía y naturalidad,amiga.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo inmenso por tus buenos y mágicos relatos.
Feliz fin de semana,Pilar.
M.Jesús
Muy buen relato mi querida Pilar y el final de diez.
ResponderEliminarMis felicitaciones, me ha encantado leerte.Gracias por tu visita, ando con gripe y me cuesta ponerme en el ordenador.
Con ternura.
Sor.Cecilia
Jaja, ¿así que era cierto? jo! que miedo! me pasa algo así y me daría miedo de verdad.
ResponderEliminarBesitos
Y es que haberlas, haílas, aunque no creamos en ellas. Eso sí, esta bruja llevó su buen escarmiento, jajaja.
ResponderEliminarCuando he terminado de leer tu relato, me he dado cuenta de cómo se va perdiendo todo este aspecto mágico de la existencia... En fin...
Un beso y mi deseo de que disfrutes del "Aroma de vainilla" (ya me dirás, que siempre me interesa mucho saber si llego o no).
Pobre gato debió dolerse del golpe y es que no me esperaba ese final, las casualidades dan paso a las elucubraciones más fantasticas.
ResponderEliminarBesos.
Hola, mpmoreno.
ResponderEliminarEn esta historia me he sentido un poquito más próxima a la bruja. Me da penita.
El relato me parece perfecto con ese giro final que sorprende y que no es fácil conseguir. Por mi parte, sobresaliente.
Un abrazo.
Un corto relato muy ameno a la lectura.
ResponderEliminarCon la fobia que le tengo a los gatos, me pasa a mí y es el final.
ResponderEliminarBuen relato.
ji!Ji! Muy bueno!! Te felicito!
ResponderEliminarMe quedo con la sonrisa de tu felina brujita. Microrrelato con sabor a Bécquer. Me ha encantado.
ResponderEliminarMiauuu,digo...besos.
Ya sabes lo que dicen de las "meigas" ... haberlas, haylas !
ResponderEliminarUn saludo
Me gusta tu relato y me gustan las brujas.
ResponderEliminarUn beso.
Me encanta tu relato y me encantan tus sorpresivos finales. Bsosss.
ResponderEliminarEntonces las brujas sí existen y yo conozco a varias jajaja.
ResponderEliminarAbrazo, gracias por ese relato :)
Me encanta Pili, cuantas brujas reales hay en la envidia y los chismorreos de los pasillos, me gusta el final, te dejo miles de abrazos, todo mi cariño y te deseo una extraordinaria semana
ResponderEliminarLa mejor medicina para el corazón,
es que lo llenemos de amor.
Te entrego las primeras gotas de rocío
para comenzar a cuidarlo...
...no te olvides de recogerlas.
Entre ellas se encuentra
una semilla de felicidad!!
Que este sea un delicioso
comienzo de semana para ti!!
Atte.
María Del Carmen
Qué decir después de todos los comentarios... más de lo mismo. No es un comentario vacío, eh? Me he leído el texto. Venga, va, te lo digo: muy buen final :-P
ResponderEliminarUn besito :-)
Un relato excelente, María Pilar. "Del dicho al hecho..." Probablemente, estaba contando "muy a su manera" lo sucedido cuando todo se demuestra como cierto. Sorprendente e imaginativo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, querida María PIlar.
Como para no darse por aludida!! jajaja, debía de ser una bruja y media!
ResponderEliminarMuy bueno, mp.
Un fuerte abrazo.
Buenísmo de verdad, gato de noche, bruja de día para dar la cara al personal, que no se diga, la mujer se quedaría de piedra y se mearía en las bragas.
ResponderEliminarBesicos.
Lo malo son las noches sin Luna...
ResponderEliminarEsas son las peores...
Es entonces cuando la Luna, ausente en apariencia, aprovecha que la Luz está ausente para robar a las mujeres el blanco de los ojos...
Es algo que está contrastado...
Bueno, eso dicen...
Un abrazo, amiga
Gracias por acompañarme en este viaje por los blogs. Gracias por dejar vuestros interesantes comentarios. En cuanto pueda os haré una visita porque me interesa leer lo de todos vosotros.
ResponderEliminarInmenso abrazo :)
Hoy no sólo vengo a leerte, puedo trinar en tu ventana y aprovecho para dejarte un abrazo cálido.
ResponderEliminarEn mi ciudad dicen que: "Yo no creo en las meigas (brujas), pero haberlas, las hay" así que en el pueblo de tu cuento sería bueno que los habitantes colocaran una escoba vuelta del revés tras la puerta de la entrada, dicen que así no entran jajajajaj.
Me ha gustado mucho el cuento.
Hola María Pilar, fabulosooooooooooo
ResponderEliminarMuy bonito, me ha encantado como lo has contado.
Ufffffff, los gatos negros tienen mala fama al igual que als brujas.
Aunque hay brujas buenas que ayudan.
Tal vez el gato al ver a la mujer con cara de asombro, se asustó porque intuyó su miedo y por eso obró de esa forma arañandola.
muy curioso el final.
Saludos y un abrazo
Por creerse lista, la bruja perdió. Linda historia y muy bien contada.
ResponderEliminarBesotes.
ResponderEliminarBien contado, Pilar, me has hecho reafirmarme en mis gusto por los gatos negros y las brujitas.
Besotes.
Y yo que vengo de una tierra llena de misterio donde se decía que en las noches oscuras, había aquelarre, me he metido en tu relato y casi lo he vivido ¡ya decía yo que no me gustaban los gatos negros con ojos verdes!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Cariños.
Kasioles
Gracias por vuestros comentarios y por estar aquí entrada tras entrada. No puedo responderos uno a uno como me gustaría; el tiempo o mejor, la falta de tiempo, me marca los ritmos.
ResponderEliminarBesos y abrazos :)
Me encantan estos relatos!
ResponderEliminarMe sumo a tus seguidores!!!!
Te visitaré para ver tus entradas. Y no pasa nada por no contestar! todos tenemos mucho lio. Yo tampoco suelo contestar, solo voy visitando a la gente pero sí que leo sus comentarios!
Saludos,
Pobre mujer, que sabía que en el pueblo la trataban de bruja a sus espaldas y se fue a cortar pelando patatas para la cena en la misma noche en que su vecina la chismosa le dio un golpe a un gato callejero. Aunque tuviera la facilidad de palabra de la que siempre había carecido no podría convencer a nadie. De boca en boca, durante generaciones, siempre se contaría: "porque las brujas no existirán, que no digo yo que existan ni creo en ellas ni nada, pero allí donde le dieron el golpe al gato, allí tenía ella la herida al día siguiente, igualito, igualito, aunque ella, claro, decía que se había cortado, ya, ya..."
ResponderEliminarDeleitándome con tus antiguas publicaciones hasta que vuelvas a la acción :) Abrazos :)
ResponderEliminarGracias Eric, me emociona tu constancia. Un abrazo:)
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