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La bruja

En aquel pueblo los sucesos no se catalogaban entre normales y paranormales. Los hechos ocurrían y punto. Las arpías de la vecindad decían que la bruja salía de noche en época de luna llena, que espiaba por las ventanas y que se las pasaba preparando brebajes para sus maleficios. Contaban los vecinos que se oían golpes en su casa hasta el amanecer y que siempre había luz de velas en las ventanas. Que los perros aullaban y los gatos se erizaban a su paso. Circulaban muchas historias, dimes y diretes y nadie se preocupaba de poner alguna lógica en todo aquello. El reloj de la iglesia daba las 12 campanadas cuando la luna llena paralizada allá arriba congelaba la noche. ¡La hora de las brujas! A Teresa este pensamiento le hizo temblar. Se quedó sin aliento cuando notó cómo alguien empujaba suavemente la ventana de su cocina. Un sudor frío le recorrió la espalda. La ventana se abrió y saltó un enorme gato negro. Fijó en ella sus pupilas verdes que la dejaron petrificada. Con la piel