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Mostrando entradas de septiembre, 2011

El primer día de clase

El primer día de clase, recibo a los alumnos con un breve saludo y comienzo a explicarles el contenido del curso y las normas para participar en el mismo.  Un muchacho interviene para decir: “pero tú, ¿cómo te llamas?” Está mirando la hoja informativa que se les ha dado donde su tutora aparece con nombre compuesto, uno de los cuales coincide con el que yo me acabo de presentar. Agudo y listo, sí; a modo de presentación deja bien claro que él no se corta un pelo.  Más tarde toma de nuevo la palabra: “¡porque un día lleguemos fuera de la hora no pasa nada!” Oigo algunas risitas que le hacen coro.  Frente al resto de la clase que permanece expectante, me mira con todo descaro. Sé que intenta mantener un pulso conmigo para dejar bien claro quién va a ser el líder del grupo. Me interesa que vaya enseñando sus cartas. Muchos de los que actúan así ocultan circunstancias personales, familiares o de otro tipo que les impiden progresar. Tendré que ir descubriéndolo.  Mi respuesta de mome

El dolor de la ausencia

¡Cuántas veces me he quedado mirando tu foto intentando descubrir algo más! Y nada. ¿Estaba ya enferma y no nos lo decía para no preocuparnos? ¿Se sentía triste o cansada? Eran las fiestas del pueblo y volvíamos a casa después de la misa mayor. Nos habíamos detenido en la plaza para ver los danzantes y respirar el ambiente tan animado de la fiesta. Lo recuerdo como un momento relajante, sin prisas ni agobios. Si sus preocupaciones eran otras, ella estaba ahí feliz y contenta, también parecía tranquila, intuyo que había dejado la comida preparada para todos. Mira a la cámara con una expresión muy natural en ella, es la que más alegría manifiesta y hasta aprecio un guiño de complicidad con el fotógrafo. Es justo esa forma de saber estar la que más confianza transmitía a los demás y que fue la base del cariño que le tenía la gente. Un año después, el diagnóstico de su enfermedad desestabilizó todos nuestros anclajes. ¡Qué mazazo tanto por cruel como por inesperado! La enfermedad se

¿Aquellos maravillosos años?

¿Alguna vez pensaste que esto fuera tan brutal? dijo Mikel ya en la calle con la mano en las lumbares doloridas por los golpes de la porra policial. Esto, ¡pero qué es esto! ̶ le contesté enojada enfundada en mi pantalón de pata ancha y mi chaquetón de cuadros. Ese día de invierno nos vimos a la deriva de un destino incierto.  En los alrededores de la universidad los "grises" se habían ensañado y habían cargado con contundencia. Las fuerzas de orden público parapetados tras los escudos se entregaban a fondo para disolver nuestra manifestación en apoyo de la lucha obrera. El humo de los botes nos envolvía impidiéndonos respirar; el ruido de los disparos de los antidisturbios nos estallaba los tímpanos y nos alteraba el ritmo cardiaco; las pelotas de goma, que caían por doquier, abatían a los que alcanzaban... Las toses y la irritación en los ojos hacían que buscásemos una salida y chocábamos con furgones policiales que cortaban las calles de escape y por el otro lado, ar

La tragedia de la niña de siete años

Hay entre el pueblo de Villamediana y el río Pisuerga un extenso valle que se ha ido formando por sedimentación tanto del arrastre y depósito de las aguas de escorrentía como de los arroyos que lo cruzan. Théodore Géricault La abuela, mujer de carácter, era la mejor amazona de la zona y montada en su caballo, aparecía en cualquiera de sus fincas cuando menos se lo esperaban para vigilar el trabajo de los obreros. Lo que en un hombre se hubiera visto como normal, en ella chocaba, era mujer y ¡vaya mujer! No se sometió al papel de esposa sumisa que marcaban los cánones de la época. Antes del nublado —los de la zona todavía hablan de antes del nublado como referencia temporal— estaba pletórica de salud y vida, y después salió de él envejecida y enferma. El ama de llaves, enjuta y cargada de espaldas, musitaba un soniquete de oración para ahuyentar los malos espíritus. Envuelta en un halo de tristeza que embargaba su espíritu le susurró que seguía oyendo noche tras noche cantar a

Por la escuela pública - ¡No a los recortes!

Es una maestra de escuela, lista, resuelta y debidamente preparada. Ha vivido cogiendo el tren en su vagón de cola y sigue siendo la misma profesional de siempre.  Apenas se levanta pinta una sonrisa en su cara y no la provoques que te responde con todo descaro.  Sonríe al saludar a sus chavales cada día aun sabiendo que su trabajo pende de un hilo; una decisión política en nombre de la austeridad puede declararlo prescindible.  Es una aguja en un pajar, un granito de arena ante las grandes cifras macroeconómicas. Lleva años de experiencia, de saber hacer, corrigiendo fallos de aprendizaje, celebrando éxitos.  Lo que más admiro son sus ganas de seguir adelante, aunque por momentos pase por su mente el grito: "¡que se pare el mundo que quiero apearme!"  Uno de esos momentos ha sido precisamente cuando se ha informado de que los recortes de la escuela pública pueden afectar a Proyectos de Educación Inclusiva como el suyo y que un montón de chavales va a perder el tre

¡Cómo estaba la playa!

Todos a la búsqueda y captura del bronceado. Que para ello hay que pasarse buenos sofocones y grandes incomodidades, no importa. Arena por aquí, arena por allá. La pelota del niño que nos cae encima, la arena del que sacude la toalla, las gotas de agua que nos van dejando los bañistas, obstáculos en movimiento por doquier; todo se aguanta antes de volver al lugar de origen con el color pálido anterior a las vacaciones. Uno puede estar pasando una crisis económica como la de este país ahora mismo, pero no tanto como para parecer pobre y provinciano. El color iguala y en este caso se busca el de los que viven bien y pueden permitirse muchas horas en contacto con la naturaleza. En una palabra, los de poder adquisitivo alto que siguen siendo los que marcan la pauta; aunque, también es verdad, que no siempre optaron por el mismo color. Conocí a una señora, señorita decía ella porque no había conocído varón, que con muchos años sobre sus espaldas bajaba a la era y sentada en el trillo d

La noticia que nunca dan los noticieros

Una mañana serena, soleada, con una brisa fresca que terminará por barrer las nubes. Empezar el día así, se hace más fácil la vuelta al trabajo y como he salido de casa con tiempo puedo ir tranquila observándolo todo. ¿Qué historia habrá en la vida de ese Cocker Spaniel que mea en el castaño de indias del parque? Su dueño se hace el despistado. Estoy segura que no lo pierde de vista. Algunos jubilados de poco dormir salen a andar en grupo, como cada día. Esos ciclistas que pasan por el carril bici con la mochila a la espalda, ¿van también a su lugar de trabajo? ¡Cuánta gente sube y baja en la parada del tranvía! Una marea de jóvenes está entrando en el instituto; gritos y risas celebran el encuentro.Todas las tiendas ya están abiertas y la vida comercial fluye. La ciudad ha despertado del letargo de las vacaciones. En contraste, los nubarrones de las noticias económicas y el ataque terrorista que han escupido los medios de comunicación esta mañana, nos envuelven en una atmósfera