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La carta a los Reyes

La noche de Reyes cierra las fiestas navideñas Cada año desfila la cabalgata por mi ciudad con gran bullicio y nos contagia a todos la ilusión. Los más pequeños no quieren ir a dormir, los mayores sonríen; se palpa el nerviosismo en el ambiente.  Es el cinco de enero y estamos en invierno. Un largo invierno que conoce su fuerza y la muestra cubriéndolo todo de nieve. Después sopla un viento gélido que deja las calles vacías y carámbanos amenazantes colgando de los tejados. A pesar de todo, nunca ha sido un problema para Sus Majestades que no vienen en trineos, sino en grandes camellos del desierto. Son los Reyes Magos y con la magia todo lo pueden. Surcan los cielos a la velocidad de la luz para que por la mañana tanto niños como mayores se muestren emocionados al ver en sus zapatos el regalo deseado. En la calidez de los hogares, junto a la chimenea, comienzan los preparativos para esa noche: el cuenco de agua para los camellos; turrones y mazapanes para los Magos y las tres copas d