Mientras rastreo noticias de actualidad desvía mi atención el titular: “Comienza el festival de las palabras”. El eslogan luce sus mejores galas y tiene un atractivo tan irresistible que yo, un simple nombre, no puedo evitar seguirlo.
De reojo me siento observada por todas las palabras participantes. Saben de su poder mágico y se engrandecen envolviéndome cada vez más con su aura irresistible.
Así me veo en un lugar donde las palabras se recitan, se cantan, con ellas se cuentan cuentos de hoy y de siempre, serios discursos, carcajadas de chistes hilarantes, fórmulas mágicas que cumplen deseos.
Puedes dejar la palabras que quieras, puedes unirte a las que más te gusten, el intercambio es libre, son las reglas del festival.
Surge un alboroto. Se discute sobre el maltrato que algunas están sufriendo, no muy lejos; otras susurran palabras extrañas, también las hay familiares, infantiles y adultas, para poetas y para borrachos, palabras canallas y palabras grandiosas. Es un mundo de saludos y risas, de momentos entrañables, de instantes que permanecen, de horas que pasan volando.
De repente, en una esquina aparece el rostro del dolor en una palabra apenas legible por los destrozos que ha sufrido, parece formada por las letras l - o - r – c – a, no se leen bien, no están acompasadas.
Dos palabras amigas que caminan conversando se detienen. La situación de su compañera les muda el gesto. Hablan entre sí, "Está desgarrada y habrá que juntar las piezas para que luzca como siempre". Se ponen manos a la obra, poco más tarde se les añaden otras y después muchas más. El festival de las Palabras variopinto y colorido se torna monocolor, es el color de la solidaridad.
De reojo me siento observada por todas las palabras participantes. Saben de su poder mágico y se engrandecen envolviéndome cada vez más con su aura irresistible.
Así me veo en un lugar donde las palabras se recitan, se cantan, con ellas se cuentan cuentos de hoy y de siempre, serios discursos, carcajadas de chistes hilarantes, fórmulas mágicas que cumplen deseos.
Puedes dejar la palabras que quieras, puedes unirte a las que más te gusten, el intercambio es libre, son las reglas del festival.
Surge un alboroto. Se discute sobre el maltrato que algunas están sufriendo, no muy lejos; otras susurran palabras extrañas, también las hay familiares, infantiles y adultas, para poetas y para borrachos, palabras canallas y palabras grandiosas. Es un mundo de saludos y risas, de momentos entrañables, de instantes que permanecen, de horas que pasan volando.
De repente, en una esquina aparece el rostro del dolor en una palabra apenas legible por los destrozos que ha sufrido, parece formada por las letras l - o - r – c – a, no se leen bien, no están acompasadas.
Dos palabras amigas que caminan conversando se detienen. La situación de su compañera les muda el gesto. Hablan entre sí, "Está desgarrada y habrá que juntar las piezas para que luzca como siempre". Se ponen manos a la obra, poco más tarde se les añaden otras y después muchas más. El festival de las Palabras variopinto y colorido se torna monocolor, es el color de la solidaridad.
Lorca se lo merece!
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