Ir al contenido principal

La casa de los miradores blancos

La atmósfera es lo más importante. Lovecraft.
 
Pisos en pleno centro de Vitoria. 
¡El precio del alquiler es una ganga! 

Así se anunciaba la casa acogedora y luminosa a la que nos fuimos a vivir.  ¡Qué contentas estábamos mi madre y yo cuando la recorrimos entera con las llaves en la mano! Un edificio moderno con dos alturas más ático y los miradores blancos contemplando la plaza de la Virgen Blanca, en el centro peatonal de la ciudad. La oportunidad parecía demasiado buena para dejarla pasar. 

Desde el primer día que empezamos a vivir en ella, la atmósfera de misterio que emanaba despertó mi curiosidad. Comencé a leer sobre su historia y fue cuando tuve la extraña sensación de que una misteriosa presencia me vigilaba, lo que me obligaba a girar la cabeza para descubrir que estaba sola. ¡Qué desasosiego me entraba! Y por la noche. ¡Uf!, por la noche, parecía que compartíamos vivienda con «Los otros». La casa estaba llena de secretos que permanecían solapados por los sonidos del día, pero en el silencio de la noche era cuando se manifestaban. Ruidos sordos resonaban en el techo, susurros apenas audibles, pasos inexplicables por el pasillo… Se me ponían los pelos de punta. Y cuando una sombra cruzaba la pared de mi cuarto de lado a lado,  empezaba a tiritar. Me tapaba entera y, toda sudada, sentía el escalofrío que me recorría la espalda. La primera noche no pegué ojo y muchas más. Como para dormir, si estaba acongojada. Para darme ánimos, me decía que de espíritus mi madre sabía mucho, pero por la mañana, me faltaba el valor para comentárselo. Y si ella no había notado nada. Nunca ha querido que me meta en estos temas tan suyos. Siempre me decía: «¡Ni se te ocurra! Traen muchos quebraderos de cabeza». 

En el patio interior había restos del antiguo monasterio derribado para levantar las viviendas en el solar. Quizás los constructores los dejaron como un símbolo en memoria de lo que fue el emplazamiento. Los matorrales y espinos, como una maleza invasora, entrelazaban sus ramas asfixiando, en un laberinto de ruinas, grandes piedras musgosas que un día sostuvieron los arcos de una arquitectura gótica. El conjunto quedaba tan tupido que difícilmente podía atravesarlo un rayo de sol. Parecía un mausoleo a los caídos sin nombre a lo largo del tiempo. Es posible que fuera la profundidad de su silencio lo que me ensimismaba, y no podía dejar de observarlo sin sentir el peso de la historia que aquellos despojos acumulaban. Se me antojaba una historia oscura, de sometimiento y crueldad. Transmitía las actitudes violentas que, ocultas tras los rezos y cánticos solemnes, provocaban llantos y gritos dolorosos en los que fueron vejados. De las profundidades de aquel túmulo emanaba un lamento prolongado que contagiaba una profunda tristeza. ¡Era eso, claro! Allí, entre las ruinas del monasterio derruido, latía una presencia antigua que clamaba por ser liberada.

En esos momentos, comprendí que una mujer tan sensible como mi madre estaría viviendo la misma experiencia, cargando en soledad con el peso de los fantasmas de la casa para no preocuparme. ¡De qué manera estábamos pagando las ventajas de vivir en el centro de la ciudad!

Recordé que hacía unos días me había dado un susto de muerte. Se había incorporado de su butaca y la encontré como una aparición bajo el marco de la puerta del salón, con la mirada perdida en las sombras que se cernían en su cabeza. 
 
—¡Mamá!, ¿¡qué estás haciendo ahí parada!? 

No supo contestarme y lo achaqué a su aspecto tan débil que rayaba en la enfermedad. La ayudé a meterse en la cama y poco después se durmió. La lluvia sonaba en el mirador y el continuo goteo de los aleros me taladraba la cabeza. 

Con el paso de los días mi madre recuperó la placidez de su semblante. Entonces me acerqué a ella, se encontraba somnolienta en su sillón frente a la chimenea, con la manta de sofá en las rodillas. 

—Anoche no dormí bien, Nuria —dijo al verme. 

Le acaricié las manos, siempre frías, y, sin más preámbulos, le pregunté: 

 —¿Es la casa, mamá? 

