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¡Feliz Navidad, amiga invisible!

Para Meii Vazquez que, como amiga invisible, me ha tocado en este concurso bloguero.  Un Villancico más para tu colección y no es uno cualquiera. Estos días los niños en los colegios, los grupos de amigos, los padres con sus hijos, abuelos y demás familia, todos cantamos y a la vez oímos hasta el infinito este Ator, Ator que es como un aldabonazo en la puerta anunciando que las fiestas de Navidad están entre nosotros. Por eso lo he escogido porque, a la vez de mi felicitación navideña, quiero enviarte un trocito de cómo lo vivimos por aquí. (En Español: Ven muchacho a casa, ven, a comer castañas asadas, a celebrar la Nochebuena junto al padre y la madre. Verás al padre reír con la alegría y dicha de la madre. Muchacho toca ese tamboril mientras asan las castañas, mientras asan las castañas, ¡txipli txapla pun! Que pasemos una feliz Nochebuena

Luna atrapada

Cuando sentía en la noche De mi niña sonámbula Su pisar silencioso, El reloj de la vecina Daba cuatro campanadas. Me acercaba sigilosa Hasta pararme a su espalda Luna atrapada en la ventana Vete a la cama mi niña Vete a la cama. Permanecía callada Vamos a dormir mi niña Le cogía la mano Y la acostaba en mi cama.

El síndrome de inmunodeficiencia adquirida

Al salir del trabajo me paró en la calle. Su juventud, su melena al viento y sus grandes ojos me miraron con una gran franqueza para decirme:  —Tengo que hablar contigo.    Le hice un gesto para que me acompañara a una cafetería.   —No, no; aquí mismo. Será breve. No quiero que pienses que soy una cobarde. Cuando nos hemos presentado en la reunión, me hubiera gustado decir que soy portadora del VIH, pero me lo he callado. Al principio, cuando lo supe, se lo comenté a mi mejor amiga. No he vuelto a saber de ella. Lo mismo me ha pasado cuando he empezado nuevas relaciones. Ahora ya no se lo digo a nadie. He tenido que empezar a vivir de nuevo conmigo misma y a hacer nuevas amistades, pero lo del VIH lo mantengo en silencio. Para mí es angustiante llevarlo dentro, porque es muy difícil vivir con esto, pero mucho más sentir que te miran como a una apestada. No puedo evitarlo, ¡joder! El rechazo me afecta. En terapia nos dicen que el problema lo tienen los que se alejan de ti. ¡Qué fác

Ana Mª Matute premio Cervantes de Literatura 2010

Una buena noticia ha dado a conocer hoy la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde: la escritora Ana María Matute (Barcelona, 26 de julio de 1925) ha sido galardonada con el Premio Cervantes en reconocimiento a su obra compuesta, hasta el momento, por 13 novelas y varios volúmenes de cuentos. Se convierte así en la tercera mujer en obtenerlo tras María Zambrano y Dulce María Loynaz.  En su momento también fue la tercera mujer en acceder a la Real Academia Española de la Lengua en la que ocupa el sillón K desde 1996.  Conocí a Ana Mª Matute hace algunos años. Pasó por Vitoria para dar una charla. La vi frágil, pero con una energía increíble. Como si del salón de su casa se tratase, nos fue contando, con esa facilidad de palabra que tiene, su biografía enriquecida por sus obras, dejándonos ver su parte más humana aderezada de un humor tierno y socarrón a veces. Su infancia, la guerra, la posguerra…, le han hecho considerarse una superviviente por todo lo que ha tenido que luchar para

Una naranja al día

Alguien dijo que París bien valía una misa y el abuelo ha creado lo de «una naranja vale una vida». He empezado a hacerle caso y me he unido a su club.  Es lógico que al principio le costara. Él no es de orilla del Mediterráneo, tampoco ha regentado nunca una frutería y el color naranja nunca le ha sido familiar.  Todo empezó cuando se despertó aquel día en la cama de un hospital. Tras sus casi noventa años veía la luz del nuevo día que se filtraba por las rendijas de la persiana. Lo habían ingresado, luego debía estar muy mal. ¿Y si estaba muriéndose? Tenía que salir de allí cuanto antes porque de los hospitales no se puede esperar nada bueno. Retiró la ropa de la cama. Al ver que no tenía su pijama, apenas una bata azul anudada a la espalda, se preguntó: «¿Y mi ropa? ¿Dónde la han metido?» Le empezaban a entrar sudores de muerte, se estaba poniendo malísimo. Por suerte apareció su hija.  —No tienes nada importante —le dijo. Le trajo su ropa, se vistió y salieron del hospital despid