La adolescencia de María es un tren con el traqueteo de los del pasado. Un tren que, con sus silbidos envueltos en hollín, deja atrás los ondulados campos castellanos y serpentea por las montañas inabarcables del País Vasco.
De mañana, su padre la lleva a la estación. Le coloca la maleta en el estante superior del compartimento y, mirando el billete, le indica el sitio donde tiene que sentarse; junto a la ventana.
—No me dejes —le dice ella.
—Nunca. Ya sabes lo mucho que te quiero —le contesta revolviéndole el pelo.
La atrae hacia sí y la abraza a la vez que le pregunta: «¿Lista para tu aventura?»
María hace un gesto afirmativo con la cabeza gacha.
La gente se arremolina en el andén para despedir a los que se van; raudos cargan bultos y maletas, los últimos abrazos y besos, otros dicen adiós con la mano. Con el sonido estridente del pitido, el tren se pone en marcha y la figura del padre se empequeñece hasta quedar reducida a un punto inexistente. A ella le invade una sensación extraña a la que aún no sabe ponerle nombre. Con el tiempo aprende que se llama vértigo.
El resuello anhelante de la locomotora la va alejando de su mundo mucho más de lo que pudo imaginar antes de partir. Sentada en el borde del asiento, con sus zapatos de colegiala y calcetines cortos, no puede parar de moverse. Está preocupada de que se le pase la estación de llegada; por eso mira detenidamente el nombre de cada parada por si coincide con el que lleva grabado en la memoria de tanto repetirlo. El revisor viene a mirar el billete y le susurra muy simpático: «¿Todo bien, señorita?» Respira aliviada y sonríe porque le gusta que no la trate como a una niña.
Por el ventanal, pasan árboles y postes de la luz a velocidad apresurada. Giran y huyen interponiéndose entre ella y su lugar de procedencia. Cuando se le caen los párpados cansados, las imágenes siguen rotando en su cabeza y rompen la calma tensa que entumece sus miembros. Agarrada al asiento se muerde el labio inferior para aguantar las lágrimas. Y, con los ojos empañados no logra leer el nombre de la estación que ya huye.
Atrapada entre aquellas montañas por las que discurre el tren, donde le espera un modo de vida tan diferente al que conoce, comienza a sentir una inquietud imposible de calmar. En el mundo que deja, sus pies, fieles a la manía de no pisar rayas, saltaban de losa en losa y el reflejo de un charco le devolvía una niña pizpireta que la entusiasmaba. Ahora se ve una hoja zarandeada por el viento hacia un destino incierto. Atrás queda su infancia con los trinos de los gorriones columpiándose en los cables de la luz y las nubes algodonosas que le contaban cuentos, el miedo a subir las escaleras a oscuras y los fantasmas invisibles que poblaban las noches. También, dos largas trenzas de sedoso cabello negro. «Para que puedas peinarte sola», le dice el rumor del arroyo en el que se encuentra con la sonrisa de su madre que ella guarda muy dentro.
Bajo un cielo cubierto de oscuras y plomizas nubes, el convoy entra en la estación con un ruido ensordecedor. Algunos se agolpan en las puertas impacientes por bajar. Los esperan. El frío de despedida que recorre el andén la encuentra desprotegida y la va calando un olor húmedo a naturaleza que siempre la transporta a ese momento. El reloj de la estación marca las cuatro de aquel día gris de septiembre. Patea calles extrañas como se anda en los sueños y cada poco muestra la dirección escrita por su padre. Un señor la acompaña. Camina a su lado en silencio. Su destino acaba frente a unas puertas de hierro forjado que en ese momento están abiertas. Una vereda flanqueada por árboles muy altos lleva a la escalinata de un palacete que, como por arte de magia, asoma al fondo. ¡Fascinante si fuera un cuento! Con esa sensación paralizante que te impide moverte, se queda mirando, como una papanatas, la secuoya gigante de la entrada. El hombre que la ha acompañado la anima a entrar: «Etorri, neska!». Se hace la valiente y, con el corazón al galope, pone un pie dentro.
Mädchen Internat, lee en la entrada principal.