—Pues claro que es la casa, hija —me respondió a la vez que me miraba con unos ojos dilatados—. No puede escapar de su pasado. Tenemos que irnos, silenciosas, como los inquilinos anteriores. Eso no evitará que el espectro de la casa de los miradores blancos cristalice en una leyenda por los alrededores. 

—¿Marcharnos? Tú me has enseñado a afrontar la vida con valentía y determinación. Lo que no sé es cómo liberar al espíritu del viejo monasterio, sepultado bajo las viviendas, que sigue respirando a través de los muros. 

—Sabes que hace tiempo dejé de ser médium. Fracasé en mi último intento porque había perdido el don. Además, ya no tengo la energía que se necesita. 

A la mañana siguiente me desperté tras un sueño reparador. Se respiraba aire sano. Parecía que el edificio había dejado de ser un lugar de misterio para convertirse en un hogar. Fui corriendo donde mi madre que ya estaba levantada. Me hizo un gesto de no saber nada, más bien de no querer hablar conmigo sobre el tema. Pero al ver que me quedaba cortada, me sonrió de manera cómplice. Entonces le dije entusiasmada:

—Algún día, me explicarás cómo lo has hecho, ¿verdad? 


Este relato participa en el concurso de El tintero de oro de este mes. 

Me he inspirado para escribir este texto en el desaparecido convento de San Francisco de Vitoria-Gasteiz. Uno de los edificios más relevantes de la ciudad tanto a nivel histórico como artístico que fue pasto de la naciente especulación inmobiliaria. El monumento fue derribado en 1930 con la finalidad de construir viviendas en el solar.

Comentarios

  1. El pasado reclamando lo que históricamente es suyo.
    Buen relato, que tengas suerte.
    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Hola Pilar, muchas gracias por tu participación. Gran monumento en el que te has inspirado.
    Un abrazo. :)

    ResponderEliminar
  3. Muy buen relato, engancha, hay muchos lugares así en todas partes, donde el pasado no se borra y sigue estando presente para muchos, con sus vibras y percepciones, abrazo grande Themis

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un abrazo grande, Themis. Gracias por dejarme tan bonito comentario.

      Eliminar
  4. Precisamente estaba viendo el programa del Cuarto Milenio y relatos de fantasmas. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Fede, ¿el Cuarto Milenio y relatos de fantasmas? Me imagino que dará yuyu.
      Un abrazo.

      Eliminar
  5. Conocí Vitoria, hace dos veranos, era la única provincia de España que me quedaba por conocer y le pega de maravilla a tu relato, pequeñita, coqueta, con sabor a añejo y con ese halo misterioso de un pasado poderoso, tal cual le ocurre a tu relato- muy bien ubicada tu historia- Hay viviendas que absorben la energía de sus moradores, esta tuya absorbía la energía que emanaba de sus cimientos, te ha quedado un relato redondo MARIA PILAR, enhorabuena, un abrazo muy fuerte!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, María, encantada de que hayas conocido Vitoria. Es cierto todo eso que cuentas y también es una ciudad verde, repleta de espacios naturales y con una elevada calidad de vida.
      Gracias por la reflexión que me dejas sobre el relato.
      ¡Un fuerte abrazo!

      Eliminar
  6. Buen relato me gusto el final. Te mando un beso.

    ResponderEliminar
  7. Muy buena, de nuevo, tu aportación al reto de El Tintero. Suerte en el concurso.
    Un abrazo, María Pilar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Chema, encantada de que lo veas así. Los relatos presentados son muy buenos.
      ¡Un abrazo!

      Eliminar
  8. Muy buena historia.. Trasmite todo ese desasosiego del lugar, los ecos del pasado... Me encanta, lo puedo ver, la imagen de las ruinas del monasterio invadidas por la vegetación, como una presencia imponente y amenazadora. Has sabido describirlo muy bien!
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  9. El antiguo monasterio, con su lúgubre pasado, emitirá energía negativa por más tiempo que pase. Madre e hija tendrán que irse. Muy bueno.

    ResponderEliminar
  10. Cuánto misterio! Y cuánto he disfrutado tu relato, María Pilar!
    Suerte!
    Un beso.

    ResponderEliminar
  11. Un relato estupendo, Mª Pilar, donde conviertes a esa casa tan llena de dolor y de fantasmas en protagonista de la historia. Me ha encantado como dibujas la escena sin recurrir a fenómenos sobrenaturales pero haciendo sentir todo el peso de ese pasado atrapado entre sus muros y el aire de leyenda con que terminas. Fantástico.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué bonito análisis, Marta! Gracias!! Un abrazo.

