Caras Inut |
—Te estás sonriendo.
—¡Ah! eres tú. No te había visto.
—Claro, estabas tan atenta mirando a tus nietos por la ventana. Es bonito verlos a todos juntos ¿verdad? Lo que tú siempre hiciste con nosotros ahora el mayor ha cogido el testigo y lo ha logrado con ellos.
- ...
La relación con ella siempre era fácil porque era inteligente, intuitiva y conciliadora. Y sobre todo fue una buena madre. Le gustaba verse rodeada de familia y estar al servicio de los demás. Viendo con qué entusiasmo nos contaba historias de cuando vivió en Burgos de joven, creo que fue el tiempo más feliz de su vida. Sabía escuchar y tenía una sonrisa preciosa que le iluminaba la cara. Cuando alguna cosa le sorprendía gratamente o le hacía gracia se reía hasta brotarle las lágrimas y no podía parar de reír cuando quería contárnoslo. Como esa vez que iba con Román en el coche por la calle principal de la ciudad y de repente él paró el coche y le dijo: "Espera un momento". Por la ventanilla del coche le vio recogiendo billetes de dinero que el viento zarandeaba de un lado a otro como si fueran hojas secas de otoño o pájaros aturullados que volaban a merced del viento. Pronto otros peatones se le unieron para ayudarlo y cuando le daban los billetes Román decía: "Gracias, muchas gracias".
Los años se le escapaban por la sonrisa cuando decía: “Verlo para creerlo”.
© María Pilar
—¡Ah! eres tú. No te había visto.
—Claro, estabas tan atenta mirando a tus nietos por la ventana. Es bonito verlos a todos juntos ¿verdad? Lo que tú siempre hiciste con nosotros ahora el mayor ha cogido el testigo y lo ha logrado con ellos.
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La relación con ella siempre era fácil porque era inteligente, intuitiva y conciliadora. Y sobre todo fue una buena madre. Le gustaba verse rodeada de familia y estar al servicio de los demás. Viendo con qué entusiasmo nos contaba historias de cuando vivió en Burgos de joven, creo que fue el tiempo más feliz de su vida. Sabía escuchar y tenía una sonrisa preciosa que le iluminaba la cara. Cuando alguna cosa le sorprendía gratamente o le hacía gracia se reía hasta brotarle las lágrimas y no podía parar de reír cuando quería contárnoslo. Como esa vez que iba con Román en el coche por la calle principal de la ciudad y de repente él paró el coche y le dijo: "Espera un momento". Por la ventanilla del coche le vio recogiendo billetes de dinero que el viento zarandeaba de un lado a otro como si fueran hojas secas de otoño o pájaros aturullados que volaban a merced del viento. Pronto otros peatones se le unieron para ayudarlo y cuando le daban los billetes Román decía: "Gracias, muchas gracias".
Los años se le escapaban por la sonrisa cuando decía: “Verlo para creerlo”.
© María Pilar
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