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La soledad de los mayores

Me encontré de frente con una aglomeración silenciosa que picó mi curiosidad y de súbito lo vi. Era un pie lo que provocó mi inquietud, un pie descalzo, cansado de las muchas patadas que había dado a la vida, marcado por las durezas a las que había tenido que hacer frente y al final, envejecido.  Fue un flash, un segundo que se quedó colgado en mi mente creándome un gran desasosiego. Ese pie desnudo, que en la caída de su dueño desde el octavo piso había perdido su zapatilla, se liberaba del silencio al que seguramente durante largo tiempo había estado sometido.  ¿Y la zapatilla? Tal vez en un momento dado alguien se encuentre con ella. Pocas cosas hay tan inquietantes como encontrarse una zapatilla usada. Como esos zapatos que jalonan la orilla del Danubio. Cientos de judíos húngaros los dejaron en la orilla del río antes de que se les disparara un tiro en la nuca y fueran arrojados al agua.  En este caso, de haber encontrado yo la zapatilla, se la hubiera puesto para cubrir esa