      Eliminar
  12. Es mejor que sea la casa y no uno mismo, proque en este caso, si son espectros arraigados al lugar basta con huir de ellos. Pero si son fantasmas apegados a uno como persona, ya es mas dificil dejarlos atras

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Jose. Dicen que hay lugares que cargan con su pasado y lo mejor es alejarse de ellos, claro. Descubrir el origen de los males que le aquejan a uno, es lo complicado.

      Eliminar
  13. Muy bonito y llevadero, sin estridencias, donde además de manera personal, he disfrutado rememorando lo linda que es la vitoriana capital de Álava y la de veces que he estado allá gozando la aristocracia del casco antiguo, que precisamente arranca en La Virgen Blanca.(y por donde desciende El Celedón)
    Atentamente,
    Juan El Portoventolero.[aka Juan Y Su Horizonte]🎩🧛‍♂️

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Veo que conoces bien mi ciudad. Me alegro. Gracias por dejarme tu comentario.

      Eliminar
  14. Me ha encantado María Pilar.
    ¡Qué pena que fuese derrumbado semejante edificio!!
    El relato me ha gustado mucho y que esté ambientado en Vitoria también.
    Aplausos como siempre. Abrazo grande

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Amaia, el edificio fue dinamitado estando declarado edificio protegido. Tropelías de los políticos de turno. Una pena.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  15. María María! Difícilmente puedo encontrar palabras. Fíjate que en las últimas semanas he estado analizando que nada, ni siquiera con la mejor intención y conocimiento, puede dar un panorama certero de lo que es una obra de arte, ya sea pictórica o literaria. Así que en resumidas cuentas, no sé para qué se inventaron los críticos, aunque sé que son necesarios.
    Lo que sí puedo decirte, y sé que me repito contigo, es que es un total placer leerte. Y sí, debo decirlo, eres una gran escritora con tremendos matices. Me ha encantado este relato, tiene todo el misterio que atrapa, los olores del lugar y la emoción de estar allí con ese pasado. Eres la ganadora, sin duda.
    Te mando un abrazo gigante 🌹🌹🌹

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Maty, qué puedo decirte si me dejas sin palabras. Gracias de corazón. Un abrazo inmenso.

      Eliminar
  16. Me encanta Vitoria. Y me encanta como la describes, como nos llevas a la magia de sus calles y plazas. Me encanta ese misterio que envuelve tu relato. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué alegría, Froi! Tú conoces bien Vitoria: el casco viejo con sus estrechas y empinadas calles medievales, el urbanismo del ensanche y la ciudad moderna. Una ciudad evocadora.
      Un abrazo.

      Eliminar
  17. El pasado vuelve siempre, manifestándose de diferentes maneras, siempre reclamando su sitio.
    Muy buena e inquietante historia, muy buena María Pilar, me gusta.
    Un abrazo.
    PATRICIA F.

    ResponderEliminar
  18. Hola Pilar,
    Un magnifico relato, bien llevado a ese punto de misterio que tanto me gusta, un placer leerte, volveré. Ah!! Gracias por tu visita.
    Te mando un abrazo!! Y suerte...

    ResponderEliminar
  19. transmites muy bien el desasosiego que sufren ambas.
    La madre, que era la que peor lo pasaba, ya podía haberse manifestado hace tiempo. Igual ya haría mese que estarian en otro sitio.
    Abrazooo y suerte en el tintero

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me temo que la madre había aguantado sus crisis de pánico sin decir ni mu. Gracias, Gabilante.
      Abrazote.

      Eliminar
  20. Muy bien construida tu historia, Pilar...Las descripciones nos llevan a los espíritus del pasado, que se mezclan con el presente, donde dos personas captan su presencia...Esas dos dimensiones, que todos tenemos cerca y a veces intuimos en viviendas, lugares históricos y también cuando escribimos y recibimos la inspiración...La sensibilidad humana es poderosa y siempre nos acerca al misterio.
    Mi felicitación por hacerla amena, cercana y real, amiga.
    Mi abrazo entrañable y gracias por tu cercanía y buen hacer.

