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La venganza de la bruja

Villamediana Cuando pasó el invierno, los vientos primaverales traían agradables susurros que todos los vecinos de aquel pueblo querían atrapar y abrían las ventanas y puertas de sus casas para recibir la suave caricia del sol. El sufrimiento de la vecina, que un día fue atacada por el gato, se puso en evidencia. Su casa seguía cerrada a cal y canto y si por alguna rendija entraba la luz, había clavado finas tablillas para evitarlo. Las noches de luna llena, los reflejos de luz que se filtraban entre las ramas de la higuera proyectaban figuras florales en la pared de su cuarto. A ella le parecían magia y creía sentirse observada por algún espíritu maligno que había hecho acto de presencia en su casa. Entre insomnios y duermevelas el disco de la luna se le acercaba y en él podía distinguir rasgos de su vecina-bruja con una mueca sarcástica y una risa de ultratumba. Con cada plenilunio de primavera, el desasosiego le aumentaba hasta que llegó a convertirse en obsesión. Durante el d