Mädchen Internat, lee en la entrada principal.
Cuando llega la Navidad, un runrún de maletas liberadas de los armarios recorre el internado. Entre velas rojas, coronas de abetos y la música del villancico O Tannenbaum, las adolescentes solo hablan de un tema: «¡Vacaciones!».
Muy circunspecta, Schwester Lidana, con una carta de su padre en la mano, le dice que se ha casado de nuevo y pronto va a tener un hermanito. Mejor que estas vacaciones se quede con ellas. Un jarrón de agua fría nunca le hubiera hecho tal efecto. A solas, hace trocitos a la mujer que está en la foto con su padre y a este, las lágrimas derramadas lo van desdibujando.
Una puerta le hace guiños y allí se cuela. Descubre libros, muchos libros. Con la intriga de Extraños en un tren de Patricia Highsmith, no puede dejar de leer; devora la historia página a página robándole tiempo al sueño. Conoce a los personajes, se siente atrapada por el relato, lo vive con tensión. Al final, le da pena terminarlo, pero esa emoción sentida la arrastra a descubrir otras historias que la hagan vibrar, sonreír, llorar.
La cortina de lluvia tras la ventana, idéntica al día que llegó, hace pensar que nada ha cambiado; pero, salvada por la lectura, es consciente de que ella sí ha cambiado. Mucho.
Llueve, pero María vuela.
Para leer los relatos participantes clicar aquí
Mi deseo para esta Navidad es que se convierta en un espacio donde los recuerdos, los abrazos y las risas imperen radiantes.
ResponderEliminarGracias por estar siempre, amigos blogueros, os dejo un surtido de ilusiones y sueños para pintar el arco iris del año nuevo junto con los aturronados abrazos y dulces besos. Elegid sin discreción, es todo vuestro.
Espero que a la protagonista no se le ocurra tomar ideas de la lectura...
ResponderEliminarBesos y ¡Feliz Navidad!
La lectura es una buena costumbre y un buen recurso.
ResponderEliminarFeliz Navidad y feliz 2020.
Un abrazo.
Abrazo fuerte gracias por la lectura.
ResponderEliminarFeliz Navidad y un grandioso 2020, Pilar!!
ResponderEliminarTodo mi cariño, Amiga!!!
Lau.
Uy que buena historia no me lo esperaba te mando un beso y te deseo una feliz navidad.
ResponderEliminar¡Hola, María Pilar! Veo que es tu participación en el concurso, acuérdate de insertar el enlace en los comentarios de la entrada que lo convoca para que todos puedan verlo. Aprovecho para desearte unas maravillosas navidades y un 2020 repleto de musas y letras. Un abrazo!!
ResponderEliminarUn excelente relato. La descripción de cada una de las secuancias y sentimientos de la niña es tan real que uno se sumerge en la historia sin darse cuenta. Un final infeliz que no augura nada bueno, je,je.
ResponderEliminarQue pases unas felices fiesta y que el 2020 sea muy próspero en todo, incluyendo la inspiración. Y que haya suerte con el concurso, María Pilar.
Un abrazo.
La lectura será la gran compañera de la protagonista... Y mejor que la de un padre que la ha sustituido. Muy triste final. Una historia en que nos llevas en ese tren, junto con ella.
ResponderEliminarFeliz Navidad.
Un gran abrazo.
Hay puntos en tu relato que rozan mi historia personal en la que, como tu protagonista, también fui salvada por la lectura (y el estudio).
ResponderEliminarMuy felices fiestas, querida Pilar, y que el 2020 te traiga todo lo que deseas junto con muchas alegrias, salud y bonanza. Besotes
Y más besos
ResponderEliminarMe ha encantado la exquisitez de las descripciones y el gusto por narrar una conmovedora historia, donde la protagonista logra sobrevivir a esa situación de abandono en la que forzosamente se ve inmersa gracias a la lectura.
ResponderEliminarSe trata también de una original participación dentro de esta última convocatoria del concurso del TINTERO DE ORO, cuya acción transcurre en un tren y se menciona con sentido la novela Extraños en un tren.
Gran relato para formar parte del palmarés del concurso.
