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La guerra de las bacterias

«En el día de hoy, cautivo y desarmado, ha quedado nuestro ejército familiar» La batalla ha sido una confrontación sin igual, hemos luchado cuerpo a cuerpo, al final hemos sido vencidos y el pequeño ejército familiar ha quedado destrozado. Cuando nos llegó la primera avanzadilla, la obligamos a retirarse con cajas destempladas, aquí no tenía cabida y la derrotamos con contundencia. Entre los virus se extendió la alarma, nos habíamos atrevido a ridiculizar a sus hermanos y la respuesta no se hizo esperar: todos los virus del mundo se aliaron para demostrar que quien ríe el último ríe mejor. Empezó la venganza. Negociaron con las bacterias el prepararles el terreno y una vez que lo tuvieran, para ellas sería coser y cantar. Parece que algún virus se quedó dentro de nuestra casa en estado latente y cuando llegó el gran cuerpo de batalla, le abrió la puerta a traición, como el de Troya. Se nos coló, por el flanco más débil —la pequeña de la familia— un ejército formado por millones