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Homenaje a Miguel Hernández


Me uno a la iniciativa homenaje al poeta Miguel Hernández cuando se cumplen, durante el presente 2010, los cien años de su nacimiento. Qué puedo decir yo de Miguel Hernández que no se haya dicho ya. Me Basta cerrar los ojos para percibirlo en su Orihuela natal pastoreando cabras a la vez que crea versos. ¡Cuánto entusiasmo adolescente con los autores clásicos a los que empieza a imitar! Visitante absorbido por la ciudad de Madrid, en las inolvidables tertulias en las que se impregna como una esponja para pulir su estilo, que no su creación. El ingenio forma parte de su equipaje, unido al pueblo y a su compromiso social y político. Amante de la República, ¿qué otra opción podía elegir en la guerra un hombre tan leal como él?
 
Por las gestiones que Neruda hizo ante un cardenal fue puesto en libertad en el 1939. En su pueblo, fue delatado y detenido nuevamente para morir en la cárcel en 1942.
Tratándose de un poeta, el mejor homenaje que podemos rendirle es recuperar su palabra para rescatar su memoria más allá de los discursos y las biografías.

Yo elijo 
«Las Nanas de la Cebolla». Estas nanas las escribió Miguel estando en la cárcel. Su esposa, Josefina, le mandó una carta diciéndole que no tenía para comer más que pan y cebolla, por lo que no podía amamantar a su hijo, entonces un bebé. Miguel se deprimió mucho al saberlo, y escribió las «Nanas de la cebolla» para ella y para el niño. Después se las envió junto con esta carta:

Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros o desesperarme

Manuel Miguel, su hijo, sobrevivió a la guerra y falleció en Elche, a los 45 años, en mayo de 1984. Casado con Lucía Izquierdo, tuvo una hija, Mª José y un hijo, Miguel, ambos viven con su madre en Elche. El hermano de Manuel Miguel se llamó Manuel Ramón. Miguel Hernández puso siempre Manuel a sus hijos, como su suegro, el padre de Josefina, guardia civil asesinado en Elda al comienzo de la guerra. 

La familia no podía visitar al poeta en la cárcel, pues él y Josefina no estaban casados por la iglesia y Manuel Miguel no estaba bautizado. A pesar de todo, Miguel Hernández pudo ver algunas veces a su hijo en brazos de una señora de su pueblo que iba a visitar a su marido con su hija. Los vigilantes de la cárcel no descubrieron el cambiazo. La boda religiosa se celebró el 4 de marzo de 1942, veinticuatro días antes del fallecimiento del poeta. Su firma aparece temblorosa en el acta de esponsales por lo enfermo que estaba.

Miguel Hernández fue dibujado por su compañero de celda A. Buero Vallejo (dramaturgo). Miguel le comentó que temía que su hijo, un bebé, no le recordara cuando lo viera, así que le pidió que le hiciera un retrato para mandárselo a su mujer. A esta le dijo que se lo enseñara al niño cada día y le hablara de su padre.

© María Pilar

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