Leer más relatos aquí Las luces de emergencia iluminaban lo suficiente como para saber dónde estaba. También el lío en el que Carla se había metido. Tanta grandiosidad la empequeñecía. Se encendieron las alarmas en su cabeza. Se había quedado encerrada en la torre más lujosa de la Quinta Avenida. Su grupo escolar, con la monitora, habían subido al mirador Top of the Rock en el último ascensor de la tarde. Cuando llegó el momento de bajar, al salir del ascensor, Carla se entretuvo curioseando el retrato del primer Rockefeller que estaba en la pared de enfrente. Una cabeza afilada rodeada de una pelambrera lobezna; las aletas de la nariz dilatadas, como olfateando algo, le daban cierto aire de animal al acecho. «¡Qué hombre tan horrible!», pensó. No pasó mucho tiempo, el suficiente para quedarse sola. ¡Se habían cerrado todas las puertas! ¿A dónde se habían ido todos? ¿Y los vigilantes? Aquello no le podía estar pasando. El silencio era total. Hecha un ovillo, se sentó en uno de lo...
Un blog de relatos

Es la sombra del pasado que dará paso al futuro. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Ester. Un abrazo.
EliminarLindo poema. Te mando un beso.
ResponderEliminarGracias, Citu. Un beso!
EliminarSe lo vas a decir a un maño. Vendrá el cierzo a echarle una mano.
ResponderEliminarBuen poema, María Pilar.
Un abrazo.
¡Jajaja! Sabes muy bien de lo que hablo, Chema.
EliminarUn abrazo.
Hola, María Pilar.
ResponderEliminarEl ayer siempre conservará color, a vida, atesoramos los recuerdos con la nostalgia de que nada malo sucedió engrandeciendo cada momento vivido. Obviando o perdonándole sucesos, somos más permisivos con él. Por el contrario, en el presente se convive entre matices y sombras.
Estupendo poema simbólico.
Un beso.
Muy buen análisis, Irene.
ResponderEliminarUn beso.
Cuando yo era pequeña había muchas nieblas en invierno en León y me gustaba mucho porque no se veía la casa de enfrente y me permitía imaginar que allí, detras de la niebla, había cualquier cosa que yo quisiera. Co el cambio climático, ya casi nunca hay nieblas como aquellas.
ResponderEliminarHermoso tu poema.
Un beso.
No recuerdo nieblas de pequeña, mis días de entonces son luminosos, aunque hacía mucho frío o mucho calor, dependiendo de la estación del año. Ahora, en cambio, las nieblas salen a mi encuentro con un significado no tan bello como el tuyo de niña.
EliminarUn beso.
También yo nací en una tierra de nieblas perpetuas, supongo que por eso me gusta, envolviéndolo todo en ese halo misterioso y sí parece que lo difumina todo, bueno y malo..y mientras permanece necesitamos luchar para adecuar nuestra mirada ansiosa de luz y nitidez. Me ha gustado mucho tu poema MARIA PILAR, siempre que vengo me gusta lo que escribes y ahora que lo pienso creo que es la primera vez que te leo poesía.. preciosamente honda tu vena lírica : ) Un beso guapa!
ResponderEliminarGracias, María. La verdad es que me siento más cómoda escribiendo relatos, pero últimamente escribo poco y cuando lo hago, solo son unas breves líneas como estas de la niebla.
Eliminar¡Un beso!
Hola María Pilar, siempre me han atrapado tus poemas. Como este sobre la niebla, de la que es inútil quejarse pues permite hundirse en ella para pasar inadvertido. Un abrazo.
ResponderEliminarLa niebla es una fuente de inspiración y depende del estado de ánimo de quien la observa. Me ha encantado eso de hundirse en ella para pasar inadvertido. Un abrazo!
EliminarHola, María Pilar. Un poema muy evocador. Cuando hay un corazón limpio, no existe niebla que no te deje ver el horizonte.
ResponderEliminarFeliz finde. Bstes.
Gracias, Emma, por pasarte por aquí y dejarme tu comentario.
EliminarBesos.
Esa sombra inolvidable e efímera. El presente nos abre más puertas.
ResponderEliminarGracias María Pilar por regalarnos belleza en tus poemas.
Feliz primavera
Gracias, Carmen, por pasarte por aquí y dejarme tu comentario.
EliminarBesos.
Gracias por compartir tus letras, poera.
ResponderEliminarGracias a ti, Oswaldo.
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