El tiempo de espera en la famosa escalinata de la Plaza de España en Roma, por la que deambulan pintorescos personajes de la noche, es un tiempo demasiado lento para aguardarlo. Cuando todo en la ciudad permanece cerrado, un trajín se resbala por los peldaños buscando un sitio hacia ninguna parte. Entonces, entre el humo del tabaco y los efluvios del alcohol, algunos discuten iracundos en ese estado en el que se pierde el equilibrio de los cuerpos y también del lenguaje, que se limita a un tartamudeo de exabruptos y blasfemias. Hay quien rebusca en sus bolsillos las colillas recogidas en la calle para prepararse el penúltimo cigarro, los más afortunados se colocan la dosis que por momentos los hace creerse héroes.
La divertida escalera de día, con el trasiego de turistas y la vistosidad de las azaleas que la adornan, por la noche huele a indigencia, miseria y derrota. Claro que los ocupantes no lo notan porque ellos mismos son escaleras. Tosen y se cubren con cartones para pasar la noche.
Hoy se les acerca uno nuevo. Cohibido, con un rostro demacrado y lastimosamente triste, les pide permiso para ocupar un trozo de escalón, como si pensara que les está usurpando un puesto. El más cercano levanta los hombros en un gesto de indiferencia y se da media vuelta intentando dormir. Entrada la noche, los ciento treinta y cinco peldaños parecen un purgatorio de almas en pena que han de pasar por allí antes de ingresar en el cielo. El nuevo no duerme, aterido de frío, escribe una carta a su madre en un papel arrugado bajo la escasa iluminación callejera. Cuando a los trece años, sus padres adoptivos le dijeron que había sido abandonado junto a un árbol del parque de la Florida de Vitoria, la palabra madre despertó en él emociones traicioneras que lo llevaron a marcharse de casa en su búsqueda. En ese camino está todavía, sin encontrarla, y ya ha cumplido los veintitrés. Entre esperas y desesperas ha intentado acoplarse a ese mundo gris y desolado que lo rodea. El de al lado piensa que es poeta porque los poetas tosen, como este, una tos muy fea.
Empieza a llover. Todos van alejándose dejando restos de su esencia, al nuevo se le sale el alma entera. No puede soportar más la carga de su propia historia que lo ha ido consumiendo ante el silencio o la indiferencia de ella. Porque si bien, ha localizado el lugar donde una voz maravillosa de mujer lo había citado por teléfono: la fontana della Barcaccia; su madre no ha aparecido. Ni entonces ni ahora ni nunca. Quería encontrarla, verla al menos una vez en la vida, observar si tenía algo de ella: sus ojos castaños claros, sus manos finas, la tez blanca y el cabello oscuro. Tal vez se ha olvidado de la cita o lo ha visto de lejos y se ha dado media vuelta avergonzada de su hijo como el día que lo parió. Con la movilidad de un animal herido se acomoda en un rincón sigiloso con el abrigo cerrado y los hombros apretados por el frío. ¿Acaso tiene algún sitio mejor al que ir?
Entre la llovizna que lo envuelve ve una mujer que se le acerca. ¡Es ella! El corazón le da brincos de alegría.
—¡Mamá!
—¡Alberto, hijo!, ¡te dije que vendría!
—Eso dijiste, mamá. Por eso te esperaba. —Alberto hace un enorme esfuerzo para levantarse, quiere agarrarla, que no se le escape de nuevo, pero el cuerpo no le responde.
—Ha pasado tanto tiempo…
—Lo sé, mamá. El tiempo de espera ha sido largo. No sabes cuánto. Llegué a perder la esperanza… —Su voz temblorosa se quiebra.
La madre lo mira con ternura. Se preocupa por él. Sentada a su lado, le echa un brazo por los hombros y lo atrae hacia sí. Alberto, que quiere darle su mejor versión, se limpia raudo las lágrimas con la manga del abrigo y abre los ojos todo lo que puede para verla bien: «¡Qué bella es!»
—No pude venir antes, hijo; pero yo bien sé que, a pesar de todo, me seguías esperando. ¿No es así?
—Así es, mamá. Siempre. —Esa confianza que deposita en él le aligera de cargas, se siente flotar como una pluma. Mira a su madre y trata de sonreír—. El deseo de encontrarte creció tan vivo dentro de mí que ya te conocía a pesar de tu ausencia. En mis momentos de soledad, era a ti a quien le contaba todo lo que me ocurría en la vida. ¿No me escuchabas, mamá?
—Claro, hijo, por eso estoy aquí. Nunca más te dejaré solo. Hoy he venido para llevarte conmigo. —Y lo abraza con cariño protector a la vez que manifiesta—: Si tú quieres, podemos irnos ya.