    ResponderEliminar
  21. Hola María Pilar. Una historia sencilla aparentemente que nos da su toque de misterio y nostalgia. Pareciera como que el mundo moderno quiesiera deshacerse del antiguo, y no hay necesidad de ello. Muy dulce tu prosa.

    ResponderEliminar
  22. La especulación inmobiliaria siempre se lleva por delante viejas joyas del pasado. Me ha gustado tu relato siendo misterioso y reivindicativo al mismo tiempo! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!

    ResponderEliminar
  23. ¡Precioso relato María Pilar! Y magnífico edificio el protagonista, ese convento de San Francisco de Vitoria-Gasteiz, que debía estar lleno de secretos y sombras. La especulación inmobiliaria es lo que tiene, que no repara en la historia o el valor artístico.
    Me gustó mucho que, sin dramas ni grandes apariciones, la acción se va desarrollando para llegar a ese final que concluye con la vida de madre e hija en ese lugar siniestro.
    Un abrazo.
    Marlen.

    ResponderEliminar
  24. Conmovida por tu descripción de Vitoria, llena de afecto. Dos veces la he visitado, y acaso no la conozca tan completamente como se merece, pero tengo un hermano que vive allí hace muchos años, y mi cuñada que era de allí, me la mostró con un amor como el tuyo. (Lamentablemente se nos fue hace un año). Un abrazo

    ResponderEliminar
  25. Gran relato.
    Es un hecho que mientras lo leía he sentido como si me fuese a mudar a esa casa. Estoy buscando, pero no hay que fiarse de las gangas. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  26. Me encantan los relatos de casas encantadas. Muy buen aporte, el tuyo, al reto.
    SAludos.

    ResponderEliminar
  27. Hola María Pilar ha sido leer el título y acordarme de las casas con cristaleras y blancas en la plaza de la Virgen blanca. Qué relato tan bonito y lleno de magia y el misterio del monasterio de San Francisco siempre está ahí. un abrazo enorme y mucha suerte en el concurso.Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Ainhoa, me alegro de que el relato te haya traído tan bellos recuerdos.
      Un abrazo.

      Eliminar
  28. Muy bueno y muy bien ambientado. Enhorabuena, suerte.

    ResponderEliminar
  29. Excelente, cómo sólo tú eres capaz.
    Un fuerte abrazo.
    No me salen en la lista de lectura tus actualizaciones. 😌 Revisé y está normal mi seguimiento a tu blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Sara, no sabía lo de las actualizaciones en la lista de lecturas. Y no sé cómo puede resolverse. Tal vez añadiendo el blog de nuevo. Gracias por decírmelo.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  30. La historia al principio me prometía ser la vida apacible de una madre y una hija. Para nada me esperaba que la madre fuese Médium.

    Me ha encantado que elijas como escenario para la historia una ciudad real y tan bonita como Vitoria.

    Un placer leerte.

    ¡Suerte en el Tintero!

    Saludos desde Bilbao.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  31. Bien planteado el clima del relato,
    La protagonista ha quedado con una pregunta, que tal vez no tenga respuesta. ¿Qué habrá hecho su madre? Para darle tranquilidad a ese lugar,
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  32. Hay lugares en los que pasan cosas que se nos escapa al entendimiento tal y como les pasa a tus protagonistas.
    Original historia
    Un abrazo Maria Pilar
    Puri

    ResponderEliminar
  33. Perfectamente ambientado y narrado con ese aire de misterio, un relato fantástico Pilar! 😉 Saludos! 🙋‍♂️🙋‍♀️

    ResponderEliminar
  34. ¡Hola, María Pilar! Nunca he visto ningún fantasma, incorpóreo quiero decir, pero hay lugares en los que la atmósfera se presenta tan densa y agobiante que provocan malestar. Quizá se deba a esas energías negativas o que el dolor se impregna en las paredes. Un estupendo relato donde los espíritus permanecen ocultos, pero presentes. Un abrazo!

    ResponderEliminar
  35. ¡Hola, María Pilar! Sabes generar una narrativa llena de suspense y misterio en todo momento. Gran relato. Felicidades.
    ¡Un abrazo gigante!

    ResponderEliminar
  36. Hola, María Pilar. Bonito relato sobre una casa encantada. Describes muy bien la atmósfera y consigues que casi veamos los muros como si estuviéramos allí. Enhorabuena y suerte. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  37. Me gustan estas historias,gracias,cariños.

