Ir al contenido principal

Entradas

Diálogo interior

Intento cumplir, como cada Año Nuevo, con los propósitos a cumplir. He empezado a ir al gimnasio. Voy por la mañana porque pensaba que a esa hora estaría vacío, pero no; parece que he coincidido con el pensamiento de mucha gente. Al entrar, todos nos sacudimos la nieve que traemos encima.  En la puerta, un vigilante nos indica que no se puede pasar al gimnasio con la ropa de calle, aunque vayamos con chándal. ¡Cómo para entrar con las pintas que llevamos! Estoy absorta esperando que abran el gimnasio cuando unos brazos se mueven y cruzándose lentamente buscan sus axilas donde parece querer esconder sus manos. Capto la mirada de compasión de aquella que los sigue con insistencia, con un punto de morbo y la expectación insana suficiente para proclamar sin voz: ¿Tú, vas a hacer gimnasia en este grupo?  En el gimnasio se ha puesto a mi lado. —No lo mires, que te conozco —me increpa mi yo interior tan sensato. —Déjame en paz, es muy guapo —le contesto —Ya, ya, con que guapo, no es e