—Sí, vámonos, mamá —contesta apresurado Alberto.
Empapado en un charco negro que le hace de sudario, es Tánatos el que lo coge para llevarlo al mundo de los muertos.
Relato publicado en la revista: Volvemos a Manderley de El tintero de oro
Un saludo, amigos blogueros y a todos los que paséis por aquí. La acción de mi relato transcurre en la monumental escalinata de la Plaza de España en Roma. Bellísima, por cierto. Sé que en ese emblemático lugar está prohibido sentarse, comer o beber y mucho menos que ocurra algo parecido a lo que cuento. La imaginación es caprichosa y se ha empeñado en juntar dos mundos tan extremos: el día y la noche, la luz y las tinieblas, la indigencia y la opulencia...
ResponderEliminarGracias por leerme.
¡Un abrazo inmenso!
Tampoco sentarse... 😅
EliminarMe ha encantado tu relato. Hay muchas frases para enmarcar...
FELICIDADES ❤
Dejando al margen las normativas, el relato es magnífico.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Alfred.
EliminarUn abrazo.
Buen relato, te quedo muy bien. Te mando un beso y buen fin de semana
ResponderEliminarGracias, Citu.
EliminarBesos y feliz finde!
Un magnífico relato para prestigiar este Tintero que no hay quien lo pare. Me ha encantado. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra tu opinión, Chema. Sí, el tintero va quemando etapas, siempre subiendo hacia la cima más alta.
EliminarUn fuerte abrazo.
Esa capacidad que tienes para escribir (bien) es admirable, amalgamas la buena narración con un tema interesante al que le das vida. Abrazos dama escritora
ResponderEliminar¡Uf! Gracias, Ester, tus elogios me ponen colorada.
EliminarUn abrazo.
Gracias, María Pilar, por participar en la presente edición del concurso. ¡Recuerda dejar el enlace en los comentarios de la entrada para todos sepamos que participa! Un abrazo y suerte!!
ResponderEliminarGracias a ti, David. En cada reto nos llevas a estrujar el cerebro para buscar la mejor manera de contar para que el lector pueda construir la historia inventada en su mente. Historia que ni se me hubiera ocurrido sin la propuesta que planteas. Por eso me siento afortunada una vez que logro dar respuesta al reto.
Eliminar¡Un fuerte abrazo!
Hola, María Pilar. Me ha gustado mucho la parte inicial del relato, donde describes los personajes que deambulan y malviven en la famosa escalinata romana. Has creado un clima muy interesante y evocador. El giro final me ha sorprendido muy gratamente, con esa aparición final de Tánatos, el dios griego de la muerte no violenta, suave... Mucha suerte y un abrazo.
ResponderEliminarHola, María Pilar. Lo bueno de la imaginación es que pude colocar el escenario de la historia dónde y cómo quieras. Tu relato está contado con sentimiento y la ternura del encuentro en un lugar emblemático. Buen trabajo. Suerte.
ResponderEliminarUn abrazo.
"El de al lado piensa que es poeta porque los poetas tosen, como este, una tos muy fea".
ResponderEliminarHe seleccionado una de las perlitas de tu relato, tan triste como bien escrito.
Mil felcidades, María Pilar. Un abrazo
Hola, María Pilar. Triste de verdad este relato. Con la primera tos de Alberto ya se barruntaba lo peor. Al menos ha encontrado a su madre, aunque solo haya sido en su imaginación por las fiebres y su tránsito en la barca de Caronte será más liviano. Me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Magnífico tu relato, Pilar!!
ResponderEliminarMucha suerte y mis cariños!!!
Lau.
Tu relato me pareció buenísimo,
ResponderEliminartu imaginación y el sentir que hay
en ello, me encanto.
Besitos dulces
Siby
Hermoso relato Pilar en el que pones de relieve la triste historia de una de esas personas ignoradas e invisibles que deambulan por las ciudades y que, tristemente, no consiguen siquiera ruborizarnos por nuestra incapacidad para restaurar su dignidad.
ResponderEliminarMe ha encantado!
Un relato tristísimo que deja al terminar un nudo en la garganta. Me ha encantado, M.Pilar. Muy buena historia y muy bien escrita, con mucha delicadeza y mucha ternura. Felicidades y mucha suerte.
ResponderEliminarDesgarradora historia enmarcada en un precioso entorno artístico italiano del siglo XVII, como lo es esa Plaza de España en Roma y su escalinata próxima a la fontana della Barcaccia, que gracias a tu espléndida imaginación se transforma en un lugar repleto de vida con un contraste simultáneo de personajes variopintos y contradictorios, los cuales según sea de noche o de día, intercambian la dualidad de sus mundos opuestos.