    ResponderEliminar
  38. Hola María Pilar, transmites muy bien el desasosiego de la protagonista y la atmósfera que sin fantasmas de por medio, resulta ser espectral. Menos mal que la madre recuperó el don y pudieron quedarse en una casa que con sus piedras cargadas de historia debía ser muy bonita. Buen relato, un abrazo!

    ResponderEliminar
  39. Llego tarde, y eso es una ventaja, porque ya han comentado asuntos con los que estoy muy de acuerdo. Puedo centrarme más en los detalles.

    En esta caso, la madre. La pieza clave de este relato, a mi entender. Más allá incluso de lo sobrenatural. Esa madre que encarna la sabiduría, que sabe lo que hay que hacer y que después se lleva consigo el misterio. Madre protectora, y fuerte, pese a su aparente fragilidad. Muy vasca esa madre, sí, que aporta una enorme dosis de realidad y pragmatismo a ese final con muchos significados de una historia que, precisamente por ese final, por esa madre, se sale del cuadro, se hace mucho más fantástica al convertir todo ese mundo irreal en algo sencillo, real y cotidiano. Al atarlo a la realidad.

    Una madre que encarna a muchas madres, mediums también a su manera, de aquellas que curaban las heridas con un beso y espantaban con cuatro aspavientos a los demonios de la oscuridad y a los fantasmas que abrían la puerta del armario.

    Me encanta que en esta historia no haya exorcistas de vida atormentada, ni parapsícologos del todo a cien, ni héroes adolescentes con sus deus ex machina paridos por la wikipedia, sino una madre de las de toda la la vida, de las de "a que voy yo y lo encuentro", que al final va, y lo encuentra, y lo pone de patitas en el otro mundo, pero sin decirle nada a su hija, que ya tendrá tiempo de comer huevo frito.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Isra. Por fin salió la madre. Una madre que no pregonaba lo que hacía o dejaba de hacer cuando lo creía conveniente, pero resolutiva, la que más. Los fantasmas, los terrores nocturnos, a escobazos los sacaba.
      Un abrazo.

      Eliminar
  40. Hola, María Pilar. Existen muchos tipos de miedos, muchos relacionados con algo que nos ataca o parecido, pero el miedo a ese desconocido que vive en nuestra cabeza... Uf, ahí no hay escape.e ha gustado mucho cómo has ido construyendo ese miedo que la prota siente pero que no se ve, ni se percibe, y aunque en tu texto es real, sí que tiene esa parte que nace de nosotros mismos.un relato notable, compañera
    Jn abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Pepe, tal vez ese miedo era el que asolaba a Nuria y una vez que lo habló con su madre desapareció de su cabeza.
      ¡¡Gracias!! Un abrazo.

      Eliminar
  41. Hola, María Pilar. A medida que la cosa se complica nos vas enseñando las cartas para que no perdamos detalle de la historia y estemos más atentos si cabe al relato. Al final, la buena señora recuperó su toque y los espíritus del convento encontrarían su camino de paz.
    Buen aporte al desafío del mes. Saludos y suerte.

    ResponderEliminar
  42. Hola, Pilar. Nos metes en una atmósfera de misterio e inquietud con gran maestría. Me gustó mucho tu relato. Un abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Más vistas

Hagamos un trato

Te propongo un pacto. No removamos más el pasado, no le demos más vueltas ni nos echemos más en cara lo que ocurrió, ya no lo podemos cambiar, dejémoslo correr por el camino del olvido, no me gusta esta guerra soterrada ni este mirar de soslayo con la desconfianza como carga. Llevamos un tiempo con el rictus de la tristeza pegado y el alma rota sin querer dar el brazo a torcer. «Demasiado vehemente», me dices; «excesivamente racional», te contesto. Esto es un «toma y daca» y esta guerra no va a parar. Ya sé que soy impulsiva, alocada y me lanzo sin escuchar tus voces de contención, pero reconoce que eres tan racional, tan pausado y mides tanto las palabras que a tu lado últimamente no hago más que bostezar. Me gusta volar como el viento, necesito sentirme en libertad, no me atosigues. Cuando yo he tomado decisiones no nos ha ido tan mal. Y sobre todo no cargues sobre mi conciencia, sabes que soy muy sensible y el sentimiento de culpa me hace pasarlo fatal. Te pasas la vida planific