Que la magia que envuelve estas fiestas tan entrañables, continúe estando presente durante el 2020 tanto para ti como para tus seres queridos y que se hagan realidad tus proyectos.
Un gran abrazo.
Un relato triste, María Pilar, pero con un mensaje esperanzador. Me ha gustado la visualidad de tus descripciones, con ellas, y junto a la narración en presente, sumergirse es fácil e inmediato.
ResponderEliminarMucha suerte en el tintero, y que sigas pasando una felices fiestas y mejor 2020.
Un saludo.
Un gran relato, María Pilar, triste y al mismo tiempo con un mensaje optimista. La protagonista consigue afrontar el gran cambio en su vida a través de la lectura. Enhorabuena, me ha encantado.
ResponderEliminarFeliz y próspero año.
Abrazos.
Muy buen relato, María. Muy triste, pero a la vez esperanzador, algo que solo podemos entender los que nos refugiamos en las letras.
ResponderEliminarUn abrazo y felices fiestas.
Hermoso, María Pilar. Me encantó especialmente el episodio del viaje cob las sensaciones de la niña.
ResponderEliminarUn viaje con destino doloroso. Un abrazo.
Sentimental y muy melancólico. Muy buena historia. Mucha suerte, M.Pilar.
ResponderEliminarMª Pilar un buen relato donde la añoranza de lo vivido en la ciudad que deja le hace a la protagonista irse con tristeza. El final da la vuelta a ser enviada a un lugar que ella no quiere ir si se refugia en la lectura. Un abrazo.
ResponderEliminarHola María Pilar. Lo primero decirte que has hecho muy cercana a María, y que has aunado los gestos con los sentimientos de una manera magistral (ese morderse el labio inferior, la mirada preocupada leyendo el nombre de las estaciones, el respirar aliviado, la sonrisa…. la sensación de vértigo a la que aún no le ha puesto nombre, y tantos otros. Las descripciones del ambiente que la rodean en su punto justo, sin cansar, pues lo importante es el sentir de María. Las circunstancias para entenderla.
ResponderEliminarLo único que me araña es la expresión “ojiplática” que en un relato más libre con un tono más desenfadado encajaría mejor que en este.
El primer libro que leí, libro de adultos se entiende, fue "Las mil y una noches", así que presupongo la sensación que sintió María con su descubrimiento de lectura.
Me ha gustado mucho María Pilar, enhorabuena por este estupendo trabajo.
Y Feliz Año 2020 compañera.
me gusta como escribes lindo simple claro
ResponderEliminarQue relato tan tierno y que invita a leer, es la lectura la llave de la sabiduría. Pero,ojalá María tome lo bueno que dejan los libros y como bien dice el título sea " salvada por la lectura" la buena, la que deja enseñanzas, las que te enseñan a recoger los vidrios rotos y convertirlos en un vitral de arcoiris. Felicidades buen relato, espero te guste el mío y me dejes tu perspectiva. Saludos desde Venezuela
ResponderEliminarHola María Pilar. Muy buen relato, sin duda. Manejas el lenguaje con maestría y ese aroma a nostalgia que destila la historia me transporta a épocas del pasado. Uno de mis favoritos de este concurso mensual. Felicidades y mucha suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarHola María Pilar. Muy buen relato, sin duda. Manejas el lenguaje con maestría y ese aroma a nostalgia que destila la historia me transporta a épocas del pasado. Uno de mis favoritos de este concurso mensual. Felicidades y mucha suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarLeer y escribir es un buen refugio, me alegra que a pesar de ser una historia tan triste al final la protagonista consiga algo de bienestar.
ResponderEliminarMe quedo suscrita a tu blog para seguir disfrutando de tus escritos, después del cuestionario ji, ji!!
Un abrazo fuerte María!!
Saludos María Pilar, un excelente relato, muy descriptivo, que sumerge al lector en la sensibilidad de la joven protagonista. Éxitos y bendiciones!
