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Mostrando entradas de octubre, 2019

El gran disfraz

—¿Cómo está, señora Marilla? —¿¡Pero tú quién eres!? — Soy «Catrina», la gran «Catrina». La noche de la fiesta mi cabeza se pone fosforescente e irradia luz por todo mi cuerpo. ¡Huy! ¡La fiesta! Se me olvidaba que he venido a invitarla. —Para fiestas estoy yo, y de disfraces. Un respeto, niña. Lárgate y déjame tranquila. —Que es muy divertida. Y No hacemos daño a nadie, ¿eh? Algún susto... Un susurro en el oído de alguien en particular. ¡Jijiji! Cosa de nada. Salimos de nuestras tumbas y recorremos las calles en tropel. Al oír el chocar de esqueletos, la gente huye espantada. Les aterra sentir que la muerte les pisa los talones y... —Con que un susurro en el oído... ¡Ajá! Me has dado una idea estupenda. Mira por dónde, me voy a animar. —¡Cómo me alegro, señora Marilla! Puede ir disfrazada de «Garbancera» que ese no lo ha cogido nadie. —¿Pero qué dices, chiquilla? ¿Te parece poco disfraz el que llevo puesto? Se lo debo a la mujer de mi hijo. Mira mis cejas, artificiales; las p

Los juguetes viejos

A mis años, ya no participo en sus juegos, pero me gusta mirar por el ojo de la cerradura. La primera vez, pura casualidad, iba a acostarme cuando creí escuchar un suspiro proveniente del cuarto de los juguetes. Decidí echar un vistazo. Ahora, noche tras noche, mi ojo fisgón encara la puerta. El soldadito de plomo, mutilado de guerra, sigue profundamente enamorado de la bailarina que con tanta delicadeza mueve los brazos al girar sobre un solo pie. A su vez, ella, lanza suspiros de amor por Ken, con el que no tiene nada que hacer porque es el novio florero de la famosa Barbie. La modelo mejor pagada del mundo, adicta a la dietas para adelgazar y a la cirugía estética para mantener la piel tersa y los pechos firmes a los sesenta años, también tiene su lado oscuro. Está colada por Tarzán y no para de hacerle seductoras caídas de pestañas. Antes se había encaprichado con el Dinosaurio al que intentaba seducir con sus encantos, pero un día, cuando se despertó, él ya no estaba allí.

JL y el gallo del corral

 Un mañana llena de sol y nubes espumosas, vieron aparecer por la calle que cruza el pueblo a un buen mozo, guapetón, trajeado a la manera de la capital, con una maleta en la mano. Dedujeron que habría llegado en el autobús que venía de la ciudad. Tenía que ser JL, el esperado novio de su hermana. Todos los hermanos salieron atropelladamente a la calle para recibirlo, más bien, para analizarlo con curiosidad. ¡La primera boda de la familia! Al verlos, JL se dijo para calmarse: «Bueno, la familia va en el lote, la puedes aceptar o no». Habían acordado casarse por esas fechas por algo tan emotivo como decisivo. Al cabo de seis meses iban a ser padres.   Así entró en la casa el cuñao a quien acaeció una historia digna de un relato, cuya memoria perdura aún en todos ellos como un hecho jocoso cuando, en realidad, fue duro y lamentable por culpa del gallo del corral.   El gallo hinchaba el pecho orgulloso, agitaba las alas y lanzaba su canto estentóreo: «kikirikiii». Pendenciero y escanda