25 marzo 2014

No es la gravedad lo que te sostiene

Todo aquello que permanece
Es lo que te sostiene
Ahora que el apagado telescopio
Es pan de desconsuelo
Marejada de una crisis
Huracán de tantos reveses
Eso que es solo tuyo
Tan íntimo, familiar y perenne
Eso que te agarra por dentro
Es lo que te sostiene
Porque es roca, viento y lluvia
Camino al que perteneces
Rumor del agua esa luz primera
Junto a lo que más quieres
Días de estudio y sueños
Juegos, risas y trueques
Es lo que te sostiene
Ese río que fluye y aviva
Más que nunca, para siempre
Se hace energía en tu cuerpo
Y saca al ser fuerte que eres
Para superar la tristeza
Para afrontar el presente.

15 marzo 2014

El regalo de su tiempo libre

Cuanto termina de colgar en las cuerdas del patio la colada de la ropa familiar para que se oreen sus rígidas costuras, se sienta en una piedra, y le saca a su flauta travesera  las más bellas melodías de un mundo de color y  magia con las que libera el alma.
Navegando en su flamante barquito de papel  por un mar dorado, las gaviotas le hacen los coros a una pleamar  en calma y la suave brisa viajera le trae de regreso la risa de jóvenes muchachas que alegres se adornan con flores silvestres y duermen abrazadas sobre la hierba, envolviéndose en  aromas y sabores de los que ella participa.
Ese secreto de su tiempo libre  le aporta la fuerza  para seguir viviendo con esa serenidad y alegría que todos los demás admiran.
© María Pilar

12 marzo 2014

Tiempo de cambio

Es tiempo de cambiar la dirección de la quebrada
Aunque razón y sentimientos anden divididos
En sumas y restas litigando
Por el resultado que pudo ser y no ha sido.

Es tiempo porque en las cuentas no hay misterio
Que sumando éramos uno y restando nos dividimos
El resto, es un rescoldo que abrasa
Multiplicando hasta el infinito el caudal invertido

Es tiempo de  hacer borrón y cuenta nueva
Que amalgame lo nuestro no hay ecuación
De las infinitas estrellas sólo miras a una
Y esa una, no soy yo

06 marzo 2014

Escuchar el silencio

Me han bastado dos días de paso por mi pueblo para constatar que sigue meciéndose en amplios campos de cereales que ya secos, le susurran sus nanas características ante la suave caricia del viento. Es el acompañamiento a tanta explosión cantarina de grillos, cigarras y mirlos. El viento nos trae aromas de tomillo, romero y espliego y en casa brillan en el cesto las cerezas recién cogidas.
El caserío evoluciona lentamente, pero dando una vuelta nos encontramos con casas, rincones y restos de murallas que como un libro abierto te retrotraen al pasado histórico que con la modernidad no ha sucumbido sino que se ha hecho más visible. No ocurre lo mismo con otros elementos de un pasado no tan lejano, a los que las telarañas y el polvo los están acallando.
Sólo algunos ojos pueden contárnoslo tal como ellos lo ven y digo ojos porque el grupo de personas mayores que se sientan en los bancos de la plaza a la sombra de los frondosos plataneros, pasan las horas rumiando sus silencios cargados de ausencias. No han necesitado a J.C. Onetti para aprender que las palabras sólo se usan si mejoran el silencio. Aun siendo vasos llenos a rebosar de sabiduría y de experiencia, no les sacas más que monosílabos y eso al principio porque después, con su silencio te invitan a quedarte o marcharte. Su silencio grita algo que no podemos oír porque estamos empeñados en la algarabía de nuestras voces, de nuestras palabras vacías, con la única pretensión de no afrontarlo. Es difícil poner en valor el silencio en esta nuestra sociedad que está caracterizada por la multiplicación de palabras hasta el infinito, aunque la mayor parte sean eco de lo que otros dicen. Como loros nos estamos convirtiendo en correas de transmisión sin reflexionar, sin aportar nada nuevo, porque todo vale menos escuchar el silencio
© María Pilar

01 marzo 2014

Ser o no ser: la eterna duda

Se pasaba el día deshojando la margarita: ser o no ser, hago esto o aquello. Siempre la duda le emborronaba los pensamientos y le incapacitaba para tomar decisiones. Esa actitud era tan irritante para los demás que comenzó a quedarse solo. Y solo siguió con su duda hasta tal punto, que su figura se fue doblegando para soportar la pesada carga. .
El día que logró ver la sombra de su caparazón soplándole en la nuca, comprendió que no merecía la pena seguir con ese lastre. Su cuerpo crujió al cambiar de postura para empezar a ser.
© María Pilar