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Mostrando entradas de diciembre, 2020

Aurrera!

Es 1 de enero de 2021 y luce el sol. Da alegría y sientes algo así como un subidón de moral. Estamos a temperaturas bajo cero y los del tiempo anuncian borrascas de nieve continuadas con el cierre de carreteras. Ya lo están algunos puertos. Tras los cristales del mirador, la plaza ofrece una estampa preciosa, se diría que está recién pintada y destacan los colores con tanta luz que te obliga a entre cerrar los ojos. ¡Bien hecho 2021! Empezamos a congeniar. El gris y negro en el que nos tenía metidos tu hermano mayor nos bajaba los ánimos a los pies.   Ya la noche estuvo bien. Las mesas lucían espléndidas en las distintas casas. El menú de fiesta como correspondía al momento. Pero eso de tomar las uvas por videollamada fue la mecha que encendió la magia. ¡No hay otros como los chicos! ¡Son admirables! Fue una originalidad de ellos para hacernos compañía, se nos pasó el tiempo rápido sin pensar que estábamos solos. Y yo que, a mis años, no entendía lo de tanto móvil, que parece que lo

Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado

Fecha de publicación original: 1969  Autora: Maya Angelou  Género: Autobiografía  Editorial: Random House  País: Estados Unidos  Decía Carlos Zafón que todos los libros tienen alma, el alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él.  El alma de Maya está en cada palabra que escribe, no hay nada de artificio en ese contarnos en primera persona con esa voz (puede ser mirada) de la infancia, sus miedos, esperanzas, el abuso sexual, las frustraciones, la familia desestructurada a la que perenece y, ya en la adolescencia, la búsqueda de su identidad y afrontar la maternidad en solitario.   Ocurre lo que dijo Tolstói: «Pinta tu aldea y pintarás el mundo». Es lo que hace Maya, porque tiene un don tan extraordinario para narrar que el lector muy pronto sabe que todo lo que nos cuenta trasciende y, a través de sus propias vivencias, nos está mostrando el racismo, la segregación, la violencia, y el temor de la raza negra en EE.UU. en la 1.ª mitad del sig

Tiempo de espera

El tiempo de espera en la famosa escalinata de la Plaza de España en Roma, por la que deambulan pintorescos personajes de la noche, es un tiempo demasiado lento para aguardarlo. Cuando todo en la ciudad permanece cerrado, un trajín se resbala por los peldaños buscando un sitio hacia ninguna parte. Entonces, entre el humo del tabaco y los efluvios del alcohol, algunos discuten iracundos en ese estado en el que se pierde el equilibrio de los cuerpos y también del lenguaje, que se limita a un tartamudeo de exabruptos y blasfemias. Hay quien rebusca en sus bolsillos las colillas recogidas en la calle para prepararse el penúltimo cigarro, los más afortunados se colocan la dosis que por momentos los hace creerse héroes.  La divertida escalera de día, con el trasiego de turistas y la vistosidad de las azaleas que la adornan, por la noche huele a indigencia, miseria y derrota. Claro que los ocupantes no lo notan porque ellos mismos son escaleras. Tosen y se cubren con cartones para pasar la n

La secuoya de Ursulinas

     Había una vez una secuoya gigante en Vitoria que estaba catalogada como árbol singular y, por tanto, legalmente protegida. Plantada en un parque céntrico donde podía vivir libre y segura, dejó de añorar sus tierras del norte y se hizo un árbol colosal que superaba los cuarenta y dos metros. Sobrepasaba a todos los edificios de alrededor, incluso, la Catedral Nueva que tenía enfrente. En perímetro medía más de ocho metros, se necesitaban seis hombres para abarcarla.       Erguida y hermosa, se mantenía segura con unas raíces que podían alcanzar los treinta y cinco metros. Se asomaba por la tapia del colegio de las Ursulinas para disfrutar del jolgorio de las niñas en el patio del recreo y desde allí la veíamos como una diosa protectora. Le divertía lo sorprendidos que se quedaban los que la visitaban, la seriedad con la que daban pasos por su perímetro o los complicados giros de cabeza para intentar ver su copa. Pero lo que de verdad la enamoraba, era una sensación tan extraña