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El dolor de la ausencia

¡Cuántas veces me he quedado mirando tu foto intentando descubrir algo más! Y nada. ¿Estaba ya enferma y no nos lo decía para no preocuparnos? ¿Se sentía triste o cansada? Eran las fiestas del pueblo y volvíamos a casa después de la misa mayor. Nos habíamos detenido en la plaza para ver los danzantes y respirar el ambiente tan animado de la fiesta. Lo recuerdo como un momento relajante, sin prisas ni agobios. Si sus preocupaciones eran otras, ella estaba ahí feliz y contenta, también parecía tranquila, intuyo que había dejado la comida preparada para todos. Mira a la cámara con una expresión muy natural en ella, es la que más alegría manifiesta y hasta aprecio un guiño de complicidad con el fotógrafo. Es justo esa forma de saber estar la que más confianza transmitía a los demás y que fue la base del cariño que le tenía la gente. Un año después, el diagnóstico de su enfermedad desestabilizó todos nuestros anclajes. ¡Qué mazazo tanto por cruel como por inesperado! La enfermedad se