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Mostrando entradas de marzo, 2013

El color de la añoranza

> Añoro llegar a tu casa y que estés. Entrar y verte en chándal sentado en el sofá, con la tele puesta, pero parece que no la sigues; estás con el periódico o leyendo un libro. ¡Cómo te gustaba leer! Todo era prescindible cuando llegaba yo, como si lo más importante en ese momento fuera nuestro encuentro, te dedicabas a mí por entero. Añoro no poder contarte que ha habido inundaciones en Astigarraga y que he visto por la tele tu antigua casa; bueno, esto seguramente me lo contarías tú. Cuando paso por delante de tu casa, siempre se me van los ojos hacia el balcón en el que tú no estás, pero inconscientemente —porque soy una inconsciente— pienso que estarás escribiendo alguno de tus poemas y que cuando nos encontremos seguro que me lo lees.  Me gustaría decirte que el mundo sigue girando y con él nuestras vidas. Me gustaría hablarte del día tan espléndido que tenemos hoy, como si no supiera de tu marcha, un cielo azul y la brisa fresca que trae olores de primavera. La primavera, es

Primavera de Microrrelatos Indignados

Cuando la cosecha acaba se va el sudor, pero se instala un dolor en el alma que corta el aliento. Él sabe muy bien que las cuentas no cuadran y que ni la semilla fiada se va a poder pagar. Empeñar ¿qué? Si viste botas agujereadas, pantalones raídos de pana, camisa sin relevo y boina castellana; todo ello uniformado con el color de su piel, color de la tierra agrietada. En la ciudad, tumbos dio el abuelo trabajando en todo lo que encontraba. Con mucho sacrificio logró que sus hijos fueran a la universidad para que tuvieran mejor vida que la suya. Hoy el nieto emprende el mismo viaje que él hizo hace tantos años, pero a la inversa. Ha estudiado Ciencias Ambientales, pero la ciudad, con la crisis, le ha cerrado las puertas. En el pueblo la vida es más barata y tal vez pueda labrarse un futuro cultivando un huerto ecológico en el pequeño terreno del abuelo. Con el rostro ensombrecido, el abuelo lo mira con perplejidad infinita porque no entiende nada. Por fin se atreve a preguntar: — ¿

Ocurrió en el año 1898

Hoy me encontraréis en: http://curioson.blogspot.com.es/2013/03/ocurrio-en-el-ano-1898.html.  FFroi, que es el autor de este gran blog, ha tenido el detalle de convidarme como “Curiosón Invitado” y así formar parte de un grupo de blogueros entusiastas con este medio.  Me parece sorprendente y muy estimulante que un buen día alguien al que sigues por su trabajo en investigación y publicaciones, pero para el que eres una total desconocida, te reserve un espacio en su blog para una de tus publicaciones. La idea de compartir la afición que nos une por la escritura a través de este espacio virtual que es el blog, me parece apasionante; por eso, agradezco a FFroi la publicación de curiosón: Ocurrió en el año 1898 y a los que no lo conocéis os animo a pasar por su blog porque os va a gustar.  Para los que queráis leerlo desde aquí:   Mi abuela materna tenía el pelo ralo, bastante negro para su edad y muy largo. Se lo peinaba recogido en un moño, el típico moño de abuela. Yo nunca la vi sali

El precio de ser mujer

A veces, en breves destellos, logro pintar con mis piruetas aires que me gustaría respirar y cielos por los que me gustaría volar. El miedo al monstruo se impone olvidando los sueños imposibles. Es tan hábil en el manejo de mis hilos que nadie puede ni siquiera intuir mi desgracia. No soy más que una marioneta en las manos de un desaprensivo cegado por lucirse y medrar a mi costa. Un día no puedo aguantar más tanta vejación y oigo un chasquido en mi interior como el de un objeto de madera que se astilla violentamente. Mi cara se queda con una expresión desencajada, mis piernas se doblan y todo mi ser no es más que un ovillo. Enfurecido me grita:  « Te has vuelto torpe e inexperta, no eres más que un despojo de marioneta rota » . Coge unas tijeras con las que corta todos los hilos de mi destino y me arroja violentamente al fondo del exiguo cajón. ¡Él sí que conoce bien mis desdichas! Me crece un temblor frío que la soledad aumenta. Sin mis alas insuflándome alma, nunca más volveré a

La favorita

Moholy-Nagy  Me encantan las caricias de tus manos cuando se detienen algo más de lo normal disfrutando de mi suavidad aterciopelada; cuando me acercas a tu rostro y capto tu olor embriagador. Me aprietas contra tu pecho, me inspiras hondo y te rindes a mis caricias. Me necesitas y yo te respondo. Conmigo te gusta hacer acrobacias y te sigo porque estoy en forma. Con movimientos al ritmo que deseas, me deslizo por los valles de tu contorno en posturas de vértigo, por la entrepierna con esmero y detenimiento. Adherida a tus largas piernas me electrizan las cosquillas entre los dedos de los pies; me detengo de nuevo en tu sexo, y enroscada a tu cintura siento el roce de su desnudez. Sé que soy tu preferida desde el día que me atrapaste en el baño al salir de la ducha. No había terminado de amanecer y la luz del alba tenía suavidades que se difuminaban en la irrealidad. Tu piel perlada embellecía la tersura de tu cuerpo desnudo y pronto sus marcas estaban por todo mi ser. Te arrebuj