Amanecer deslumbrante

Salimos de casa con aspecto somnoliento. Al subir al remolque, ayudados por los dos hermanos mayores, percibimos el viento gélido de la madrugada. No era normal que nos llevaran con ellos; pero ese día, así padre lo había decidido. La calle en la que vivíamos aparecía oculta en la penumbra, se nos hacía extraña. Dejamos el pueblo solitario y silencioso envuelto en la neblina matinal. En el remolque nos encogimos como pudimos para evitar el frío que nos hacía castañetear los dientes y nos provocaba pequeñas chimeneas de vaho que se fundían con la niebla; esfuerzo inútil, pues el traqueteo descomponía nuestras figuras y nos lanzaba a la una contra la otra. No así los hermanos mayores que, apoyados en las cartolas, se dejaban acunar por el movimiento y se hacían los dormidos. El tractor reptaba ruidoso por la subida del Carramonte. Al llegar al alto del páramo por la zona de Valdesalce, amanecía. Nos apeamos de un salto. Impresionaba el mundo que se abría ante nosotros. Miré a mi a

Cuando uno dice blanco, el otro... blaugrana

Va a ser un día complicado, se dijo Aurora al despertar pensando en que se jugaba el Clásico. Su preocupación eran sus hijos Raúl y David. Cuando nacieron todo fue caos en su entorno y nadie, excepto ella, se fijó en los ojos tan abiertos con los que se observaban sin pestañear. Aunque le decían que los recién nacidos no ven, esa mirada gélida de un gris opaco fue el presagio que acabó con sus sueños de madre.  La crueldad sistemática entre los hermanos confirmó sus sospechas. Parecían dos gatos en continua pelea. Si uno necesitaba luz, el otro oscuridad; si uno quería dormir, el otro berreaba y si uno decía blanco el otro… blaugrana. Era un sinvivir que a ella le tenía agotaba. —Os vamos a machacar —decía Raúl con la camiseta blanca. —¡Qué dices, idiota! Hoy comeréis el barro bajo nuestras botas. —De idiota nada, mamón.  — ¡Pum! Arrojó un derechazo al ojo de su hermano. —Te arrancaré la nariz, imbécil. —Y el zurdazo lo dejó sangrando. —¡Ay!, me ha mordido. —¡Basta! —gritó Aur

El vaivén de la vida

En la vida de Clara había aparentemente de todo menos paz y sosiego. Era de esas personas que cuando te pasan, su estela tira de ti y te hace girar la cabeza deseando alargar tu mano entre la brisa que ondea los rizos de su melena. Esa noche Clara se separó de la fiesta, se quitó los zapatos de tacón de vértigo, la máscara de top-model y se abandonó en el columpio de sus pensamientos. Cualquier observador habría olido la tristeza que embargaba tanta belleza. Sabía que Rubén no se creía que ella se dormía en cuanto se acostaba, pero callaba. Rubén sabía que esa tarde ella había llorado, pero dijo: ̶ Cariño, ¿estás ya preparada? La rutina había llegado a sus vidas como un intruso para definitivamente quedarse. Su ambición profesional, el estatus social y ese ajetreo diario de fiestas y relaciones sociales para alzar una muralla sobre la que asentar su seguridad, había resultado una telaraña en la que se habían perdido y ahora… ahora todo ello solo servía para acallar el incómodo

La musa de la escritura

Hoy hace un año que te fuiste… Digo a gritos que no te necesito, que ojalá no vuelvas. Miente mi orgullo para cubrir el dolor de mi impotencia. Ya sabes que mi cabeza es un cóctel de ideas encontradas, letras sueltas y sensaciones indefinidas. Qué diferencia con las composiciones escritas a golpe de vértigo, las notas de recuerdos con ilusión vividos, la actividad nerviosa, el febril pensamiento desbocado, todo un mundo que se diluía en la página en blanco. Mi imaginación no se resigna a esta inactividad actual y sigue alimentándome: me trae el choque de olas acunando a otros muchos en sus aguas, el espectáculo de un gnomo sibilino junto a una princesa destronada, un bello alfiler ensangrentado en el escenario de una explosión en Yakarta, hasta me tienta con el aroma de la riquísima sopa de la abuela. Miro tu hermética bola de cristal donde encierras la energía en un tiempo y un espacio diferente al que reclama el reloj para sí mismo. Te miro y tu fulgor me deslumbra y pienso