ResponderEliminarUn relato cargado de nostalgia este que nos traes, María Pilar, en el que consigues que empaticemos enseguida con la niña y sus circunstancias. Nos metes además de lleno en su interior y su forma de pensar y de analizar lo que tienen a su alrededor. Buenas y hermosas descripciones, muy visuales. Al final la lectura hace de tabla de salvación de una niña que crecerá acompañada por los libros. Me ha gustado mucho la última frase. Te deseo mucha suerte en el Tintero. Un saludo.
ResponderEliminarCon tu relato nos dejas la certeza de que los libros tienen que formar parte prioritaria de la vida. con los libros volamos y nos liberamos de las ataduras de lo terrenal.
ResponderEliminarun abrazo y feliz comienzo de año.
Holaq María Pilar.
ResponderEliminarConmovedora historia, muy bien narrada, imposible no identificarse en cuanto lo que significa la lectura para todos los que estamos en esto. Hay detalles de emociones verdaderamente impecables. Te felicito
Suerte en el concurso y feliz 2020
Tu relato me ha conquistado por muchos motivos: mencionas Castilla y León (donde siempre paso mis veranos) y el País Vasco donde vivo, pero además aportas alguna expresion en alemán que ya de por sí enriquece el texto y lo hace más interesante y que me permite recordar vagamente lo poco que sé de ese idioma.
ResponderEliminarPor otro lado, me gusta mucho como nos describes ese viaje en tren al internado. Cuando hablas del pasar de los postes de luz me he visto a mí misma pensando exactamente lo mismo cada vez que voy camino del pueblo. Vamos que me he sentido muy vinculada sentimentalmente a tu relato.
Lo que sí me ha costado ha sido no perderme en la transición entre ese viaje su llegada al internado y el hecho de descubrir que ya ha transcurrido algún tiempo desde aquello. Pero el relato es formidable. Además auna a la perfección dos de los requisitos que nos pedía David para el reto.
Un abrazo y ¡Feliz 2020!
Pilar, esas palabras del final son maravillosas: "llueve, pero María vuela".
ResponderEliminarMe ha encantado el relato. Delicioso.
Un abrazo
Hola Pilar
ResponderEliminarCon mucho sentimiento, tierno y esperanzador. Nunca sabe uno lo que le depara la vida.
Me ha gustado y he disfrutado de su lectura.
Suerte y saludos
Un relato entrañable y conmovedor muy bien narrado, en el que nos hace un vigoroso retrato de la infancia de María con frases evocadoras hilvanadas con maestría, fabricando imágenes muy logradas. Una historia que termina con un final triste aunque esperanzador con los libros como refugio y llave para huir de la deprimente realidad que rodea a la joven protagonista. Suerte en el Concurso. Un abrazo, Pilar.
ResponderEliminarHola Pilar el título ya adelanta parte de la historia, actúa a modo de resumen. Un viaje que se plantea atemporal donde el pasado y presente son compañeros de viaje. Evoca quién fue en una lectura. Un refugio y una liberación. Son así, los libros que nos caen a las manos, nos meten y nos sacan de nuestra propia realidad. Un abrazo
ResponderEliminarLos libros nunca tendrían que ser un refugio aunque, por desgracia, esa no es la realidad. Me gustó leerte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es lo que lo que tiene leer, para bien o para mal, da opciones jeje. Suerte en el reto🐾
ResponderEliminarUna historia triste que nos muestra la infancia de María con todo detalle. Bien hilvanada la trama.
ResponderEliminarUn abrazo María Pilar.
Puri
Hola, María Pilar.
ResponderEliminarTu relato, ay, qué decirte. Me ha parecido precioso y sentido. Esa pequeña que va creciendo, ansiando un amor, el de su padre, uno que pierde, pero otro que encuentra a través de la lectura, está siempre salva, es maravillosa. Nostálgicas y bellas letras.
Un beso.
Tal y como anuncia el título, la lectura tiene el poder de liberar o al menos atenuar el dolor que siente la protagonista por la ausencia de su padre. Preciosas y poéticas descripciones del paisaje y de las emociones de María. Me ha encantado tu emotivo relato. Saludos y suerte en el Tintero.
ResponderEliminarUn buen libro puede ser la mejor de las compañías cuando nos sentimos abandonados. Muy buen relato, María Pilar. Un saludo.
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