ResponderEliminarSu argumento está inspirado en una larga ausencia, tan larga como el tiempo de espera, que trágicamente acaba por extinguirse, pero no sin antes ofrecernos la visión de un ensueño que da cabida a las expectativas del protagonista, quien fallece en ese tránsito ilusorio.
Muy buen relato, Pilar, donde afloran los sentimientos sobre un lienzo representado por la técnica del claroscuro.
Seguro que tendrás un buen puesto en El Tintero.
Un abrazo.
Hola María Pilar.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho como has compuesto el contraste de la miseria ambulante, como bien dices (indigencia, miseria y derrota), comparada con la belleza de la Plaza de España en Roma, personas de vidas que naufragan y se van a pique, justamente como la barca de la fuente que nombras.
Conseguida la alegoría de los peldaños como un purgatorio de almas antes de ascender a los cielos.
Me gustó también que personalizaras en un solo de los indigentes, porque nos acercas a él más que si generalizas en multitud.
No va descaminado el vecino de peldaño, cuando piensa que el enfermo es un poeta, porque estos tosen; en otro tiempo lo fue entre los románticos, cuando morir de tuberculosis, no solo era una realidad, sino que llegó a llamársela “belleza tísica”, canon de belleza de aquella época. No es el caso del pobre huérfano o abandonad, que sueña y sublima en sus últimos momentos con la madre ausente.
Un relato sensible, y muy triste, María Pilar.
Un cariñoso abrazo.
Un relato que uno puede ver claramente como una pelicula de cine, con la escalera, los muertos, el nuevo confundido y el encuentro con la madre ausente. Excelente pintura de letras.
ResponderEliminarSobrecogedor relato, Pilar.
ResponderEliminarBesos
Un relato triste, entretejido entre la realidad social de los desamparados y de los indigentes. Estremecedor relato con un final conmovedor.
ResponderEliminarMe ha gustado Pilar.
Suerte en el Tintero de Oro.
Hola, María Pilar, yo también me temía algo trágico, incluso cuando estuvo con el delirio de su madre, pero irse así es una autentica bendición. Porque, sea real o no, ¿qué es la vida sino una correría que nos percibimos o imaginamos? Al final tu prota consiguió su sueño, y eso no lo puede decir todo el mundo.
ResponderEliminarFelicidades por tan buen relato.
Un abrazo y mucha suerte!
Hola, Pilar. Me ha encantado cómo nos introduces en ese mundo de escaleras nocturnas, de personajes de un submundo que a veces no vemos o no queremos ver. El giro de la historia me pareció un acierto.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola María Pilar. Excelente relato. Emotivo y trágico. Una creación excelente remarcada por el contraste entre la belleza reconocida del sitio y la realidad de la miseria que alberga en las sombras.
ResponderEliminarHola, María Pilar. Duro y triste el relato que nos presentas, envuelto en una deprimente atmósfera de abandono y desolación. La historia de una vida desgraciada que sólo podía terminar como terminó. Al menos, el pobre hombre murió feliz creyendo que era su madre la que venía a buscarlo, al fin.
ResponderEliminarMucha Suerte en El Tintero. Un abrazo.
ResponderEliminarMe encanta como está escrito este relato, super detalladas las escenas, y es muy conmovedor.
El final me ha parecido épico, con esa aparición de Tánatos.
Mucha suerte en el concurso.
Un saludo.
La majestuosidad de la Plaza de España en Roma en contraste con la decadencia de un hijo que no fue capaz de superar la muerte de su madre. Me gustaría pensar que del otro lado hay alguien que nos arropa y nos acompaña en esos momentos donde uno debe andar solo su propio camino, ojalá sea así. El final no está exento de ternura, mérito de la autora. Mucha suerte Pilar, un abrazo.
ResponderEliminarHas buscado un punto de encuentro estratégico para el pobre protagonista que solo ha conocido la sombra en vida. Así que ahora la luz del otro barrio le parecerá el sol que siempre estuvo ansiando. Solo y enfermo como estaba tenía un alma noble, no era huraño o renegado, así que como se suele decir el cielo tendría ganado.
ResponderEliminarHistoria triste, pero bien narrada evitando recargar las tintas. Saludos y suerte María Pilar ��
Bonito escenario para un emotivo relato. Hay esperanza, hay emociòn, hay tristeza. Hay de todo y todo muy bien puesto. El final es lo mejor porque uno no se lo espera. Saludos!
