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¿Aquellos maravillosos años?

¿Alguna vez pensaste que esto fuera tan brutal? dijo Mikel ya en la calle con la mano en las lumbares doloridas por los golpes de la porra policial. Esto, ¡pero qué es esto! ̶ le contesté enojada enfundada en mi pantalón de pata ancha y mi chaquetón de cuadros. Ese día de invierno nos vimos a la deriva de un destino incierto.  En los alrededores de la universidad los "grises" se habían ensañado y habían cargado con contundencia. Las fuerzas de orden público parapetados tras los escudos se entregaban a fondo para disolver nuestra manifestación en apoyo de la lucha obrera. El humo de los botes nos envolvía impidiéndonos respirar; el ruido de los disparos de los antidisturbios nos estallaba los tímpanos y nos alteraba el ritmo cardiaco; las pelotas de goma, que caían por doquier, abatían a los que alcanzaban... Las toses y la irritación en los ojos hacían que buscásemos una salida y chocábamos con furgones policiales que cortaban las calles de escape y por el otro lado, ar