Anoche me preguntaste: «¿Qué es la felicidad, mamá?» Con esa pregunta avivaste en mí recuerdos imposibles de olvidar.
Mira, hija, también yo fui adolescente un día y también, como tú, lo cuestionaba todo. ¿Cómo encontrar la felicidad en un mundo tan injusto? A pesar de todo la perseguía, pero como una mariposa difícil de atrapar se posaba en algún lugar inalcanzable para mí. Por eso ahora te insisto tanto que la felicidad no es una meta, que es una opción de vida, una manera de andar por el mundo que nos ayuda a dar sentido a lo que nos ocurre y a disfrutar de las pequeñas cosas.
Solo a veces experimentamos lo que es tocar la felicidad con los dedos y para mí, el primer encuentro contigo fue uno de esos momentos mágicos.
Nunca olvidaré el instante en el que te vi, más bien, en el que oí tu corazón por primera vez. Tenías tan solo cinco semanas. Eras tan diminuta que parecía imposible verte con los ojos, pero ahí estaba latiendo rapidísimo, una luz enérgica que parpadeaba en el centro de la ecografía; me encandiló. Entre sístoles y diástoles oía tu voz que me llamaba: mamá, mamá. Y toda esa ternura que brotó de pronto me inundó los ojos de lágrimas. Te aferrabas a mí con unas ganas locas por vivir y yo me aferré a ti. Sí, me aferré a ti porque en tu pequeñez descubrí emocionada la fuerza necesaria para adaptarme a la nueva vida. Y allí se selló esta unión entre las dos, el nexo más fuerte que puede darse entre los seres humanos y que dura de por vida.
Al salir de la consulta me sentía ingrávida, como flotando. Aún estaba envuelta en la experiencia que acababa de vivir cuando la mirada temblorosa de tu padre se encontró con el brillo especial de la mía. No necesité decirle nada. Lo leyó en mi cara radiante de felicidad. Sin tiempo para recuperar el aliento, sus brazos me atrajeron y nos fundimos en un inmenso abrazo. Fue el primer abrazo que nos dábamos conscientes los tres.
Y sonreímos de felicidad por y para ti.
¡Feliz día de la madre!
Mira, hija, también yo fui adolescente un día y también, como tú, lo cuestionaba todo. ¿Cómo encontrar la felicidad en un mundo tan injusto? A pesar de todo la perseguía, pero como una mariposa difícil de atrapar se posaba en algún lugar inalcanzable para mí. Por eso ahora te insisto tanto que la felicidad no es una meta, que es una opción de vida, una manera de andar por el mundo que nos ayuda a dar sentido a lo que nos ocurre y a disfrutar de las pequeñas cosas.
Solo a veces experimentamos lo que es tocar la felicidad con los dedos y para mí, el primer encuentro contigo fue uno de esos momentos mágicos.
Nunca olvidaré el instante en el que te vi, más bien, en el que oí tu corazón por primera vez. Tenías tan solo cinco semanas. Eras tan diminuta que parecía imposible verte con los ojos, pero ahí estaba latiendo rapidísimo, una luz enérgica que parpadeaba en el centro de la ecografía; me encandiló. Entre sístoles y diástoles oía tu voz que me llamaba: mamá, mamá. Y toda esa ternura que brotó de pronto me inundó los ojos de lágrimas. Te aferrabas a mí con unas ganas locas por vivir y yo me aferré a ti. Sí, me aferré a ti porque en tu pequeñez descubrí emocionada la fuerza necesaria para adaptarme a la nueva vida. Y allí se selló esta unión entre las dos, el nexo más fuerte que puede darse entre los seres humanos y que dura de por vida.
Al salir de la consulta me sentía ingrávida, como flotando. Aún estaba envuelta en la experiencia que acababa de vivir cuando la mirada temblorosa de tu padre se encontró con el brillo especial de la mía. No necesité decirle nada. Lo leyó en mi cara radiante de felicidad. Sin tiempo para recuperar el aliento, sus brazos me atrajeron y nos fundimos en un inmenso abrazo. Fue el primer abrazo que nos dábamos conscientes los tres.
Y sonreímos de felicidad por y para ti.
¡Feliz día de la madre!
Qué bonito, María Pilar.
ResponderEliminarEse sentimiento que tan bien describes es el más puro y desinteresado que existe. El amor de una madre por sus hijos hace confiar en que en el denostado género humano no está todo perdido.
Un abrazo.
Pilar, realmente bello y profundo, amiga...Esa opción por la vida,que une espiritualmente a madre e hija, es toda una aventura de amor, todo un camino de flores y espinas, que da sentido a la vida y nos proyecta hacia el futuro...Gracias por esta preciosidad, donde muchas hijas-madres nos vemos reflejadas.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño, Pilar.
Hermoso!!!
ResponderEliminarFeliz día Pilar!!!!
Cariños a montones!!
Lau.
Uy que linda historia. Te mando un beso
ResponderEliminarAbrazos!!!
ResponderEliminarHermosas palabras nacidas de tu corazón. Le dijiste a tu hija la verdad y en esa verdad le diste una enseñanza; la felicidad esta en nosotros, en disfrutar con lo poco y lo mucho y reconocer los mejores momentos.
ResponderEliminarmariarosa
Palabras que brillan con esa luz tan especial que dan las madres a lo largo de la vida
ResponderEliminarPrecioso!!!!!!!
Cariños