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Hubo un tiempo

Hubo un tiempo, en el que creí que Dios era un ojo atrapado en un triángulo equilátero. En ese tiempo pasado, pensaba que el ratoncito Pérez vendría con nocturnidad, a llevarse mi recién caído diente de leche, como el mío no se lo llevó dejé de creer en él. Llegaron después los años de catecismo, para hacer la primera comunión, durante los que supuse que había un cielo diáfano y feliz para los buenos y un infierno ardiendo en un fuego perpetuo para los malos.  Durante mi infancia estuve convencida de que los Reyes Magos de Oriente dejaban regalos a los niños buenos por Navidad, a mí no me traían nada, ni siquiera carbón. ¡Qué descarados! También me contaban que las cigüeñas traían a los bebés, pero en mi casa, mamá se acostaba y después nacía un hermano sin que cigüeña alguna intermediase. Los mayores mentían mucho, lo que era un pecado venial, tal vez por eso se acercaban al confesonario donde el cura los escuchaba a través de una rejilla y los perdonaba si cumplían una penitencia.