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Mañana, un nuevo día amanecerá

Dicen que los monstruos no existen. Mienten. Tú me estás mirando desde el espejo. Estás loco, y caprichoso, el que más. A veces pasas en un pispás para acortar el disfrute del momento y otras te eternizas para hacer morder el polvo hasta el final. Cada día acortas las alas de la vida y tienes declarada la guerra a la memoria, produciéndole lapsus que quedan perdidos en la bruma de los acontecimientos de la existencia. Implacable, te carcajeas de la retahíla inconexa o del atasco que termina uniformado en paisaje lunar. Te escurres cuando se te quiere atrapar dejando horas empantanadas con imágenes sin posibilidad de ubicar. Da igual que no se sepa si son las tres o las seis, tienes tus rendijas por las que te cuelas poniendo cara al miedo. Impasible observas la impotencia para desenredar la madeja y te mantienes indiferente ante los nubarrones de agua amarga que empiezan a descargar. Solo sabes repetir: «Mañana, un nuevo día amanecerá». Sí, eres el villano más reconocible, un persona