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Mostrando las entradas etiquetadas como #Maite

Luminosa melodía

  Al escribir  Solo surgen las palabras  De dolor por lo que amo  Y salgo al balcón cada amanecer  Para encontrar la oración  Que recompone las sílabas  De tu nombre  Maite  Al escribir tu nombre  Se desperezan todas las letras  Y me regalan tu sonrisa  La que sostiene el mundo  Caricia del alma  Luminosa melodía

Al amanecer

Cantan los pájaros en la plaza  Y sus trinos nada piden  Tan solo festejan  El amanecer del día  Que nos saque de la noche oscura

Viaje a la infancia

 Bajo a la playa. Extiendo la toalla en la arena, me quito las chanclas y busco en el bolso el libro para leer. El sonido de las olas festonean de espuma la orilla. Cierro el libro y lo dejo a un lado. Muy cerca, una niña coge la mano de su padre y se queda pegada a él sin dar un paso. Tiene miedo a los bichos. Son algas que cubren una franja cercana al agua dejando un olor característico; con el movimiento del mar al romper en la playa, parecen cobrar vida propia.     — ¿Y si me pican?  El padre se gira para señalarle el puesto de los socorristas que lo curan todo.  No parece convencida.  Entonces él la levanta en volandas y se la coloca en los hombros.  La niña celebra a gritos lo fuerte que es su padre. Y quién no, teniendo un superhéroe para sobrevolar todos los peligros. Alcanzan el agua y las voces y risas de los dos al saltar las olas me llegan mezcladas con el olor a mar. Un olor sutil y agradable asociado a hermosos recuerdos de días de s...

La niebla

  Tras la ventana  Con su velo blanquecino  La neblina difumina la ciudad.  Intenta borrar el ayer  Hermoso, lleno de vida, y color.  La mirada busca más allá  Alguna luz que la oriente.  Se encuentra huérfana  Ante el silencio sordo  En el que naufraga.

El gran viaje

Imagen de RosZie - Pixabay En mi pequeño mundo estaba todo oscuro, bueno, eso lo supe después cuando la luz me hirió los ojos. Me había adaptado a vivir en aquel mar. Hacía piruetas para sumergirme y volvía a salir. ¡Yupi! ¡Qué divertido! Si chocaba contra alguna limitación, era tan blandita que lo repetía. ¡Pum, pum, pum! Claro que llegó un día en el que mi mar se fue y el espacio se empequeñeció. Ya no podía jugar. De repente, algo empezó a moverse con un ruido estrepitoso que tiraba de mí. Yo no quería salir, pero, ¡hala!, me deslicé sin control. Primero la cabeza, luego, ¡zas!, todo mi cuerpo se escurrió. No fui bien recibida por los terrores que habitan en este lado. Los ruidos me atemorizaron, el frío me abofeteó y lloré. Oír mi llanto me asustó y lloré más y más. Entonces sentí el roce de sus labios, los primeros besos, el susurro de sus palabras. “Te quiero, hija”. Y me aferré a ella, el árbol de la vida.

La habitación de las llaves antiguas

La habitación de las llaves antiguas (fragmento)  de Elena Mikhalkova  Mi abuela una vez me dio este consejo:  Cuando los tiempos sean difíciles, avanza en pequeños pasos.  Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo lentamente.  No pienses en el futuro ni en lo que pueda pasar mañana.  Limpia los platos.  Limpia el polvo.  Escribe una carta.  Cocina sopa.  ¿Ves eso?  Sigue adelante, paso a paso.  Da un paso y luego haz una pausa. Toma un descanso.  Valórate a ti mismo.  Da el siguiente paso.   Luego otro.   Apenas lo notarás, pero tus pasos se harán más largos.  Hasta que llegue el momento en que puedas volver a pensar en el futuro sin llorar. (Elena Mikhalkova, escritora Rusa, nació el 1 de abril de 1974).