ResponderEliminarMe has dejado hecho trizas. Esat historia me ha recordado a la película Marcelino pan y vino, por la que, siendo niño, lloré amargamente al ver cómo ese niño huérfano, tan bueno y dulce, muere en brazos de un Cristo con el que, milagrosamente, ha entablado amistad. En tu historia, triste a más no poder, el joven ve cumplido su deseo y, enfermo de muerte, cree que es su madre quien ha venido a llevárselo.
ResponderEliminarUn relato-cuento que me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Después de dejar mi comentario, zas, se esfumó por arte de magia. Igual después te aparece duplicado, aunque con versiones algo distintas.
ResponderEliminarDecía que es esta una historia que me ha recordado a la película Marcelino pan y vivo, que tanto me afectó de niño, en la que un huéfano muere en brazos de un Cristo con el que, milagrosamente, ha entablado amistad, para ir a encontrarse con su madre en el Cielo. Lagrimones asegurados. Era el cine de la época.
En tu relato-cuento, es un joven, enfermo que, en sus éltimos momentos, cree que es su madre biológica quien ha venido a llevárselo. Más triste imposible, je,je. Pero me ha encantado al haberlo narrado con tanta dulzura.
Un abrazo.
Ha sido como desenvolver un regalo. El final impresionante, no me lo esperaba. No hay nada como el amor de un hijo por su madre, este relato ha sido todo un acierto. Suerte en el concurso y felicidades.
ResponderEliminarUn relato conmovedor, y muy bien narrado con esa búsqueda de la madre en los momentos de soledad y a la que cree encontrar en sus últimos momentos de vida como compañera de viaje.
ResponderEliminarUn abrazo Maria Pilar y suerte
Puri
Un relato muy triste, María, triste y precioso. No podía tener un final feliz, eso era imposible. ¿Es realmente el espíritu de su madre quien lo acompaña en su viaje final o una mera ilusión? Da igual; al menos nuestro personaje muere en paz. Como ha dicho algún compañero, muchas frases para enmarcar.
ResponderEliminarUn saludo y mucha suerte en el concurso.
Bella, aunque triste esta historia que ambientas en un marco inigualable, amiga Mª Pilar. Leo a los compañeros destacar de tu magnífico relato la dulzura con que está narrado, la acertada frase que menciona la tos premonitoria, y algún detalle más, y estoy de acuerdo con todo ello. Tu texto ha sabido tratar con máxima ternura y delicadeza los últimos momentos en la vida del protagonista con ¿autoengaño? redentor incluido, y la figura de su madre propicia con la maestría de la revelación final el cumplimiento del requisito del presente reto.
ResponderEliminarMuy buen trabajo, me ha gustado mucho. ¡Enhorabuena!
Te deseo mucha suerte en "El Tintero", compañera, y te envío un fuerte abrazo.
Relato evocador, hecho a la medida del objetivo que la narradora/narrador se ha propuesto en su propia evocación. Se percibe, tal vez muy presente, la figura de la autora, no solo la implícita sino la propia autora real. El resultado es igualmente pulcro.
ResponderEliminarUn abrazo Mª Pilar y gracias por el aporte
Historia triste y desesperanza infinita. Con ese estilo narrativo que le confiere cualidad de ensoñación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Enhorabuena por tu relato, María Pilar. Me ha gustado la forma tan exquisita con la que describes el abandono y la miseria de los desheredados de la tierra. Mucha suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Maria Pilar, ay que bien contada la historia. Estoy aún en la escalinata. Lo malo es que ya lo iba suponiendo. Quedarse solo bajo la lluvia. Es un personaje ya muy vulnerable, para Tanatos. Fíjate que para ser la personificación amable de la muerte, tiene un potente nombre. De ahí, lo de tanatorio, claro. La primera mitad del relato me ha gustado mucho. Aún no sabía qué iba a ocurrir. Gracias compañera. Y agradezco también tu comentario y que te hayas pasado por el canal de youtube a ver la fábula, me alegra que te haya divertido. Espero verte más por allí y que me dejes un comentario. Me hará mucha ilusión. Un abrazo fuerte y feliz navidad.
ResponderEliminarMe ha emocionado tu relato a la vez que me ha encantado. Ya suponía llegando a las últimas líneas que tendría ese trágico final, pero le dejas ir de una forma noble dándole una muerte digna.
ResponderEliminarUn abrazo y suerte.
Formidable, María Pilar. Esas escalinatas tendrán que imprimirse en el pavimento que la componen cada frase de tu historia.
ResponderEliminarAprovecho para desearte Feliz Año Nuevo. Que todo se encamine hacia la normalidad que conocíamos, la que nos gustaba de verdad.
Besazos enorrrrmes!!