“Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres.” (Heinrich Heine) Es difícil reprimir un escalofrío ante las durísimas imágenes de guerra o revoluciones con las que nos bombardean los diferentes medios de información. El ensañamiento para destruir toda ideología o vestigio de cultura diferente a la dominante no debiera dejar a nadie indiferente, pero es tal el vértigo que produce la fluidez informativa que un acontecimiento social o deportivo puede taparnos la noticia más cruel sin que lleguemos a digerirla. Esta entrada se la debo a María. Ya había cumplido los setenta cuando yo la conocí, trabajaba de maestra porque necesitaba años de cotización a la Seguridad Social para poder jubilarse. Era fuerte y enérgica, las vicisitudes que había vivido no le habían doblegado su carácter, más bien se había afirmado en sus posiciones. En la clase era donde se sentía perdida, confusa y fuera de lugar, no encontraba ni las gafas que llevaba puestas. Tenía el cabello
Un blog de relatos