El primer día de clase, recibo a los alumnos con un breve saludo y comienzo a explicarles el contenido del curso y las normas para participar en el mismo.
Un muchacho interviene para decir: “pero tú, ¿cómo te llamas?” Está mirando la hoja informativa que se les ha dado donde su tutora aparece con nombre compuesto, uno de los cuales coincide con el que yo me acabo de presentar. Agudo y listo, sí; a modo de presentación deja bien claro que él no se corta un pelo.
Más tarde toma de nuevo la palabra: “¡porque un día lleguemos fuera de la hora no pasa nada!” Oigo algunas risitas que le hacen coro.
Frente al resto de la clase que permanece expectante, me mira con todo descaro. Sé que intenta mantener un pulso conmigo para dejar bien claro quién va a ser el líder del grupo. Me interesa que vaya enseñando sus cartas. Muchos de los que actúan así ocultan circunstancias personales, familiares o de otro tipo que les impiden progresar. Tendré que ir descubriéndolo.
Mi respuesta de momento es dirigirme a toda la clase y con optimismo, sí; pero también de manera contundente les presento la propuesta para este curso que, una vez revisada, incluirán sus aportaciones tras un debate previo. Que la identifiquen como suya es muy importante.
Son todos repetidores, algunos han estado fuera del sistema escolar durante varios años, lo van a intentar de nuevo voluntariamente, unos; obligados, otros.
Antes de entrar en la clase me he encontrado con un compañero, “¿qué tal con tu grupo?” le he preguntado. “A sobrevivir”, me ha respondido con la expresión del que ha tirado la toalla desde el primer momento.
El trabajo realmente importante de un profesor es conseguir cambiar una clase desmotivada y sin ganas en un grupo incentivado por los logros que vaya adquiriendo. Esto no se puede hacer en bloque, hay que individualizar a sus participantes y trabajar a ese nivel casi sin que se den cuenta.
Un alumno motivado aprende más y uno que aprende más está más motivado. Cuando se consigue, que no es siempre; todo es mucho más fácil y satisfactorio.
Yo espero lograrlo.
© María Pilar
Un muchacho interviene para decir: “pero tú, ¿cómo te llamas?” Está mirando la hoja informativa que se les ha dado donde su tutora aparece con nombre compuesto, uno de los cuales coincide con el que yo me acabo de presentar. Agudo y listo, sí; a modo de presentación deja bien claro que él no se corta un pelo.
Más tarde toma de nuevo la palabra: “¡porque un día lleguemos fuera de la hora no pasa nada!” Oigo algunas risitas que le hacen coro.
Frente al resto de la clase que permanece expectante, me mira con todo descaro. Sé que intenta mantener un pulso conmigo para dejar bien claro quién va a ser el líder del grupo. Me interesa que vaya enseñando sus cartas. Muchos de los que actúan así ocultan circunstancias personales, familiares o de otro tipo que les impiden progresar. Tendré que ir descubriéndolo.
Mi respuesta de momento es dirigirme a toda la clase y con optimismo, sí; pero también de manera contundente les presento la propuesta para este curso que, una vez revisada, incluirán sus aportaciones tras un debate previo. Que la identifiquen como suya es muy importante.
Son todos repetidores, algunos han estado fuera del sistema escolar durante varios años, lo van a intentar de nuevo voluntariamente, unos; obligados, otros.
Antes de entrar en la clase me he encontrado con un compañero, “¿qué tal con tu grupo?” le he preguntado. “A sobrevivir”, me ha respondido con la expresión del que ha tirado la toalla desde el primer momento.
El trabajo realmente importante de un profesor es conseguir cambiar una clase desmotivada y sin ganas en un grupo incentivado por los logros que vaya adquiriendo. Esto no se puede hacer en bloque, hay que individualizar a sus participantes y trabajar a ese nivel casi sin que se den cuenta.
Un alumno motivado aprende más y uno que aprende más está más motivado. Cuando se consigue, que no es siempre; todo es mucho más fácil y satisfactorio.
Yo espero lograrlo.
© María Pilar
Son muy 'bichos' calculan hasta donde pueden llegar con la profe :)
ResponderEliminarLos he tenido en casa, que Gra no que Gra otro día...la satisfacción ha sido inmensa, claro que no he podido llegar a todos como deseaba.
Ardua tarea la del maestro/profesor, en mi caso son chic@s con problemas en el hogar, repitentes.
Te dejo besitos y adelante!
¡Qué bien los conoces! En esto la experiencia te enseña mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarEn realidad son pequeños adolescentes a quienes se le ha hecho mucho daño. Ningún niño/a reacciona de manera inesperada, si en el hogar lo aman :)
ResponderEliminarA los que yo atiendo no son adolescentes por la edad, 20,25,30,40...años; en mentalidad algunos no han superado la adolescencia, pero todos llevan detrás, por distintas razones, un fracaso escolar.
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